El sábado pasado se publicó la foto del regreso de uno de los mineros chilenos a su hogar, el saludo de los vecinos y parientes. La imagen es casi una bofetada de realidad. Viviendas precarias, globos en ventanas y puertas precarias, sillas de plásticos, en fin la pobreza de todos los días. El choque emocional entre la realidad de la pobreza cotidiana, donde no recibirán alimentos ni ayudas a través de un túnel, y la atención y publicidad que recibieron de los medios de comunicación, puede ser muy grande.
Los médicos que dieron el alta a la mayoría de los mineros rescatados de la mina San José, estaban preocupados. Tienen miedo que el asedio de la prensa, la extrema exposición mediática a la que los medios los someterán de inmediato -la noticia es ahora- puede provocar efectos negativos en personas que no están acostumbradas a esa presión. De hecho, uno de los mineros, el más expresivo y considerado el ”showman” de las transmisiones desde 700 metros de profundidad, ha permanecido algunas horas más que el resto en observación, víctima del stress.
Los médicos querían más tiempo para evaluarlos y contenerlos, sin embargo, parece difícil abstenerse de la presión de la Presidencia de Chile, que ya les organiza festejos, partidos de fútbol, y mientras la gran prensa ofrece miles de dólares -el salario de muchos meses de trabajo normal- para entrevistas exclusivas ahora, mientras el fenómeno mediático del rescate permanece en la atención mundial.
El presidente Sebastián Piñera montó su show y lo aprovecha a toda velocidad. Como propietario de un canal de televisión sabe que las noticias de impacto tienen fecha de caducidad. A su vez los mineros necesitan capitalizar el sufrimiento, los 70 días de encierro, para obtener algún dinero. Y no se trata de egoísmo ni oportunismo: la mina en la que trabajaban se declaró en quiebra.
Y hay que apurarse, el viernes pasado, 20 mineros murieron en una explosión en una mina en China, otros cuatro quedaron atrapados en otra mina en Ecuador, y otros tantos en una mina en Colombia. Las cámaras de televisión pueden saltar a otra tragedia.
Sólo unos pocos compañeros de trabajo de la mina hoy clausurada tienen ya otro trabajo. La mayoría espera. El mismo destino les espera después de sobrevivir al desastre. A algunos sobrevivientes ya les han ofrecido empleos en compañías de transporte, pero el salario es menor que el que ganaban antes en la mina. Otros quieren seguir siendo mineros -algunos son mineros de segunda y tercera generación en la familia- y como todo ser humano, no quieren o se resisten a salarios más bajos.
Según datos del gobierno, de los 248 empleados del yacimiento San José, propiedad de la empresa San Esteban, sólo 44 han obtenidos otro trabajo. 11 de ellos en otras compañías, y 33 en tareas administrativas de la empresa, en un programa establecido por el gobierno.
Javier Castillo, dirigente sindical de la empresa San Esteban, recuerda que el salario de los mineros del yacimiento San José, era de unos 750 euros al mes. “No nos acostumbramos a vivir con menos” comentó. El salario mínimo en Chile es de aproximadamente 250 euros.
Así las cosas, poco quieren cambiar de oficio. Esperan seguir siendo mineros, con más seguridad en los yacimientos. Así lo ha contactado el Ministerio de Trabajo. La mayoría quiere seguir en minería y eso ha dificultado su rápida recolocación. «Hemos contactado con empresas de transporte, pero a los mineros no les ha interesado porque la remuneración fuera de la minería es mucho más baja», afirma el viceministro de Trabajo, Bruno Baranda.
El domingo, cuando algunos de los 33 rescatados volvieron al campamento “La Esperanza” -donde se hacía la vigilia al frente de la mina- se encontraron con una manifestación de los mineros despedidos.
Mientras los rescatados participaban de una misa de acción de gracias, los manifestantes, sus ex compañeros, protestaban con pancartas y después chocaron con la policía.
«San Esteban, no somos 33, somos 300», «Piñera para el show», «70 días sin trabajo y sin dinero», «Refugio Esperanza, los desamparados», se podía leer en algunas de las pancartas que portaban los mineros que tras el derrumbe se han quedado en el paro. Las familias que protestaban afirmaron que se quedarán en el que ya llaman campamento Villa Esperanza II hasta que se les dé una solución.
