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La reelección presidencial venezolana

 
Es cierto que América Latina está en un proceso de cambios y de discusión de los modelos democráticos alternativos a construir, para conquistar lo que la izquierda y las fuerzas progresistas han denominado, desde la décadas de los 50, la segunda independencia.

En ese proceso de debate, el mecanismo de reelección presidencial ocupa un lugar destacado, ya que en la región, ha sido un modelo político escasamente empleado.

La incorporación de la reelección contínua en la reforma constitucional que se está discutiendo en Venezuela, ha provocado airadas protestas de la oposición, y más que nada, de los centros de poder mundiales que pretenden decidir el modelo de democracia o sistema social que deben tener los pueblos del mundo.

Así, en los grandes medios de comunicación, la propuesta de reelección en Venezuela ha sido calificada como el intento del presidente Hugo Chávez de instaurar una dictadura.

La posibilidad de que el pueblo acepte o no este modelo, o que posteriormente pueda o no acompañar a Chávez en las urnas, no es tenida en cuenta por estos analistas y defensores de la democracia.

Porque alcanza con que la voluntad popular se manifieste en contra, tanto en el proceso de discusión y aprobación de la reforma constitucional, como en las posteriores elecciones nacionales, para que la posibilidad de la relección no se concrete.

Y en el caso de que ésta se hiciera efectiva, sería también la voluntad popular expresada en las urnas, por mayoría, la que habría aceptado la reelección. En ningún caso es una imposición.

El modelo de reelección no es exclusivo del presidente Chávez, y nos adelantamos a las críticas, tampoco de Cuba.

Generalmente la reelección ha servido más en los procesos de cambio donde las estructuras políticas partidarias son débiles, y cuando los líderes políticos tienen más peso sobre el proceso de transformación económica y social que se plantean. Sea ésta de derecha o de izquierda.

No es serio sostener que Venezuela marche hacia la tiranía sólo por el hecho de en su Constitución se incorpore este recurso, porque en los viejos sistemas políticos europeos -que algunos quieren imponer como el único modelo de democracia aceptable para todos- la reelección es moneda corriente. Con el añadido de que la reeleeción ni siquiera es votada por el pueblo, sino que se produce indirectamente.

Muchos países europeos, especialmente las monarquías republicanas (un contrasentido que solo ellos entienden) mantienen una familia real que nadie elige y que tiene una sucesión que le llaman natural, y un primer ministro que designa el parlamento. Los ciudadanos votan partidos y parlamentarios, pero no designan al jefe del gobierno. Así la reelección del primer ministro se da sin consentimiento expreso del pueblo. Y el modelo de reelección funciona sin críticas en estos países, donde sus sectores dirigentes se dicen hoy preocupados por la propuesta venezolana.

Por ejemplo, no hace mucho ocupó los titulares de la prensa del mundo el retiro del primer ministro británico Tony Blair, tras 10 años en el poder. Una reeleción que no se produjo porque existió un acuerdo político interno en el Partido Laborista.

También todos recuerdan a la dama de hierro Margaret Thacher que fue primer ministra británica entre 1979 y 1990, quien no continuó su mandato porque su partido perdió las elecciones y no porque no pudiera ser reelecta.

En Francia, Jacques Chirac fue presidente en dos periodos de seis años, y no optó por un tercero por decisión propia, no por impedimento constitucional.

En Suecia, el líder socialdemócrata Tage Erlander fue primer ministro desde 1946 a 1969, 23 años consecutivos, y nadie cuestionó el modelo democrático sueco, sino que por el contrario, fue destacado por su estabilidad y progreso económico y social.

En Estados Unidos, su mayor figura política del pasado siglo, Franklin Delano Roosevelt, fue presidente desde 1933 a 1945 cuando falleció en ejercicio del poder después de haber sido reelecto en 1944. Fue el propio Roosevelt quien hizo aprobar el modelo actual de no permitir la reelección por más de dos mandatos.

España -otro de los centros de las venenosas críticas al proceso venezolano- además de mantener una familia real con sucesión infinita, permite la reelección indefinida del presidente del gobierno, cargo que no elige el pueblo directamente sino el parlamento. El líder socialista Felipe González fue presidente del gobierno entre 1982 y 1996, 14 años, y su sucesor, tras perder las elecciones, fue el derechista José María Aznar, que gobernó entre 1996 y 2004.

El modelo de reelección tiene muchas aristas, y en los lugares donde funcione una democracia auténtica, donde el pueblo pueda expresarse libremente, participe en la discusión política, en las estructuras partidarias y en la elección de sus candidatos, es un recurso democrático más.

Más importante que si debe haber reelección o no, se debe apoyar y fortalecer la creación de nuevos mecanismos de participación y control del pueblo en las estructuras de gobierno. Un genuino modelo que desarrolle realmente el poder popular, que fuera en definitiva la verdadera garantía de aquella democracia que Lincoln definiera como el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Y esto en todo el mundo, incluso en las llamadas democracias libres occidentales, aún estamos lejos de haberlo alcanzado.



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