inicio | opinión | notas | cartelera | miscelanea sueca | suplementos | enlaces 10-Agosto-2007

Dos poetas de Suecia en Colombia

 

escribe Víctor Rojas

1. Suecia en los versos de Bengt Berg
Debemos imaginar un inmenso bosque de árboles diversos. Y algunos lagos a punto de dormir. Y unos riachuelos alrededor, sin ganas de correr. En las entrañas del bosque un alce, su rey, espera la llegada del otoño para asaltar los patios de las casas aledañas y así poder empalagarse con manzanas maduras. La fermentación de las frutas en su estómago lo doblegará para llevarlo a los territorios del sueño. Horas más tarde, cuando despierte, ya el poeta Bengt Berg habrá alcanzado a escribir:

Detrás de nosotros la alegría herrumbrosa del otoño
Y aquella vieja canoa desvencijada
Que sacan del riachuelo año tras año
Un ladrido en la mañana
-prueba sonido para la caza de alces

Y entonces vendrá la muerte del rey de los bosques. Los turistas alemanes se pelearán con los leñadores suecos por saborear su carne. Y llegará el frío y nos obligará a prender la chimenea. Chorros de humo blanco alcanzaran las nubes y negociaran con ellas gruesas capas de nieve. Nos olvidaremos del alce, lerdo cuadrúpedo cuya indiferencia al pasar las carreteras es la mayor causante de accidentes de tránsito, y nos someteremos al yugo de lo blanco. Será la hora en que recitaremos con nuestro poeta invitado:

Vivimos en la nieve y hacemos todo
para quitarla del camino echamos arena,
sal, barremos, aramos, renegamos y echamos pala
Pero sólo los niños saben manejarla:
prenden una vela en el amanecer más azul
y miran la larga noche por la ventana de la cocina
qué caliente brilla allá afuera en la oscuridad

La mitad del año se irá en esas agobiantes tareas. Alcanzaremos a gastar dos pares de esquíes y varios filos de trineos. A perder cualquier cantidad de gorros en el camino y a creer que la piel de las manos es de lana. Guardaremos en apolilladas alacenas la alegría y pondremos vino al fuego lento. Se ausentarán las palabras dieta, grasa y calorías. Y nos convenceremos que al Hacedor de cosas se le ha olvidado exclamar:¡Hágase la luz! Y en alguno de esos lánguidos instantes Bengt Berg habrá profetizado lleno de contento:

Un día de abril
en verdad toda la nieve habrá desaparecido,
pero no esa
que cayó el año pasado
y que de nuevo caerá año tras año en las rojas,
cálidas lenguas de los niños

Pero contra la terquedad del verso, aparecerá la primavera y las aves regresarán de su extenuante viaje al sur del viejo continente. Y en el pueblito de Torsby, llamado así en memoria del hijo camorrista del dios Odín, Bengt Berg hará los últimos debates políticos de la temporada como concejal de izquierda y abrirá de par en par las puertas de su inmensa casona y colgará en las paredes los cuadros de los artistas de la región e invitara a los poetas del mundo para que lean sus versos en la tarima levantada con madera de pino en el patio; y ofrecerá los títulos de su sello editorial a los turistas venidos de todos los rincones posibles; aunque los menos interesados en libros serán los alemanes quienes no se cansaran de preguntar por una carnicería donde vendan carne fresca de alce. Entonces ya será verano y la estatua de la mitológica cabra Heidrun, también así llamada la casa editorial, recobrará vida y de su ubre inflada manará la misma leche que alimentó a los guerreros vikingos.

2. Gunnar Svensson, promotor de nupcias fugaces
No muy lejos de Torsby hay, en la mitad del bosque de Ransby, una casa de puertas abiertas para el insaciable lector, el hambriento caminante o el curioso fugaz. No importa el día o la hora. Allí uno mismo se vende y se cobra el libro. Se prepara y se sirve una taza de café o un caldo de pescado sin cabeza. O sencillamente entra y sale como si se estuviera en casa propia. Y si se tiene aún más suerte, se puede contar con la grata compañía del escalda viajero Gunnar Svensson. Sí, una casa que todos habitan pero que nadie a titulo individual posee, que hace honor a esa tradición sueca que ordena a todos los ciudadanos ser dueños del territorio. Gunnar Svensson no cumplía los quince años cuando se hizo a los siete mares. Así cantó:

Antes de partir
Colgué la mitad de mi vida
En el perchero

No era Gunnar el pichón de vikingo en busca de fortuna y fama. No, era un mozalbete embriagado con la hidromiel de Odín, dispuesto, como los grandes guerreros, a salvar la cabeza con versos que no había escrito. El mundo y sus secretos lo atraía pero era la temática de su poesía lo que lo impulsaba. Veamos:

Luciérnagas danzan en los salones del corazón
Fosforescencia marina en el pantano arde bajo la superficie
La araña acuática juega con los carboneros
El sol se levanta melancólico como intenso fuego
La sensualidad hace a un lado la claridad del pensamiento
Como el afán del auto que surca en la ciega tormenta de nieve

Son contados los puertos donde Gunnar Svensson no contrajo nupcias. Era el quinto verano de su vida cuando se topó con Freya, la diosa vikinga del amor, en las orillas del lago de su pueblo natal Åsele. Ungido con savia de abetos por la pícara divinidad, fue condenado al oficio de trotamundos en busca de las esquivas nupcias para toda la vida. Así lo canta Gunnar el inicio de su destino:

Nuestras manos se entrelazan
bajo su pollera
pegadas como para siempre
por esa melaza de coco
Ella tiene catorce
Yo cumplí hace poco los quince

Aberdeen
mi primer puerto en el extranjero
cubierto por el aroma de chimeneas
con divinos atardeceres
y la loca sonrisa pírrica de una chica
Nuestra soledad
colmada de vida y de malicia

Pero no es Escocia el principio y fin de su rumbo. En las afueras de Lisboa, en el puerto de Barreiro, una joven llamada como las grandes amantes, María de Mella, lo aguarda. Y Gunnar tiene ya en su libreta estas palabras:

Pequeña y tierna es ella
mi primera
María ha amado dos
que calzaban 35
Uno cincuenta y cinco de alta
Su alma es una mariposa
su corazón
golpea como el de un reyezuelo
Una pequeña fuente
tiene en su habitación
quizás eso sea un bidé
mis margaritas, recién recogidas,
nadan con cuidado.

Sin embargo, el escalda sabe que su misión no es la de ser redentor de rameras sino la de promotor de nupcias fugaces. Por eso María de Mello se quedó en el puerto con cuatro gallinas compradas, una blanca y tres marrones. Y Gunnar seguiría por el mundo, protegido por Freya, como si sus nupcias fueran la piedra de Sísifo. Y en esas andanzas llegaría a las costas colombianas, a Cartagena donde se sintió solitario y triste. Y tal vez sea porque en este país, desde los tiempos de los navegantes, las mujeres andan ocupadas abriendo fosas comunes para reconocer a sus muertos.

En fin, en mi condición de traductor de poesía sueca, nunca he hallado versos que nos hagan escuchar el rebuznar de los burros a mediodía o el canto de los gallos en el amanecer. Los perros ni siquiera ladran echados. Y para protestar contra el desprecio por la vida, los poetas tienen que valerse de guerras ajenas. Aflora, eso sí, en la poseía sueca del momento, los choques culturales. Los escaldas, arrullados en la cuna del frío, propugnan por la diversidad en todas sus manifestaciones, y para poderle cantar a este fenómeno optan, como nuestros amigos Bengt Berg y Gunnar Svensson, por recorrer el mundo.



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