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Un prometedor comienzo |
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escribe Juan Cameron Ganador del Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde, el mexicano Alí Calderón se postula, a los 27 años de edad, como uno de los mayores poetas jóvenes de su país y del continente. «Imago prima», su primer libro, publicado por la Universidad Autónoma de Zacatecas en el segundo semestre del año 2005, obtuvo el año anterior el Premio Ramón López Velarde. Existe un puente entre psicología y poesía extensamente tratado por los estudiosos y éste es la imagen. Representación de lo más libre e individual en el pensamiento, la facultad de formar imágenes es un factor de subversión frente a cualquier gramática impuesta desde el exterior. Gastón Bachelard, al referirse precisamente al ejercicio lírico en El aire y los sueños afirma que «negándonos a someternos a ninguna racionalización, volvemos, pues, a la experiencia fundamental del vuelo onírico y estudiamos esta experiencia en los relatos más puramente dinámicos que sea posible encontrar» (Breviarios del Fondo de Cultura Económica, México D.F., 9ª reimpresión, 2006). Uno de estos relatos puede ser Imago prima, poemario de Alí Calderón que fuera publicado el año 2005 por la Coordinación General de Extensión de la Universidad Autónoma de Zacatecas. Otro ejemplo más, vale la pena anotar, de la fuerte vinculación entre cultura y universidad existente en México y que podría bien ser imitada en nuestro Chile actual. El libro de Calderón obtuvo, el año anterior a su publicación, el Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde con un prestigioso jurado, integrado en la ocasión por José Vicente Anaya, Domingo Argüelles y Jaime Augusto Shelley. Calderón construye su libro basado en un esquema de arquetipios del yo proporcionado por Carl Gustav Jung y lo divide en las secciones Ánima, Sombra, Trickster, Sí mismo y Massa confusa de conformidad a las definiciones del maestro suizo. Para el caso, se trata de una mera división temática y no influye en la unidad fundamental del trabajo. Y esta unidad no es otra sino el acercamiento y la aflicción en tanto individuo al enfrentar a esas grandes fuentes de tormento y confusión de su espíritu: la mujer y el poder divino. Estamos ante un primer libro y ante un documento de singular importancia en la historia próxima de este poeta mexicano. Su natural armonía, la gracia, la capacidad connotativa y un constante flujo semántico -que no evita por cierto ese humor cínico o autorreferente propio de los mejores exponentes del género- lo sitúan en el escenario de la más joven poesía continental. No es una exageración afirmarlo. Calderón toma con beneficio de inventario las enseñanzas de Ernesto Cardenal, de Roque Dalton y de otras voces cercanas para dibujar un tipo de imagen femenina poetizable y creíble, productora del texto por su mera existencia: «Que la batería desbarate tu potencia/ en tu cintura inenarrable/ porque finalmente y después de todo:/ este bólido, Lesbia, no carbura/ sin tus estrechos jeans a la cadera». Ritmo permanente, «ánima» viva y modernidad instalan, como nos enseñara el nicaragüense, su discurso en un escenario natural, cotidiano y profundamente nuestro. Hay piezas notables en este trabajo. Los párrafos VIII y XII del primer cuadernillo, el III y el V de Trickster, el V de Sí mismo son sólo algunos obviamente destacables. Y se reconocen aquí por el placer proyectado en su lectura y por el inmediato sentido estético que despierta en el lector. Invoca en el primero de los citados, «(Pobre Valerio Catulo)» se subtitula entre paréntesis, su propia imagen reflejada en la figura de aquel latino poeta: «A quien darán hoy tus versos, infeliz Catulo?/ Sobre qué muslos posarás la mirada? qué cintura rodeará tu brazo? (...) que tu cuerpo se habitúe a esa densa soledad absurda y prematura (...) Y que a nadie importe si se llamaba Denisse, Clodia o Valentina/ qué caso tiene pobre Valerio Catulo) qué caso tiene?». El poeta poblano disfruta del quiebre insolente y brutal y no trepida en incorporar el chiste como recurso. Pero con ello no viola los márgenes de la poesía; muy por el contrario. Siempre dentro de sus límites -¡de la imaginación y el sueño, diría Bachelard!- todos los elementos del corpus cumplen con la función primera que intuyó como resultado con anterioridad, huelga decirlo, a su escritura. Y el poema es la forma implacable que en sí mismo puede sostenerse como lectura: «Pasearás, Helena,/ por las anchas calles de Troya/ con Menelao del brazo (...) Y tú, Helena, sin embargo, cambiarías la gloria,/ la fama, incluso tu lugar en la historia,/ por empuñar, una vez más,/ la enhiesta lanza/ de este anónimo guerrero». Alí Calderón Farfán nació en Ciudad de México, en 1982. En la actualidad reside en Puebla. Fue becario de la Fundación para las Letras Mexicanas en poesía entre los años 2003 y 2004 y obtuvo anteriormente, en la categoría de ensayo, el Premio Interuniversitario del Estado de Puebla (2003). Licenciado en Lingüística y Literatura Hispánica, ha publicado artículos y poemas en las revistas Alforja, Luvina, Revista de Literatura Mexicana Contemporánea, Reverso y otras. Fue además antologado en la recopilación de poesía joven Más vale sollozar afilando la navaja (2004). Imago prima (2005) es su primer libro. |
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