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Encuentro de poetas en El Salvador |
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escribe Juan Cameron Entre el 12 y el 18 de mayo reciente se celebró, en San Salvador y otras localidades del país centroamericano, el IV Encuentro Internacional de Poetas «El Turno del Ofendido», a cargo de la Fundación Metáfora. Una cuarentena de invitados entre extranjeros y nacionales compartieron en las jornadas en memoria de Roque Dalton y en homenaje a los poetas del grupo Piedra y Siglo. Otoniel Guevara, presidente de la Fundación Metáfora, junto a un equipo de esforzados colaboradores, tuvo a cargo la organización del IV Encuentro Internacional de poetas «El Turno del Ofendido», nombre que alude a uno de los libros del recordado poeta salvadoreño Roque Dalton (1935-1975) publicado en Cuba en 1962. El encuentro contó, además de otras instituciones, con los auspicios de Concultura, órgano oficial del Estado, Universidad Francisco Gavidia, Alcaldía Municipal de San Salvador, Dirección de Publicaciones e Impresos y de varias otras alcaldías municipales. Numerosos invitados arribaron al país al mediodía del viernes 11 a través del aeropuerto internacional ubicado en el departamento de La Paz, a orillas del Pacífico, y a una hora de la ciudad capital. La cita se adelantaba con el fin de realzar la entrega del premio Amilcar Colocho, para poetas menores de 25 años, que tuvo lugar esa misma tarde en la Sala Nacional de Exposiciones del central Parque Cuscatlán. Entre los invitados figuraban las mexicanas Guadalupe Elizalde y Coral Bracho, el costarricense Osvaldo Sauma, Arturo Salcedo, de Colombia, Heber Sorto, de Honduras, Wingston González y Marvin García, de Guatemala, Ales Steger, de Eslovenia, Lia Karavia, de Grecia, Montserrat Doucet, de España y el ya anciano y poco carismático Eugeni Evtushenko. Entre los poetas nacionales destacaba la presencia de los integrantes del grupo Piedra y Siglo Ricardo Castrorrivas (1938), Julio Iraheta Santos (1939), Rafael Mendoza (1943) y Luis Melgar Brizuela (1943). Un emotivo homenaje se les hizo a estos últimos en el Auditorium del Museo Nacional de Antropología, MUNA, con ocasión de la inauguración del encuentro. Piedra y Siglo, nacido en tiempos difíciles para El Salvador, cumplía 40 años de existencia. A la sentida arenga de Castrorrivas por la memoria y la liberación siguieron las palabras en recuerdos de los ya idos, Uriel Valencia y José María Cuéllar, y en especial de Ovidio Villafuerte (1940-2007), fallecido a pocas semanas de iniciado este encuentro. Con anterioridad, a las 14 hrs. la agrupación de latinoamericanos en Washington, Paraesolapalabra, expuso su programa de actividades en el auditorio de la Universidad Católica. Más de 60 lecturas en diversos ciudades y lugares contemplaba el programa. La Palma, San Sebastián, Quetzaltepeque, Santa Ana, Aguilares y Cojutepeque («Cerro de las Pavas») fueron algunas de las localidades visitadas por los invitados al encuentro. Tanto la belleza del paisaje, el humor y la bondad de sus habitantes se confunden con las huellas de una guerra que parece aún latente en los muros y en el movimiento ciudadano. Pueblos de extraordinaria riqueza, como Suchitoto («Florpájaro»), sobre el embalse de Cerrón Grande, o aquellos al borde del lago de Ilopango, señalan poco a poco las heridas al observador extranjero. Otros nombres recuerdan no tan lejanos partes de guerra. Uno de los principales objetivos de Metáfora para comentar este encuentro, es la necesidad de tomar conciencia sobre la cultura de violencia que impera en el país. A diecisiete años de firmados los acuerdos de paz las estructuras socio-económicas del país parecen mantenerse intactas, lo que evidencia un peligro para la consolidación de la paz. Sumado a ello el problema de los inmigrantes repatriados que se integran a las bandas o «maras» (grupo de amigos en el habla local), la situación es de una inestabilidad evidente. La concentración de los medios de comunicación en manos de los poderosos y la poca distribución de la riqueza, fenómenos similares a los observados en Chile, provoca una oculta tensión en los sectores más informados de la sociedad que aportarán los próximos líderes y dirigentes. Por ello, en su convocatoria se afirma que «el Encuentro Internacional de Poetas busca llegar principalmente a estos sectores vulnerables para compartir todos los dones de la lectura y el arte como formas de conocimiento». El fervor de los habitantes por recibir a los invitados fue el aspecto más destacable del encuentro. Una de esas localidades fue Cojutepeque, a una hora al sur de San Salvador. Junto a Wingston González, Ricardo Castrorrivas, Arturo Salcedo y los poetas Tania Molina y Crosby Lemus se recibió la atención de un auditorio dispuesto y de una perfecta y previa organización. Tanto así, que en la cena de recepción, alcaldesa, párroco y comandante presentes, la salvadoreña Tania Molina, molesta por el cambio hecho a una canción combativa, exhortó al auditorio a la unidad nacional y al rescate de la memoria, recordándoles que en ese mismo territorio hubo una guerra con héroes, mártires y víctimas inocentes. El caballeroso coronel asistió a los actos siguientes con traje de fajina y guardia de oficio; signos son signos. A cargo de la organización de esta subsede estuvieron los escritores Numa Pompilio López y Yanira Elizabeth Morán y sus colegas profesores Ronny Bladimir Gómez Y José Humberto Servellón, contándose con la estrecha colaboración del director del Liceo Arnoldo Rodríguez, director del Liceo Raúl Contreras. Uno de los aspectos más positivos para los anfitriones, en esta suerte de congresos internacionales, es el conocimiento que los invitados tienen del nuevo país. Sus signos, sus códigos secretos, sus símbolos escondidos y presentes a la vez, entregan una visión más completa del presente y una apreciación más objetiva del pasado inmediato. Y del conocimiento, sin duda, nace tanto el respeto como la memoria de gentes, nombres y pueblos que ahora se repetirán el beneficio común; y que así sea. |
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