inicio | opinión | notas | cartelera | miscelanea sueca | suplementos | enlaces 11-Mayo-2007

Antología de Antonio Cisneros se publica en Chile
Más que un carbón en la niebla

 

escribe Juan Cameron

LOM Ediciones lanzó hace unos días, en Santiago, la más reciente antología del poeta peruano Antonio Cisneros, Como un carbón perdido entre la niebla. La selección, a cargo del chileno Manuel Silva Acevedo, da cuenta de uno de los mayores cultores del oficio en el continente y, a juicio del recopilador, «un referente insoslayable en el panorama de la literatura iberoamericana contemporánea».

Sin duda se trata de una publicación más que necesaria y de un ya debido reconocimiento. No solamente por la calidad de la obra de Cisneros, sino además, por un acto de justicia histórica, como lo es el reconocer, en su persona, la influencia fundamental que tuvo, en todo el continente, ese grupo de universitarios limeños de los primeros años de la década del 60. LOM Ediciones, por su parte, se instala como un sello comprometido con el rescate de la mejor poesía chilena y, desde un tiempo a esta parte, latinoamericana. Selecciones de Juan Gelman, Carlos Germán Belli y José Emilio Pacheco han precedido a esta del poeta peruano.

Estamos ante un clásico. Cada lectura de Cisneros debe necesariamente ser una relectura. El placer del texto germina con prontitud por efecto de la riqueza de recursos empleados y que le son naturales y propios de un estilo establecido ya en sus primeras publicaciones.

Es que en Cisneros uno se cruza de pronto con cierto humor -fino por lo demás- y una cuota de cinismo que denota alegría vital, tristeza leve, desmedida ternura. No se trata de adjetivar, sino de buscar estas formas de escritura. Y, en primer lugar, el poeta se establece como tal ante el lector exigente y plantea sus términos, su arte poética: «Años ya que estoy en este oficio: tomar la vaca entera (o sus indicios/ su representación),/ mostrarla, señalar sus vente partes, nombrar como en un mapa lo que habrá de caer bajo el cuchillo,/ hacerlo repetir, repetir, explicar...» (en Muchos escritores tienen que dedicarse a la enseñanza).

Otra de sus aciertos es la capacidad de conseguir aquello que los poetas denominan como «el final feliz», el cierre del texto. El verso que se mantendrá vibrando en la memoria del lector, aparece por norma general en su textos como un descubrimiento o una imagen sujeta a sus propios términos. He aquí algunas muestras: «pero eso me preocupa: quisiera caminar alegremente/ unos cuantos kilómetros sobre los gordos pastos/ antes de que me entierren,// y esa será mi habilidad» (de La araña cuelga demasiado lejos de la tierra); (y hablándole a Dios) «Y ya soy/ más limpio que la yerba, más fuerte todavía. Sal/ de mi templo, viejo, apártate, go home» (en Primer movimiento de Una muchacha católica toca la flauta); y también «Escribir este poema me concede el derecho a la versión» (en Dos sobre mi matrimonio uno)

Como bien apunta el poeta Manuel Silva Acevedo en la presentación, Cisneros no elude el lirismo ni cualquier forma ya conocida en la construcción del poema; circunstancia que, afirma el prologuista, lo aleja de la antipoesía. La ternura, por ejemplo, es un placer al que el poeta, por este mismo efecto, no se niega: «Ahora ya no sé cuántos inviernos pasarán para que vuelva a casa. Apachúrrala, Madre milagrosa. Que sean sus jornadas amables y propicias. Que los carabineros y guardias de frontera le sean bondadosos» (En El viaje de Alejandra). Y también en el logrado recuerdo al poeta primero: «Ahora sólo puedo/ buscar alguna cosa parecida/ a nuestro hermano entre la tierra/ mojada por el río. Su cuerpo/ ha cambiado de pieles y colores/ en estos meses duros» (en Javier Heraud).

Cisneros maneja con habilidad el verso largo. Puede sin dificultad alguna intercambiar endecasílabos y alejandrinos y, aun más, mantener el ritmo en una mayor extensión silábica. Es el caso de Karl Marx died 1883 age 65 y otros también de Canto ceremonial contra un oso hormiguero en los que la textura semántica y fónica va tejiendo un escenario muy significativo para el retrato de una época. Pero no se trata del recuerdo o la melancolía; cuanto retrata es la actualidad a partir de una serie de signos que simplemente ocupa.

A veces este uso reiterado apunta, sino a un símbolo del espectro cultural o de la memoria colectiva, a la reinvención del mito en provecho propio (entiéndase, del poema), como se demuestra claramente en Homenaje a Armando Manzanero (Arte Poética 3) cuyos versos finales también son un lujo de perfección en el cierre: «esta tarde vi llover vi gente correr y no estabas tú y si a usted no le importa un carajo/ no escribo para usted/ soy yo quien sembró el árbol tuvo el hijo escribió el libro y todo lo vi arder cien años antes del tiempo convenido».

Mención aparte requiere el tema del viaje como obra maestra: El libro de Dios y de los húngaros e Historias casi alemanas (de Monólogo de la casta Susana y otros poemas) son piezas que confieren al poeta peruano los medios para desarrollar todo el abanico de posibilidades en cuanto a recursos y en cuanto a significaciones. Recomiendo al lector detenerse en estos textos. La fotografía cobra entonces movimiento y vida y es por ello que, como ya se dijo, toda lectura debe, en su caso, ser ya una relectura.

Antonio Cisneros Campoy nació en Lima, en 1942. Integrante de la Generación del 60, junto a Heraud, Marco Martos, Arturo Corcuera y otros grandes poetas de su país, se formó en las universidades Católica y de San Marcos. En poesía ha publicado Destierro (1961), David (1962), Comentarios reales (1964), Canto ceremonial contra un oso hormiguero (1968), Agua que no has de beber (1971), Como higuera en un campo de golf (1972), El libro de Dios y de los húngaros (1978), Crónica del Niño Jesús de Chilca (1981), Monólogo de la casta Susana y otros poemas (1986), Las inmensas preguntas celestes (1992), Un crucero a las Islas Galápagos (nuevos cantos marianos) (2005) y la presente antología Como un carbón prendido entre la niebla (2007). Periodista y traductor, ha ejercido además como académico en las universidades de Huamanga, San Marcos, Bupapest, Berkerley, Berlín y Virginia. Traducido en numerosas oportunidades, ha recibido, entre otros, los siguientes reconocimientos: Premio Nacional de Poesía (Perú, 1964), Premio Casa de las Américas (Cuba, 1968), Beca John Simon Guggenheim (1978), Premio Rubén Darío (México, 1981), Premio Parra del Riego (Uruguay, 1990), Premio Gabriela Mistral, otorgado por la Organización de Estados Americanos (2000), Premio Iberoamericano de las letras José Donoso (Chile, 2004) y Caballero de la Orden de las Artes y las letras de la República Francesa (2004). Es además Premio Nacional de Periodismo Cultural de su país (1993)



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