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La guerra de Irak |
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escribe Cándido Organismos de Naciones Unidas han dado a conocer algunas cifras sobre las víctimas civiles de la guerra de Irak durante el año que ha terminado, que en una primera estimación alcanzan a 35.000 muertes y otros tantos heridos que por las características de su lesiones, la mayoría quedará con incapacidades de por vida. El comisariado para los refugiados calcula que unos 3,7 millones de irakíes han debido abandonar su país, de los cuales 2 millones hacia los países vecinos, unos 30.000 hacia Europa de los cuales la mayor parte, cerca de 9.000 han buscado asilo en Suecia. Cada uno de los socios de la Unión Europea, procura endosarle el fardo al vecino, en este caso los países ricos que además tienen fama de tontos, algo que no ocurre cuando se trata de recibir Fondos de ayuda o repartirse algunos de los bien pagados cargos de la corrupta y frondosa burocracia que pagamos en Bruselas los contribuyentes. Como no podía ser de otro modo en la libre economía de mercado predominante, cada pobre desgraciado, (el adjetivo no excluye que pueda ser económicamente solvente), ha pagado 25.000 dólares para su traslado y un suplemento variable, para continuar la ayuda en la gestión del asilo en el país de acogida, Suecia en este caso. Un negocio repugnante, como el de la droga o el tráfico de jóvenes prostitutas de los países pobres, de la Europa del Este principalmente, que en la época de comunismo estaban en las universidades o las fábricas y que al recuperar la libertad y la democracia capitalista, han pasado a ser carne de mercado en las capitales de Occidente, en manos de las ligas de proxenetas. Que, dicho sea al pasar, son perseguidos con menos ahínco que los que protestan contra los crímenes de la globalización neoliberal. Nada de esto era desconocido. Algunos antiamericanos nos hemos encargado de denunciar los daños colaterales, el cínico eufemismo con el que se alude a los inocentes que en Bagdad o en la localidad de Chorrillos, Panamá, han caído bajo las bombas que buscaban a Sadam Hussein o a Noriega, antiguos socios ambos, de la CIA, caídos en desgracia. Pero cuando un informe sobre el que la única posible falta de objetividad es que pueda quedarse corto en las cifras, pone de nuevo ante los ojos del mundo, la magnitud del crimen cometido por la pandilla que maneja a Bush y su vasallo Tony Blair, al mentir deliberadamente, sobre los motivos -armas de destrucción masiva- y los fines -instaurar la democracia en Irak- resulta más indignante. Así como también la complicidad de los gobiernos de la UE, que creyeron en la veracidad de las pruebas esgrimidas por los criminales- y de los periodistas que las justificaron y las vendieron a la opinión pública. Y la pregunta que inevitablemente se formula el mundo entero, tras ver la ejecución de Sadam Hussein y algunos de sus cómplices, es si será posible que no llegue también para ellos la hora de la justicia. |
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