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¿Y después de Sadam Hussein, quiénes?

 

escribe Cándido

Con la solvencia que le acredita su profundo conocimiento de los problemas contemporáneos y especialmente del mundo islámico y con su reconocida probidad intelectual para enfocarlos, Robert Fisk ha publicado dos artículos en The Independet y otros medios, recogidos también en www.rebelion.org, a propósito de la ejecución de Saddam Hussein. Su lectura resulta imprescindible, sobre todo como contrapeso a la cobertura que la prensa occidental ha realizado sobre el mismo acontecimiento.

Tras desvelar con rigor las estrechas relaciones entre el ex dictador iraquí y gobernantes occidentales, especialmente de Estados Unidos principal responsable de su ejecución, plagada de ignominia, de la perversidad propia del terrorismo de Estado, según se ha sabido poco después, Fisk se hace eco de la pregunta que se formulan millones en todo el mundo sobre qué pasará con los otros culpables. Una pregunta que, pronostica, sin equivocarse, no aparecerá en los medios del mundo occidental. Y, naturalmente, surgen los nombres de George W.Bush y Tony Blair, (Aznar, Berlusconi, Howard etc. son malandrines de menor categoría, aunque no menos dañinos). Su delito, haber desatado una guerra sobre la base de un cúmulo de mentiras montadas con esa finalidad, que ha dejado ya un saldo de víctimas, la mayoría civiles, mucho mayor de las causadas por Sadam Hussein. Un crimen que no puede quedar impune. Una guerra que significó dar una patada al frágil tablero de la legalidad internacional. Y abrir las puertas al todo vale que destruye la convivencia civilizada, más necesaria que nunca en un mundo múltiple, amenazado por problemas comunes. A las viejas atrocidades del Estado de Israel contra el pueblo palestino se han ido sumando otras y nadie tiene, en el supuesto de que haya voluntad política, autoridad moral para detenerlas. Y esta ley de la jungla entronizada en las relaciones internacionales, ha destruido también, dictadura del mercado mediante, el tejido social al interior de cada país. Y es aquí donde entra a jugar la responsabilidad de los cómplices.

Los gobernantes de la Unión Europea, y el formidable aparato mediático del sistema, prácticamente manejado por los bien pagados columnistas neocon, siempre prontos para otorgar certificados de democracia o dictadura desde su visión maniquea del mundo, no condenadaron a los responsables de estos crímenes. Su complicidad con los horrores perpetrados en Guantánamo y la prisión de Abu Ghraib, aprobados por Bush, Rumsfeld, Cheney, los coloca en la mira de la justicia. Es posible que Rumsfeld sea el primero en ser llamado a juicio. Más temprano que tarde, alguna forma de justicia caerá sobre ellos. Sobre los responsables directos, nombrados líneas arriba, ya ha sido dictada la condena por sus respectivos pueblos. Y por los pueblos del mundo. Sólo arrastran su agonía. No es descartable que otra forma de justicia, que los juzgará con garantías que el exdictador iraquí no tuvo, les pida cuentas. Muchos tiranos que se creyeron impunes han tenido una amarga sorpresa. Para los cómplices intelectuales, el más profundo desprecio.



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