inicio | opinión | notas | cartelera | miscelanea sueca | suplementos | enlaces 16-Sept-2005

El misterio del 11 de septiembre

 

Escribe Roberto Castellanos.
A cuatro años de los atentados del 11 de septiembre, un manto de misterio ronda esos ataques, para muchos planificados o al menos permitidos por el gobierno del presidente de Estados Unidos, George W. Bush. El último en apoyar esa hipótesis fue Morgan Reynolds, ex economista jefe del Departamento del Trabajo durante el primer mandato de Bush. Según Reynolds, la versión oficial sobre el colapso de las Torres Gemelas es falsa porque fue una demolición controlada.


"La teoría del derrumbe dada por el gobierno es altamente vulnerable de por sí. Sólo una demolición profesional parece explicar toda la gama de factores asociados con el derrumbe de los edificios", destaca.
Ese criterio es respaldado por Andreas von Bulow, ex ministro de Defensa y de la inteligencia alemana, para quien los atentados fueron obra de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).


Fue una operación encubierta para lavar el cerebro al pueblo norteamericano, y de esa forma influir, en un largo conflicto, señaló en una reciente entrevista.


Los críticos señalan varios puntos que cuestionan la veracidad de la versión oficial como la estricta orden de silencio ordenada a los bomberos de Nueva York y a la Administración Federal de Aviación (FAA, por sus siglas en inglés).


Además, los edificios cinco y seis del World Trade Center (WTC) sufrieron incendios de consideración, no se derrumbaron, a pesar de que tenían vigas de acero mucho más finas que las Torres, pero no ocurrió lo mismo con el número siete, que fue afectado por un fuego relativamente pequeño.


Tras el siniestro, la Agencia Federal para el Manejo de Emergencia sacó la estructura de acero de los edificios antes de que pudiera ser analizada, pese a que las leyes establecen que la evidencia de la escena de un crimen sea guardada para un estudio forense.


"Ningún rascacielos con armazón de acero, ni siquiera si está envuelto en llamas durante horas y horas, jamás se había derrumbado anteriormente. De repente ocurren tres sorprendentes derrumbes en unas pocas manzanas urbanas durante un solo día, dos de ellos supuestamente alcanzados por aviones, el tercero no", dijo Reynolds.


Destaca que la Administración nunca mostró "restos de importancia de ninguno de los cuatro presuntos aviones de ese aciago día".


Otra prueba más que esgrimen los escépticos de la versión oficial es por qué no se encausó al arquitecto Aaron Swirski y al ingeniero Lee Robertson, que formaron parte del equipo constructor de las Torres, y quienes declararon tras los ataques que esos edificios eran a prueba de Boeing.


Aunque existen numerosos puntos débiles, Washington insiste en presentar los ataques como obra de un grupo de 19 terroristas, miembros de la red Al Qaeda, dirigida por el saudita Osama bin Laden.
Ante las sospechas y la incertidumbre sobre cómo ocurrieron los atentados, 100 personalidades políticas, sociales, científicos, empresarios y artistas, así como 40 familiares de las víctimas rechazaron la versión oficial y exigieron una nueva investigación.


La lista de los firmantes de esa Declaración incluye al ex candidato independiente a la Casa Blanca Ralph Nader, y Daniel Ellsberg, ex alto funcionario del Pentágono que reveló documentos secretos del gobierno sobre las mentiras que condujeron a la guerra de Vietnam.


En la carta, los signatarios llaman la atención sobre varias irregularidades y piden explicación sobre numerosos puntos aún no esclarecidos.


¿Por qué las baterías coheteriles y la defensa antiaérea oficialmente desplegada alrededor del Pentágono no fueron activadas durante el ataque?


¿Por qué los servicios secretos autorizaron a Bush a proseguir su visita a la escuela primaria sin preocuparse manifiestamente por su seguridad ni por la de los escolares?


¿Cómo es posible que absolutamente nadie haya sido licenciado, sancionado o condenado por la total incompetencia manifestada aquel día?


Esas son algunas de las interrogantes que se hacen esas personalidades.


En su libro la Gran Impostura, el periodista francés Thierry Meyssan asegura que ningún avión se estrelló contra el Pentágono ese día.


Para justificar su afirmación, Meyssan resalta que la FAA y el ejército, pese a sus potentes radales, no lograron detectar el Boeing 757-200 del vuelo 77 de American Airlines.


Tampoco reaccionó el dispositivo antiaéreo del Pentágono, que comprende cinco baterías antimisiles y cazas estacionados en la base presidencial Andrews, aunque el avión recorrió más de 500 kilómetros durante 40 minutos que duró el secuestro, según datos oficiales.


El periodista resalta en su libro que la aeronave se estrelló contra una fachada de la sede del Departamento de Defensa (que estaba siendo reparada), aunque era más fácil y causaba mayor daño hacerlo contra el techo.
"El avión se acercó repentinamente al suelo, como para aterrizar. Manteniéndose en posición horizontal, descendió casi a la vertical, sin dañar las farolas de la autopista que bordea el aparcamiento del Pentágono, ni siquiera rozándolas", agrega.


Al ser interrogado un día después del trágico incidente, el capitán de bomberos del condado de Arlington, Ed Plaugher, afirmó que no vio ni un solo trozo del avión durante las labores de remoción de escombros.
Para el estudioso, fue un misil del ejército norteamericano fue lo que impactó contra el Pentágono.


"El artefacto penetró en el edificio sin causar daños importantes en la fachada. Atravesó varios anillos del Pentágono, abriendo un agujero cada vez más ancho", lo cual es imposible de hacer con un avión señala.
Otras de las cuestiones que quedan si aclarar es cómo fueron identificados los terroristas.


Lo más impresionante, subraya, es que en las listas de víctimas publicadas por las compañías aéreas no aparecen los nombres de los supuestos perpetradores.


Stanley Milton, abogado de los familiares de las víctimas que entablaron juicio contra George W. Bush por el 11/9, fue más allá al afirmar que el mandatario dio la orden de ejecutar la acción.


A cuatro años de esos atentados, muchos intentan desenredar la madeja que cubren los hechos: interrogantes sin contestar, conclusiones falsas o en el mejor de los casos erróneas, documentos clasificados y declaraciones que difieren de la realidad.



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