inicio | opinión | notas | cartelera | miscelanea sueca | suplementos | enlaces 18-Mayo-2007

El Papa en la Edad Media

 

El primer viaje que realizó a América Latina el Papa Benedicto XVI, puso al descubierto la pobreza y atraso histórico del pensamiento que ha puesto en circulación para conducir al catolicismo este viejo inquisidor y perseguidor de los teólogos de la liberación.

Su viaje al sur del continente, que en las comparecencias públicas no contó con la misma asistencia de feligreses que congregaba su antecesor Juan Pablo II, sirvió para constatar que este nuevo Papa no está interesado en escuchar los requerimientos de los católicos latinoamericanos para poner al día a la Iglesia Católica y enfrentarla a los graves problemas del subcontinente, sino que por el contrario está convencido de que está bien retrotraer la institución a épocas pretéritas.

Se podría decir con cierta bondad que Joseph Ratzinger no entiende nada y que vive como si estuviéramos aun en la Edad Media.

Su reaccionarismo mentiroso y agraviante de regresar a la falsificación histórica en sus mensajes, como cuando sostuvo que la conquista y evangelización de América no supuso una alienación de las culturas precolombinas ni fue una imposición de una cultura extraña se dá de narices con las disculpas ofrecidas por su antecesor Juan Pablo a las víctimas indígenas y de la esclavitud.

Su participación en la V Conferencia del Consejo Episcopal Latinoamericano y el Caribe (CELAM), estuvo más a tono con Washington que con la nueva realidad latinoamericana, porque dejó de lado la nueva eclosión social y política del continente y eligió en cambio para juzgarla la satanización de sus actores. Sus exhortaciones a preservar los eternos valores morales universales, como la castidad y la virginidad, el matrimonio sacramental y la negación del aborto y el divorcio, son de un nivel de estupidez y torpeza política similar a la que exhibe Bush el joven cada vez que abre la boca.

Ratzinger, no quiere ver que si sus huestes le abandonan en América Latina y comulgan con los protestantes, nuevas sectas religiosas o antiguas teologías originales, es porque la agenda social católica se ha diluido o no existe de cara a la pobreza, la desigualdad, la falta educación, la discriminación racial y de sexo, los atropellos a los derechos humanos, propiciados por las hoy cuestionadas democracias formales del neoliberalismo económico. Y que aunque ignorantes y abandonados los pobres, advierten que la jerarquía católica y su máximo jefe han hecho una opción por el rico.

Por eso, este antiguo prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, nombre moderno con que el Vaticano rebautizó a la Inquisición, hoy al mando del catolicismo mundial no va a poder -volviendo al pasado- resolver por ejemplo, el hecho de que en Brasil en poco más de 20 años la feligresía católica se haya reducido en un 40 por ciento. Y tampoco, pese a sus constantes persecuciones y excomuniones, a que importantes núcleos de sacerdotes y laicos sigan trabajando y viviendo junto a los pobres, porque para ellos la Iglesia debe ser popular y progresista para poder estar más cerca del Cristo verdadero.



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