|
||||||
Creación heroica, no un calco |
||||||
Las transformaciones que el capitalismo ha operado en las últimas décadas a nivel planetario han acentuado su naturaleza depredatoria, excluyente, que convierten a millones y millones de seres humanos y a la naturaleza misma, en meras mercancías que es necesario explotar al máximo para obtener sólo rentabilidad. Paradójicamente el creciente vaciamiento de la democracia le ha dado una renovada actualidad al debate sobre el socialismo. Mientras la derecha trasvestida en neoconservadora no se cansa en descalificarlo desde sus centros de manipulación ideológica e intenta sepultarlo para siempre desde la caída del muro de Berlín y el bochornoso final del llamado campo socialista europeo, en muchos lugares del mundo y no menos en América Latina el tema del socialismo resurge del seno mismo de los actores sociales, como imperiosa necesidad de pensar en otro modelo alternativo al capitalismo como formación social. Y una de las razones que ha puesto a la orden del día la discusión sobre el socialismo y el marxismo en América Latina para poder realmente rebasar la agotada etapa neoliberal y la crisis política en que cayó la derecha tradicional, es la indiferencia que siguen mostrando muchos gobiernos ante la tremenda injusticia social que agobia nuestras sociedades. El mismo hecho de que a algunos gobiernos actuales de América Latina -que no le han tocado ni un pelo a la tradicional estructura socio-económica capitalista- New York Times o Dagens Nyheter les califique de socialistas democráticos, y de populistas y antidemocráticos a otros que intentan cambiar la situación con políticas concretas yendo más allá de gestos y retóricas pseudo-izquierdas, muestra la necesidad de un pensamiento verdaderamente objetivo y crítico, revolucionario en el sentido más pleno de la palabra. Los socialistas democráticos que Washington y Bruselas propician, de izquierda nada tienen y objetivamente son -más allá de las buenas intenciones personales que puedan animar a algunos de ellos- una variante más o menos diluida del neoliberalismo todavía imperante. La misma democracia que el mundo del capitalismo tanto se complace en aplaudir y ver como restaurada en el continente latinoamericano, para nuestras masas de pobres y excluidos aún le sigue siendo ajena. Una democracia que sólo les permite la elección de grupos y opciones que reproducen siempre políticas que nos siguen agobiando y frustrándonos como naciones. Nadie puede negar el hecho cierto de que los pobres nada han podido hacer todavía en la mayoría de nuestros países, para incidir y revertir en su beneficio el destino social del producto económico. Este es el que sigue manteniendo a ricos muy ricos y a los gobiernos ocupados en continuar pagando puntualmente las deudas por ellos contraídas a nivel internacional. ¿Hasta cuándo nuestros pueblos pueden seguir esperando por trabajo digno, educación, salud y pensiones decorosas? ¿Cuánto tiempo histórico más podrán durar estas democracias castradas de potencialidades emancipatorias? Por eso el rebrote en América Latina del debate sobre la necesidad del socialismo, tiene que ver más que nada con la necesidad de romper con las estructuras capitalistas vigentes. Lo vemos hoy en Venezuela, en Bolivia, en Ecuador y en ciernes en otros países de la región. En el permanente ejemplo de resistencia, lucha y renovación incesante del socialismo en Cuba. En este proceso seguramente habrá marchas y contramarchas, lo que no debe asustar ni desalentar a nadie. Será creación viva, sin marxismos de iglesias, ni con verdades reveladas. No tenemos modelos a imitar porque entre nosotros el socialismo no puede ser calco y copia sino creación heroica de nuestros pueblos. como advertía lúcidamente el peruano José Carlos Mariátegui |
||||||
|
||||||
|