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Mario Bojórquez, ganador de Aguascalientes 2007 |
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escribe Juan Cameron Los motivos del hombre, el viaje y la mágica gramática intuída por el hombre a través del juego, recorren los textos del más reciente poemario de Mario Bojórquez, quien obtuviera en febrero el Premio de Poesía Aguascalientes, constituyéndose a la vez en una de las mayores voces de la joven poesía mexicana en la actualidad. Pretzels es un título que llama la atención. El término alude a un atajo o túnel entre el tiempo y el espacio y puede interpretarse, de manera metafórica, como un puente entre el recuerdo y ese futuro representado en el progreso o la técnica que el poeta encuentra en un paisaje extranjero. Su autor, Mario Bojórquez, es una de las voces más prometedoras de la poesía mexicana reciente y lo confirma el hecho de haber obtenido la versión 2007 del certamen literario de Aguascalientes, el más importante y codiciado concurso del país azteca. Su obra, El deseo postergado, fue destacada entre numerosas contribuciones por un jurado integrado por Dana Galinas, su anterior ganadora, Víctor Manuel Sandoval, gestor del premio, y el conocido poeta Eduardo Langagne. El reconocimiento será entregado durante este abril, en el transcurso de la feria de San Marcos. El premio -que le fue otorgado por tratarse «de obra contundente y expresiva, cuya temática se sostiene con oficio y originalidad»- está dotado con 250 mil pesos mexicanos (25 mil dólares aproximadamente) y la publicación del libro ganador bajo el sello de la editorial Joaquín Mortiz. Al ser entrevistado a fines de febrero por el periódico El Universal, de Ciudad de México, luego de hacerse pública la noticia, manifestó que la poesía es una profesión de gran exigencia: desde que te levantas piensas en poesía, cada una de las relaciones de tu vida tienen un vínculo secreto con el arte; alcanzar el reconocimiento en mi país por un trabajo hecho en soledad en mi cuarto, es una enorme alegría para mí. La resolución del jurado, como ya es casi tradición en nuestra lengua, fue descalificado por algunos. Se observaba allí la participación de Langagne, vinculado con el ganador por motivos laborales. El comentario recuerda la afirmación -rayana en la imbecilidad- de un periodista santiaguino acerca del reciente premio Pablo Neruda otorgado por el Estado chileno a un poeta continental. Según éste el jurado, por presión de Roberto Fernández Retamar, había distinguido a una poeta desconocida y además cubana. Se trataba nada menos que de Fina García Marruz. Sabido es, por lo demás, que entre los poetas de primera línea siempre existe una profunda fraternidad; y el resto debe conformarse con la crítica. Dionicio Morales, poeta mayor del sur mexicano, ha dicho de él: Más que forma, encantamiento. Raíces musicales disgregadas en el severo espacio de la celebración que viaja de hito en hito a la canicular vendimia de la danza. Barro sabio y generoso moldeado en la precoz sabiduría del instinto al que Mario Bojórquez, con templanza, ciñe, aparca, en un desbordamiento sigiloso de palabras silencios, de palabras música. Pero Bojórquez no necesita de padrinos. Sus numerosos reconocimientos dan testimonio de un talento natural expresado en su más reciente trabajo, Pretzels. Este resulta un ejercicio de gran sensibilidad estética cuyo placer reside precisamente en la armonía del sonido, en su capacidad de connotación y en un indudable sentido de actualidad. La magia en Bojórquez surge del registro de un mundo que le es propio y sin embargo le sorprende: «¿Has visto aquel sonoro carretón de la niebla?» se pregunta en Lexington, pues «El casco del caballo hace chispas y el lujo/ de su testa adornada». Y ante el estante de una librería dice «Paso el dedo sobre los lomos de los libros/ (cuánta poesía ahí reunida)/ y el arpa de la lengua/ entona una canción de muchas voces». Mas luego serán la jungla y la memoria, la bicicleta y la ciudad visitada los motivos del canto: «soy animal, bramo/ soy un cuerno, penetro/ soy garra, tajo». Sobre el piso mosaico de este ajedrez transcurre su tiempo y su espacio. Para saltar de un escaque a otro muchas veces debe hallarse el necesario pretzel. Mario Bojórquez Güereña, alumno del Sistema de Universidad Abierta de la carrera de Lengua y Literatura Hispánicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, nació en Los Mochis, Sinaloa el 24 de marzo de 1968. Entre numerosos reconocimientos, ha recibido becas del Instituto Nacional de Bellas Artes, en 1992, de DIFOCUR-Sinaloa para Creador con Trayectoria, en 1993, del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, en 1994 y 1999, del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Baja California, en 1998 y del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Sinaloa, en 2002. A su vez obtuvo los premios Estatal de Literatura de Baja California (1990), Abigael Bohórquez (1995), Nacional de Poesía Clemencia Isaura (1995), Nacional de Poesía Enriqueta Ochoa (1996) y el ya citado Premio Nacional de Poesía Aguascalientes (2007). Ha publicado Pájaros sueltos (1990), Bitácora de viaje de Fórtum Ximénez (1993), Nuevas coplas y cantares del temible bardo Eudomóndaro Higuera alias el tuerto. (1995), Contradanza de pie y de barro (1996), Diván de Mouraria, (edición bilingüe español/portugués. México/Lisboa, 1999) y este reciente Pretzels (2005). Su obra ha sido traducida al portugués y al inglés y publicada en Portugal y Estados Unidos. Ha publicado una antología de poesía amorosa de Jaime Sabines y otra de Eduardo Lizalde. Actualmente se desempeña como editor asociado de la revista Biblioteca de México y coordina los talleres de Retórica de la Fundación para las Letras Mexicanas y de Introducción a la poesía, que imparte todos los jueves, hasta el 22 de mayo próximo, en la Casa del Poeta Ramón López Velarde, de la ciudad capital. |
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