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Ximena Rivera, Carlos Henrickson y Eduardo Jeria |
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escribe Juan Cameron Como un reflejo de estos tiempos, tres conocidos -y aún jóvenes- poetas porteños, publican sus correspondientes segundos libros hacia finales del año 2006. Con estas ediciones dan cuenta de una poética que rehuye a todo principio estético observado por las anteriores promociones; aunque al mismo tiempo rehuyen al facilismo extremo practicado por la nueva poesía santiaguina. En diciembre pasado, mucho antes del vastamente anunciado Poemas de Agua, de Ediciones Altazor, Ximena Rivera aparece con Una noche sucede en el paisaje, editado por Claudio Faúndez Ruiz bajo el sello de Ediciones Hormiga, Poetas de Valparaíso, Siglo XXI. Se trata de un elegante ejemplar, de buen tamaño (21,5 x 31,5 cms.) de 18 folios intercalados por hojas transparentes. Rivera ocupa el recurso de la prosa poética para intercalar versos de larga respiración en los que describe y se interroga sobre el sentido de la existencia: «Cosa valiosa esta la del pasar por el corredor a pie pelado y mirar un envoltorio de cigarros tirado debajo del mueble de los libros. Toda la habitación me llevó a recordar aquello que la habitación recuerda». Su trabajo, a pesar de continuar una línea similar a la de su primera publicación, nos deja sabor a poco. Debemos esperar el prometido libro para, con ambas publicaciones, tener una lectura más completa de esta poeta. Ximena Rivera Órdenes nació en Viña del Mar el día 3 de junio de 1959. Con anterioridad publicó Delirios o el gesto de responder (2001) editada por el Gobierno Regional de Valparaíso. Figura también en Antología de la locura, de Miguel Edwards (1994), Valparaíso/ versos en la calle (1995) y Breviario de las poetisas del litoral, ambos de Ennio Moltedo (1996), Valparaíso/ versos en la calle, de quien firma esta nota (1998), Historia de la poesía en Valparaíso, de Alfonso Larrahona (1999) y Recital Poetas en la Ciudad, de Arturo Morales (2002). El más reciente poemario de Carlos Henrickson lleva por título An old blues songbook, tal cual, en idioma inglés. Entregado por Ediciones del Temple, de la capital, fue entregado hace pocas semanas en un acto que tuvo lugar en La Chascona, la casa santiaguina de la Fundación Neruda. En sus 64 páginas (13,5 x 21 cms.) el trabajo se divide en tres cuadernillos con un total de 53 fragmentos o cantos. Hay en Henrickson una clara intención de romper con la cadencia fónica de las anteriores promociones, un rasgo común y abusado por los actuales poetas chilenos que denota en él, en su particular manera de ver las cosas, un conocimiento bastante amplio sobre nuestra lírica. Su contenido desgarro, legítimo por lo demás, se esconde en estos versos bajo la pátina, también, de la inteligencia: «De repente, frutos/ de la fiebre, bellos, intempestivos; de vuelta/ tu sueño, tu espalda, y así, de repente,/ la plena aparición de aquello que fuimos;/ fruto de la fiebre, patología,/ debilidad del cuerpo.» Más adelante señala la clave: «El gran tema de estas/ canciones es la victoria». Carlos Henrickson Villarroel, nació en Santiago el Santiago 31 de mayo de 1974. Ha publicado Ardiendo (plaqueta, 1991), Aviso desde Lota (tríptico, 1997) Y si vieras la mañana (cuentos y poemas, 1998) y En tiempos como éstos (cuentos, 2002) editado por el Gobierno Regional de Valparaíso. Es autor, además, de las valiosas recopilaciones Panorama de la poesía contemporánea de Valparaíso I, Revista Aérea (2004), Panorama de la poesía contemporánea de Valparaíso II, Revista Aérea (2005) y Selección de nueva poesía de la Región de Valparaíso, Trilce Nº12 (2005). Otro de los autores editados por el Gobierno Regional es Eduardo Jeria Garay, quien ahora entrega, por el sello de Altazor, Jardín Japonés (2006). Garay, Psicólogo de profesión y profesor de la Universidad Técnica Federico Santa María es además un activo promotor de las letras y en la actualidad participa en el Seminario de Reflexión Poética que se lleva a cabo en La Sebastiana, la casa porteña de la Fundación Neruda. En una escritura bastante autorreferente en la que a menudo se pregunta sobre el fenómeno mismo del escribir, Jeria se permite escapar de toda eufonía, sin considerar si, por causa de este buscado recurso, escapa también a la armonía. Al parecer el autor se interesa más por un ritmo interno, de baja frecuencia y referido al significado final que las palabras puedan otorgar a cada lector. Pero siempre pendiente la idea de que este poeta sustenta el fenómeno de la creación en una idea anterior a su realización; cuestión que, por lo demás, resulta una opción estética válida. Nos dice, a vía de ejemplo: «Escribo para dar punto final/ al poema que se repite desde siempre en mi cabeza./ para salir de la página,/ porque el verso es una cuerda sobre este infame abismo». Eduardo Jeria Garay nació en Valparaíso, en 1977. Ha publicado con anterioridad Persona natural (1999) y aparece en las recopilaciones Con la fe del iniciado de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica (1996) y 23 jóvenes escritores de Valparaíso, de Nancy Fuentes Correa (1998). Ha sido merecedor de la Beca Fundación Neruda (1996) y del Premio Gabriela Mistral (Santiago, 1997). Pero, en general, casi ninguna publicación aparecida durante el año 2006 nos conmueve o nos impele a repetir algunos versos de memoria. Son los tiempos; la poesía chilena, sobre todo la más reciente, ha sido victimada por un ombliguismo extremo; cuando no (y no es el caso de los autores acá referidos) por la búsqueda de lo obvio, de lo insultante, del recurso fácil para el aplauso y la admiración de un público por lo demás ignorante. Es reflejo de una sociedad que se encamina, paso a paso, hacia una implacable barbarie. |
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