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Carlos Larraín, una momia hablando de arqueología |
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escribe Andrés Bianque El presidente del partido empresarial, Renovación Nacional, Carlos Larraín, comentó la semana pasada que la búsqueda de los Detenidos Desaparecidos, situación acaecida bajo Dictadura, era la búsqueda de restos arqueológicos. El día lunes 28, la presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDDf), Lorena Pizarro afirmó: «Las palabras de Larraín revisten un agravio para las víctimas y sus familiares, y su sentido de la humanidad es muy bajo». Las declaraciones del Abogado Cristiano, fueron a raíz del discurso pronunciado por la presidente Michelle Bachellet el 21 de Mayo a razón de declarar el 30 de agosto como el Día del Detenido Desaparecido. Yo no sé si Larraín es imbécil, excelente actor o útil ducho sparring. Es evidente que el día no es más que un «saludo a la bandera» un mero efecto mediático, pero sin ningún valor jurídico, de ningún tipo. Como abogado, Larraín debería saberlo mejor que nadie, al conocer a pie juntillas que la Ley de Amnistía autodeclarada por los asesinos militares sigue incólume hasta el día de hoy, una fracción muy pequeña de los torturadores, asesinos, violadores y ladrones ha sido juzgada, y los que no, son empleados de planta en el propio gobierno de la Concertación. Entonces cuesta entender la molestia del Renovado Presidente. Sin ir más lejos, en el denominado caso «Calle Conferencia» donde se asesinó, he hizo desaparecer a la dirigencia clandestina del Partido Comunista en el año 1976, la justicia ha tardado 30 años en juzgar a los culpables de aquel horroroso episodio. Tanta ha sido la espera que los viejos verdugos, hastiados de tanta liviandad y litigios en perenne letargo se ahorcan o saltan de las azoteas trayendo ellos un poco de justicia al asunto en cuestión. A sus 64 años, es poco probable que Carlos Larraín aprenda modales o dé asomo de algún atisbo de decencia, al referirse a temas tan delicados como los que toca, especialmente pensando que para su partido, Renovación Nacional, el período impuesto por Augusto Pinochet a sangre y fuego desde el año 1973 en adelante, no fue más que «un receso político». Además, la gesta militar no fue más que una acción libertadora que impidió al país caer en un totalitarismo irreversible. Asimismo, Renovación Nacional también advierte, que rechazará «cualquier» predicamento que pudiere lesionar la respetabilidad cívica de las instituciones armadas o afectar su cohesión profesional y jerarquizada. Es decir, no se puede afirmar con pruebas irrefutables, que las fuerzas armadas en Chile son un montón de sinvergüenzas, parásitos, y ratas cobardes coludidos para asesinar a gente indefensa por ejemplo. «Nuestra propuesta descansa en las sólidas bases del humanismo, su centro es el ser humano dotado de libertad, dignidad y derechos anteriores y superiores. El propósito final es alcanzar el bien común y construir una democracia fundada en los valores propios de la naturaleza trascendente de la persona humana». Aunque parezca chiste, esto es un extracto de los principios en los cuales se sustenta el partido derechista del insigne Carlos Larraín. Súmele a esto la exquisita educación católica recibida por el vetusto abogado en la Universidad Católica y trate de entender. Para Renovación Nacional, a nivel electoral por ejemplo, el Pluralismo político tiene límites. Y enlazado a lo mismo sostienen que: Es lícito, a través de un órgano jurisdiccional independiente (Las Fuerzas Armadas por ejemplo) suspender el ejercicio de los principales derechos cívicos y políticos a las personas o grupos que pretendan «aprovecharse» de estos resquicios electorales para inculcar doctrinas totalitarias o violentistas. Bajo el gobierno autócrata de Augusto Pinochet se suspendió, por decir lo menos, los derechos políticos, cívicos, sociales y culturales de la gran ciudadanía, todo esto basado y apoyado en la violencia más brutal. ¿Cómo es que este partido de profundo corte humanista, de altos valores cristianos, apoyó y reivindica en la actualidad la figura de un asesino a sueldo? Para Larraín en Chile lo que hubo bajo el gobierno de Augusto Pinochet, fue una etapa política de lento andar donde actuaron «terroristas» (los detenidos desaparecidos entre otros) y otros (las Fuerzas Armadas) «combatieron» a esos terroristas y a lo sumo cometieron uno que otro exceso plasmado en una «mala forma» abusando de los Derechos Humanos. El doble rasero, la desfachatez de los ricos y sus ansias de mostrarse decentes a costa de falsedades, tergiversaciones y rutilantes mentiras no tiene límites. Carlos Larraín es uno de esos abogados que uno no se explica cómo diablos obtuvo el título. De una ignorancia, estupidez y de proceder burdo, con declaraciones repetitivamente soeces y chabacanas no hace más que ratificar el paradigma del ricachón chileno, un cavernícola con título, dinero y cero sensibilidad, cultura y respeto por los más desposeídos. De los doce hijos que tiene Carlos Larraín (donde la esposa nunca supo de la pastilla del día después) si por alguna razón, uno de ellos cayera en las fauces de trogloditas armados que lo torturaran, violaran, azotaran y luego, previo robo de algún diente de oro, le arrancaran los ojos, le desfiguraran la cara con un soplete, le amarraran o dinamita o rieles a la espalda y lo hicieran desaparecer ¿Se referiría a los restos de su o sus hijos, como simples restos arqueológicos que no merecen la pena ser buscados o recordados? Obviamente Carlos, es un agradecido con los militares, obviamente alimentó a esos hijos siendo cómplice silente de la brutalidad. Tus hijos crecieron sanos, lozanos y robustos a costa del pan que siempre faltó en la mesa del obrero. Indiscutiblemente Carlos Larraín es una bazofia de tomo y lomo, un epígono de utilería y un farsante de ventanal. Sin embargo, alguien de sus correligionarios, que le tape el hocico, le seque la bilis que se escurre detrás de su halitosis y sus palabras, para que no sea tan notorio el «alma mater» de este partido titán de la democracia, las cuentas bancarias, los nazis, violadores, torturadores y asesinos. Uno se muerde los dedos para no escupirte un par de peyorativos más directos. Resulta curioso que una momia como Carlos Larraín hable de arqueología, él, que se pasea lleno de vendajes ensangrentados, de polvo de obreros, de restos de seres humanos sobre sus hombros que no son para él más que simple caspa venida de una cabeza vacía. |
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