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Semana trágica y no tanto |
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escribe Cándido Imposible abordar en esta columna un análisis en profundidad de la causas de este fenómeno, ínsito en la naturaleza de la sociedad norteamericana. Estados Unidos tiene el nada loable privilegio de ser, además del mayor destructor del ecosistema, el primer distribuidor de armas en el mundo, el más agresivo por su historial imperialista y el más autodestructivo a juzgar por las estadísticas de crímenes y violencia interna. Conquistó su independencia a bombazos, cimentó su expansión y poderío imperial por la vía de la conquista militar y la rapiña y todo indica que su final, bastante más próximo de lo que muchos expertos predicen, será también violento. Y no porque sea objeto de invasiones o agresiones militares externas, sino por el estallido de sus contradicciones internas. Un hecho de otra dimensión, pero reconfortante, fue la liberación de dos trabajadores de una empresa sueca de construcción, en Irán, encarcelados desde hace un año tras ser condenados por un delito de espionaje, que los inculpados negaron en todo momento. En todo caso tuvieron la infortunada y cándida ocurrencía de ir a fotografiar delfines en una zona militar del país en momentos en que este está en la mira de las cañoneras de Bush y frente a una campaña hostil de la comunidad internacional, en la que como siempre la llamada Unión Europea cumple el papel de furgón de cola. Tuvieron suerte de que el episodio no ocurrió en una base norteamericana donde habrían sido acribillados primero y después interrogados. Sorpresivamente y luego de hábiles gestiones del parlamentario Urban Ahlin, perteneciente a la socialdemocracia hoy en la oposición, fueron liberados por razones humanitarias según argumentó el presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad. Según el testimonio de los liberados, que causó visible desilusión en los periodistas que los entrevistaron, fueron tratados correctamente durante su cautiverio. Más honestos que los militares británicos, los trabajadores suecos Jari Hjortmar y Stefan Johansson, mantuvieron allá y aquí, esa afirmación. No han tenido el mismo trato los prisioneros Bush en Guantánamo. |
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