Accidente previsto
Aunque suene repetido, el accidente de la mina San José, era una crónica anunciada. Javier Castillo, dirigente sindical de la empresa propietaria de la mina recordó que a finales de 2006 el yacimiento contaba con tres muertes en su historial. Los sindicatos consiguieron su cierre, pero sólo por cinco meses, desde enero de 2007 hasta mayo de 2008 cuando el Gobierno de Michelle Bachelet autorizó su reapertura.
Los accidentes siguieron registrándose. Según Castillo, «el 30 de junio nos presentamos en el Parlamento ante la comisión de Trabajo. El primero de julio lo hicimos ante el ministro de Minería. Dos días después, el sábado 3 de julio, el compañero Ginés Cortés perdió su pierna en esa mina. Y el 5 de julio volvimos al ministerio de Minería. No nos atendió ni el ministro ni su jefa de Gabinete. Entonces conversamos con la secretaria del jefe de Gabinete, le contamos la historia de la mina y le informamos del último accidente». Y el 5 de agosto se produjo el derrumbe. «Ahora, el presidente ha dicho que esto va a cambiar. Pero no ha dicho cómo», subrayó.
Al salir de su encierro de 70 días bajo tierra, el minero Edison Peña, pidió que «esto no pase nunca más». «Quiero que esto no pase nunca más ni en mi país ni en el mundo, tras ser rescatado el pasado 13 de octubre.
«Tuvo que pasarnos a nosotros esta tragedia, que creíamos que íbamos a morir, para que después ahora vean la parte de seguridad», dijo Peña en frente de su hogar, luego de salir del hospital de Copiapó.
Poco después, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, anunció que revisará la ley de trabajo y que nunca más se permitirá que se trabaje en condiciones tan inseguras e inhumanas. También pidió reorganizar el Servicio Nacional de Geología y Minas (Sernageomin).
«Nunca más en nuestro país vamos a permitir que se trabaje en condiciones tan inseguras y tan inhumanas como se trabajaba en la mina San José y en muchos otros lugares», indicó el mandatario después de reunirse con los 33 mineros.
«Vamos a adoptar en plenitud los estándares de los países desarrollados. Si Chile quiere ser un país desarrollado no es solamente poder sentarse en la misma mesa con los países de Europa, es también tratar a nuestros trabajadoras y trabajadores como si fuéramos un país desarrollado», apuntó.
Sin embargo, Piñera no adelantó si ratificará el convenio 176 de la Organización Internacional de los Trabajadores (OIT) que posibilita a los trabajadores mineros participar en los debates sobre seguridad en las minas.
«De la palabra de un presidente no debería dudarse. Son palabras de buena crianza. Pero nosotros queremos hechos. Y lo primero que debería hacer el presidente es aprobar el convenio 176 de la OIT sobre seguridad en las minas. Ese convenio nos otorga el derecho a compartir la información de la mina, a participar en decisiones y, sobre todo, a paralizar las explotaciones inseguras. En Chile se ve el tema de la paralización como una restricción al mercado. Y ese es el gran problema».
El planteo de reorganizar el Servicio Nacional de Geología y Minas (Sernageomin) estaba en la opinión pública desde el mismo día del accidente. Entonces, el Sernageomin, organismo encargado de la supervisión, reveló que no reparó en la falta de condiciones de seguridad y aseguró que por falta de recursos no se pudo contratar fiscalizadores para inspeccionar la mina.
Así, según anunció el gobierno, el próximo 22 de noviembre, una comisión especial de seguridad en el trabajo, presidida por la ministra del Trabajo Camila Merino, debe entregar sus conclusiones sobre qué medidas deben ser tomadas para mejorar la seguridad minera.
El sector minero en Chile es un punto clave en la economía del país, porque agrupa a alrededor de tres mil 500 empresas y más de 174 mil trabajadores. En 2009 esta área representó el 15,5 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) y el 57,8 por ciento de sus exportaciones.
La cordillera de los Andes, en su parte chilena, esconde un 38 por ciento del cobre mundial, riqueza que ha atraído la atención de grandes empresas del mundo como Soquimich, Minera Teck Cominco, BHP Billiton, Xstrata Cooper, Minera Escondida o Doña Inés de Collahuasi, empresas que ofrecen salarios que triplican al promedio nacional.