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23 al 26 de mayo de 2002 |
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Escribe Angela García En alguno de sus ensayos sobre la poesía hispanoamericana, recogidos en La Máscara, la transparencia, Guillermo Sucre cuenta que en 1844, hablando sobre la poesía de América, Emerson con tono profético sostenía que el nuevo poeta americano era visionario y constructor del nuevo mundo. Concretamente Emerson se refería al panorama con el que contemporizaba y en especial a la presencia de ciertos poetas coetáneos suyos, Withman entre ellos. Es esta la característica indicadora de la intemporalidad de la poesía, siempre anunciando nuevos mundos, pero también fundándolos, sin dejar de ser antigua siempre moderna Ocurre que en algún momento de su vida, más tarde o más temprano, un hombre cualquiera siente la urgencia de restituír sus sentidos y abandonarse a la pasión de crecer con la vida como un granado loco y testimoniar esta experiencia. Surgida de este pálpito original de la existencia, llega una nueva lengua capaz de compartir con los otros el mismo sentimiento de humanidad, capaz de dar un sentido más puro a las palabras de la tribu, de nombrar no el mundo que existe, sino el que debiera existir, un lenguaje del alba. Haciendo una interlocución con Huidobro, nos atreveríamos a afirmar que esta es, en efecto, la lengua franca. Lo que Huidobro proponía, creo yo como ejercicio del lenguaje, escribir en otra lengua que la materna, buscaba la creación de una lengua alternativa sin fronteras. Pero en el fondo de esta sugerencia estaba su deseo de probar que hay ese lenguaje universal para el poema, subyaciendo en la diferencia de los idiomas, aquel modo de descubrirse y descubrir el mundo que pasa por un ritual personal y mágico si se quiere. También en el lector hay esa prueba de transformación. Nunca se es un lector pasivo, la íntima comunidad con el poeta o el escritor es señal de la fuerza de la obra. La crítica suele contraponer tendencias, corrientes, estilos, temas, pero a la postre el único resultado natural, visibles todos los contrastes, es la complementariedad de voces ajustando la unidad de la obra poética universal. Lao-Tsé o Safo; Quetzalcoátl o Baudelaire; San Juan de la Cruz o Quevedo; Hölderlin o Rimbaud; Novalis o Pessoa; Basho o S. Sengor; Maiakosky o Elytis; Bellman o Breton; Cioran o Whitman; Martí o Rubén Dario; Borges o Neruda de algún modo contrapuestos hablan el lenguaje diverso del cuerpo y el universo, el canto o los espejos; la sangre o el tiempo; Dios o la historia. Ejercen el vitalismo o la alquimia verbal, proponen lo imaginario o lo necesario en la experiencia humana, la rebeldía y la utopía. La relación entre poeta y poesía es dolorosa, Borges decía que sus instrumentos eran la angustia y la humillación. Uno entiende que hay una pugna entre el tiempo y la eternidad, entre el presente y el devenir que generan en el territorio del cuerpo la sensación de ardimento. Y en ello la experiencia del individuo en relación con el mundo inmediato, con su tiempo. En otras palabras, es imposible eludir la historia. Por más que sea ella la gran farsante cada hombre está comprometido con ella. Este tipo de consideraciones nos llega en la lectura poética, pero se vuelve más actual y colectiva en eventos como el que vivimos esta semana en Malmö y que seguirá en Bremen, y en otras ciudades del mundo, grandes y pequeñas como Medellín (Colombia), Costa Rica, Porto Santo (Portugal), Dresden o Berlín. Las Jornadas Internacionales de Poesía en Malmö, empezaron el pasado 23 de este mes y concluirán el 26. Poetas de Alemania, Argentina, Chile, Dinamarca, España (País Vasco y Cataluña), Finlandia, Francia, Gran Bretaña, Guatemala, Holanda, Italia, Latvia, México, Portugal, Siria y Suecia podrán ser escuchados a lo largo de una decena de lecturas en lugares como Malmö Stadsbibliotek, Jeriko, Panora, Gregers Antikvariat y otros. Información general Participantes Música de: |
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