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Frente al capitalismo: |
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Como nunca antes el sistema capitalista ha acentuado su dominación sobre toda la sociedad y es difícil encontrar alguna esfera de la actividad de los hombres donde no se haya infiltrado. Un elemento a nivel de la cabeza de la gente parece predominar, acentuado a partir de la autodestrucción del sistema socialista europeo que ha contribuído a que muchos acepten al capitalismo entusiastamente y otros con resignación, como modelo natural e inamovible. Y esto tampoco es nuevo, porque desde su surgimiento en Europa a partir del siglo XV se ha sostenido por parte de los ideólogos del mismo, que este sistema se basa en la natural condición avara de la naturaleza humana y en el afán de acumular riquezas a partir del uso del dinero como mecanismo de intercambio de bienes materiales. Filósofos como John Locke y Thomas Hobbes en el siglo XVIII, llegaron a sostener que los individuos nacen mezquinos como consecuencia de su situación precaria en la naturaleza y por ello tienden a luchar por sobrevivir acumulando riquezas. La opresión, desigualdad y la miseria de los propios trabajadores de Europa y de otros pueblos lejanos tuvieron a partir de entonces siempre una justificación. Como la necesidad de defender ideológicamente las expediciones colonialistas e imperialistas de dominación y extensión del sistema que crearon el sustento del fenomenal desarrollo material y económico capitalista primero en Europa y luego en el norte de América. Históricamente, en muchos casos las religiones intentaron ponerle un freno al individualismo y a la acumulación capitalista, condenando la codicia y avaricia, creando el principio de ayuda al más desposeído. Pero también es cierto que la religión tampoco pudo y acabó siendo usada para justificar la imposición del capitalismo a nivel universal. Es por eso que vale la pena preguntarse una y otra vez, si es este el único modelo posible de organización económica de la sociedad, máxime cuando el capitalismo actual en su fase más imperialista ha puesto a la humanidad al borde de su desaparición. Y porfiadamente Carlos Marx en El Capital, sigue siendo quien mejor describió el surgimiento y sentido intrínseco del capitalismo, y de las clases sociales que este parió. Basándose para sus investigaciones en el estudio particularizado de Inglaterra y de otros países europeos. Como sería de ignorancia supina no reconocer que fue Vladimir Lenin quien prosiguió los estudios marxistas extendiéndolos a la comprensión del imperialismo como fenómeno nuevo que atravesó el siglo XX y existe hasta hoy. La complejidad adquirida por el capitalismo en su desarrollo contemporáneo y el dinamismo de unas de sus patas, el capital financiero a nivel global, hace necesario seguir de cerca las crisis que estallan a menudo y las que se incuban en su seno, de donde una y otra vez surgen otras búsquedas para el cambio radical la mayoría de las veces en la llamada periferia del sistema, el Tercer Mundo. Al conmemorar un Primero de Mayo más, aunque el neo conservadurismo (que de nuevo poco tiene) haya impuesto que los comercios no cierren como pasó en Suecia el martes, los trabajadores, desocupados, los pobres siguen buscando la salida del laberinto conscientes más que nunca del embrutecimiento existente, en el mundo desarrollado mediante la borrachera consumista y el individualismo narcisista más desenfrenado. Y en el subdesarrollado, esclavizando a millones de personas mediante la marginación económica y social, sumidas en la ignorancia y la insalubridad. Aunque parezca una consigna anticuada -frente a una minoría expropiadora y brutal que posee y derrocha a costa de la mayoría- sigue siendo válido el viejo postulado del Manifiesto Comunista que titula esta nota. Y a los trabajadores de siempre se le agregan hoy frente a la injusticia y la opresión otros protagonistas: los desocupados, las mujeres, la etnias originales, los discriminados de todo tipo, todos los que sólo tienen cadenas que romper. |
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