inicio | opinión | notas | cartelera | miscelanea sueca | suplementos | enlaces 06-Abril-2007

Movimiento mundial por la desmantelación de todas las bases militares
Contra el neoliberalismo y el neoimperialismo

 

Escribe Ernesto Tamara.

El pasado mes de marzo, ante la indiferencia de los grandes medios de comunicación, se acordó en Ecuador crear una red mundial por el desmantelamiento de todas las bases militares. En los últimos años, Estados Unidos ha incrementado su presencia militar -bajo diferentes formas- en toda la región.


Algunos analistas han comenzado a utilizar el concepto de "neoimperialismo" para definir la nueva estrategia de Estados Unidos para controlar y dominar el mundo, a través de la instalación de bases militares permanentes o transitorias que se crean con el supuesto objetivo de "ayudar" en determinadas circunstancias o entrenar personal local para diversas actividades.


Según datos recopilados por Chalmers Johnson en su obra 737 U.S. Military Bases = Global Empire, existían en el 2005, 737 bases militares de Estados Unidos repartidas en los cinco continentes. Estas tienen un valor aproximado de 127.000 millones de dólares. El total del personal militar estadounidense, incluyendo las bases de Estados Unidos, es de 1.840.062, apoyado por 473.306 empleados civiles del Departamento de Defensa y 230.328 empleados locales. El Pentágono es uno de los mayores terratenientes del mundo pues sus bases ocupan 12 millones 726 mil 668 hectáreas.


Pero estas bases que reconoce oficialmente el Pentágono no incluyen los llamados acuerdos de acceso y cooperación (denominados Puestos Avanzados de Operaciones o Centros de Seguridad Cooperativa) que ha permitido extender la presencia militar estadounidense a más de 1000 puntos en todo el planeta. Esa presencia no consiste solamente en soldados armados, sino que se disfraza con misiones de ayuda humanitaria, misiones médicas, misiones de construcción de escuelas, etc. que buscan ganarse a la población civil, como ahora mismo está sucediendo en Guatemala y otros países.


En América Latina, Estados Unidos intensificó la instalación de bases militares como en el caso de Manta (Ecuador), Tres Esquinas y Leticia (Colombia), Iquitos (Perú), Reina Beatriz (Aruba), Hato (Curazao) y Comalapa (El Salvador). Estas bases complementan el cerco de EE.UU. en el continente, que también incluye bases militares en Puerto Rico (Vieques), Cuba (Guantánamo) y Honduras (Soto de Cano). Además, Estados Unidos ha manifestado su intención de construir bases militares en Argentina (Tierra de Fuego), así como controlar la base de Alcántara en Brasil que el entonces presidente Henrique Cardoso había concedido y que el gobierno de Lula dejó sin efecto.


Además, existe un fuerte contigente de marines en Paraguay -en maniobras militares permanentes- y según versiones locales no admitidas por el gobierno argentino, otro contingente de soldados norteamericanos en las provincias de Entre Ríos y Corrientes, cerca de la frontera con Paraguay.


Para Perry Anderson, profesor del Departamento de Historia de la Universidad de California, Los Angeles (UCLA), y editor de la New Left Review, las bases militares norteamericanas constituyen la infraestructura estratégica fundamental de la potencia hegemónica.


En una charla organizada por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales -que dirige el argentino Atilio Borón- sostuvo que "las Naciones Unidas proveen una superestructura imprescindible de sus nuevas formas de dominación. Desde la primera Guerra del Golfo en adelante, la ONU ha funcionado como un instrumento dócil de sus sucesivas agresiones, manteniendo durante una década el bloqueo criminal de Irak, que ha causado entre 300 y 500 mil muertos, la mayoría niños, consagrando el ataque de la OTAN contra Yugoslavia, donde propició y sigue propiciando servicios postventas a los agresores en Kosovo, y ahora colaborando con los ocupantes de Irak para edificar un gobierno de marionetas norteamericanas en Bagdad, y coleccionando fondos de otros países para financiar los costos de la conquista del país".


"Hay ocasiones, aunque cada vez más raras, cuando la ONU no aprueba explícitamente los proyectos y decisiones de Estados Unidos en los que Washington toma la iniciativa unilateralmente, y entonces la ONU lo autoriza postfacto, como un hecho consumado. Lo que jamás acontece ahora es que la ONU rechaza o condena una acción estadounidense". El estudioso norteamericano subrayó además que "con la desaparición del campo comunista se desvanecieron también las inhibiciones tradicionales que condicionaban al Norte en sus relaciones con el Sur, y éste es el segundo gran cambio de las últimas décadas. Su expresión en el campo de la confrontación de ideas ha sido un creciente asalto contra el principio de la soberanía nacional. Aquí el momento decisivo lo constituyó la guerra de los Balcanes (1999). La agresión militar contra Yugoslavia lanzada por la OTAN fue abiertamente justificada como una superación histórica del fetiche de la soberanía nacional, en nombre de valores más altos, es decir, en favor de los derechos humanos. Desde entonces, un ejército de juristas, filósofos e ideólogos ha construido una nueva doctrina de "humanismo militar", buscando demostrar que la soberanía nacional es un anacronismo peligroso en esta época de globalización, y que puede y debe pisotearse para universalizar los derechos humanos, tal como estos son entendidos por los países mas avanzados y, por supuesto, ilustrados. Hoy, en Irak, vemos el fruto de esta "apoteosis" de los derechos humanos".


Así, en 2004, Anderson sostuvo que "he observado que el Foro Social y más generalmente los movimientos alterglobalistas han prestado poca atención al neoimperialismo, prefiriendo concentrar su fuego en el neoliberalismo. Sin embargo, hay un lema internacional movilizador muy sencillo que podrían adoptar. Este consiste en exigir el cierre de todas las bases militares extranjeras en todo el mundo".



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