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Sharaf hjältar recibe premio Simonsson en Malmö |
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El pasado 20 de junio en la playa de Ribersborg en Malmo, no muy lejos de donde en enero de 2005 el pastor Ingemar Simonsson perdiera trágicamente la vida en un accidente, se develó un sencillo monumento en su memoria consistente en una roca de granito con una sobria inscripción ubicada frente al mar. Un sitio que se presta para la meditación y el descanso frente al lugar donde Simonsson solía concurrir todo el año, la kallbadhus de Ribersborg. En la ocasión la asociación en memoria del conocido sacerdote y luchador social y coincidiendo con la fecha de su nacimiento, hizo entrega de un premio consistente en 10 mil coronas y un diploma a Sharaf hjältar un grupo de jóvenes de Malmö, que integran una red nacional que lucha para prevenir la discriminación, el maltrato y la muerte de mujeres por razones de honor o religiosas. Sharaf hjältar ha dirigido su trabajo hacia los jóvenes varones principalmente en las escuelas y se les concedió este reconocimiento por considerar que su valiente trabajo prosigue en gran medida el espíritu y los ideales por los que Ingemar Simonsson consagró su vida. En el acto contó con la participación del poeta y traductor Lasse Söderberg y del músico Lars Holm. El pasado año recibió un similar reconocimiento de la Asociación Ingemar Simonsson el conocido actor y escritor Hans Alfredsson. Simonsson, palabras y actos Ingemar Simonsson se hizo conocido públicamente en 1968, cuando rompiendo tradiciones de la Iglesia participó vestido de sacerdote en una manifestación contra el racismo en Rodhesia, durante un partido de tenis entre este país y Suecia que fue boicoteado en Båstad, lo que le costó amenazas y el control de la policía durante tres semanas. Se solidarizó activamente participando en actividades de denuncia de la represión franquista en España, por la situación de América Latina, como en el caso de Chile; contra las consecuencias del neoliberalismo o para recordar a Che Guevara como arquetipo ético y político. Su presencia fue infaltable en manifestaciones contra el racismo o de los jóvenes defendiendo la ciudad como espacio de todos. Allí se pudo ver a Ingemar junto a su esposa Gunilla participando y tratando de impedir la violencia policial. Con América Latina lo unían afectos y convicciones que lo llevaron a El Salvador, Chile y Argentina en las épocas de mayor represión militar. Compartía las ideas de los sacerdotes y laicos de la Teología de la Liberación de nuestro continente y las hizo suyas en su país. Muchas veces le escuchamos decir que a veces él y Dios no se ponían de acuerdo sobre las cosas que sucedían con sus hermanos en la Tierra. Aludió a ello pocos días antes de su inesperada desaparición, cuando participó en la gala en beneficio de las víctimas del tsunami en Asia. En esos días Ingemar se encontraba especialmente afectado personalmente; el esposo e hijos de su sobrina habían fallecido en la catástrofe. Quizá ese fatídico martes de enero de 2005 cuando encontró la muerte, seguía curando tristezas y desconsuelos. Simonsson creía en la necesidad de que palabras y actos humanos no se divorciaran. Su cristianismo era profundo, comprometido con todas las contingencias humanas, atento a la suerte e infortunios de los más desposeídos y tristes en este mundo. Poseía él, al igual que Olof Palme, no sólo un conocimiento amplio sobre la realidad sueca, sino también una visión actualizada y comprometida en el plano internacional. Por eso Ingemar luchó tanto en favor de la justicia, en su país junto a los sin casa y más desposeídos; solidario con los discriminados por razones étnicas o sexuales, en debates públicos o cualquier otro escenario posible. Cada vez que fue llamado solicitándole una ayuda para causas justas, siempre se podía contar con su entusiasta compañía. / Pepe Viñoles |
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