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El Tío transformado en kachachola (chola hermosa)

 

escribe Víctor Montoya

Dentro de poco Estocolmo se vestirá de fiesta le comenté al Tío. Se realizará la Marcha del Orgullo Gay, donde se darán cita los mariquitas, las marimachos, los travestís y bisexuales. Y, como todos los años, no faltarán las drag-queens (transformistas), luciendo lo mejor que llevan en el cuerpo y en el alma.

El Tío giró la cabeza y quedó mirándome, como haciéndose el sueco siendo diablo. Luego cruzó los brazos y dijo:

Yo también me engancharé en la marcha gay, metamorfoseado y con la wiphala en mano.

¡¿Con la wiphala en mano?! cuestioné levantando la voz. Los indigenistas te cortarán los huevos por confundir la wiphala con el emblema de los gays y, de pasadita, las malas lenguas dirán que, en lugar de ir a la procesión de la Virgen de Copacabana, te fuiste al festival de los homosexuales.

Hay que dejarlos hablar dijo el Tío, con serenidad asombrosa. Perros que ladran, no muerden. Además, como todo buen diablo, siempre tome partido por la causa de los excluidos en la sociedad capitalista, machista, racista y...

¿Y cómo te camuflarás en la marcha sin que nadie se dé cuenta de que eres el mismísimo Tío?

Fácil, muy fácil replicó.

Supongo que no te aparecerás con tu facha de Tío ni tu traje de Lucifer, ¿verdad?

¿Cómo se te ocurre pues, carajo? Sería un espantajo y tanto los mariquitas como las marimachos me matarían con su pura mirada. Así que haré un click con los dedos de la mano y me transformaré en kachachola. Sólo entonces me apareceré en la marcha gay con un buen wallakkiri (caminar provocativo), dejando una estela de formas y colores a mi paso. Seré la dragqeen más atractiva del año.

¡Ah, sí! le dije. Entonces te lucirás con chaqueta y polleras bordadas, mantilla de vicuña, botas de media caña, sombrero Borsalino y joyas en las manos, las orejas y el cuello.

El Tío enseñó los colmillos, redujo la voz a un tono más bajo y describió cómo será su vestimenta de pies a cabeza:

Mi sombrero Borsalino, color castaño oscuro, estará hecho de fieltro de conejo; mi blusa de seda tendrá el escote pronunciado, las mangas cortas y el talle ceñido a mi cintura de avispa; mi chaqueta, que hará juego con mi pollera, será de seda floreada y el pecho estará adornado de encajes y grecas; mi mantilla de vicuña, prendida sobre mi hombro con un topo de oro y piedras preciosas, será el distintivo de mi cholaje; mi pollera de terciopelo será mini, en tono de rosa clavel, con alforzas plisadas en el vuelo, estampados de flores y aves bordadas con hilos de seda y adornadas con lentejuelas, chaquiras y perlas; mis hermosas piernas lucirán medias de seda japonesa color carne y mis botines de media caña serán de cabritilla, con tacón alto y abotonadura a los costados. Además, para darle un toque de elegancia y encanto a mi vestimenta de kachachola, luciré joyas de fina orfebrería, trabajadas en oro y plata; mis aretes tendrán incrustaciones de valiosa pedrería, desde zafiros, esmeraldas y diamantes; en tanto mis collares, trabajados con la delicadeza de la filigrana, ostentarán motivos de la tierra andina. Así que el inusitado destello de mis aretes y collares, junto a mis trenzas, apretaditas y bien agarradas, resaltarán no sólo el brillo de mi presencia, sino también el gusto y la combinación de mis quereres. Algo más, como todo atributo de mujer coqueta, tendré las uñas laqueadas, la cara cuidadosamente maquillada, las pestañas alargadas con rimel y los labios sensuales, carnosos y remarcados por un color escarlata. Y, a modo de ponerle el punto en la i, llevaré en mi cartera condones y vibradores para distribuir entre las mujeres ardientes y los arrechos por naturaleza.

Serás la fresa en la torta le dije esbozando una sonrisa pícara. Pero no has dicho una palabra sobre cómo será tu ropa interior. ¿No llevarás tangas o bombacha?

Por su puesto que sí dijo con voz amanerada. ¿Tú crees que soy una cualquiera, capaz de exhibir así nomás mis encantos? Por sí no lo sabías, te anticipo que no llevaré una simple tanga metida en mi..., sino una bombacha de dos cuartas, algo que me ayude a disimular el enorme animal que cargo entre las piernas, para que a nadie le pase lo que me pasó en el Carnaval de Oruro.

¿Qué te pasó, pues?

Cuando le metí mano a uno de esos travestís, quien bailaba disfrazado de china morena, dibujando círculos en el aire con su mini-pollera, en lugar de tocar una ranura, me encontré con dos huevos y un chorizo.

Lancé una risa contenida. Luego volví a la calma y pregunté:

¿Y si alguien se confunde igual contigo y, creyendo que eres mamacita, te mete mano?

Se llevará un tremendo chasco, pues confundir al Tío con un travestí, que baila como hembra atrapada en cuerpo de macho, es lo mismo que confundir la epístola con la pistola del diablo.

Asentí con la cabeza y me quedé pensando un instante en que no debe ser fácil tener semejante animal entre las piernas y hacerse el travestí. Pero claro, como el Tío tiene la facultad de transformarse en lo que quiere, nadie se dará cuenta de su verdadera esencia de diablo, y menos las dragqueens, quienes lo recibirán con los brazos abiertos y una lluvia de besos.

¡Ah! le dije, recordando un detalle importante. Si los músicos no tocan morenadas, diabladas ni kullawadas, como los tamboreros y lataphukus del Carnaval de Oruro, ¿cómo marcarás los pasos y harás las figuritas y piruetas?

Fácil, muy fácil contestó el Tío. Marcaré los pasos con el ritmo que llevo en el cuerpo y con la música que corre por mis venas. A mí no se me igualan las danzarinas de samba ni las reinas de la salsa. Yo mismo tararearé la música y bailaré con garbo de chola chuquisaqueña, con donaire de chola paceña, con belleza de chola tarijeña, con dulzura de chola cochabambina, con orgullo de chola potosina y con audacia de chola orureña. Yo tendré una gotita de todas ellas, seré la combinación perfecta de la kachachola boliviana.

¿Y qué harás cuando llegues a la altura donde yo esté sentado como un simple espectador, agarrado de mi botella de Singani y mi cajita de cervezas?

Sólo para demostrarte que soy capaz de atraer la mirada de los machos como imán y provocar fuertes erecciones, marcaré los pasos con gracia y elegancia, como las chinas morenas en el Carnaval de Oruro. Los seduciré con el sensual movimiento de mis hombros, con el bamboleo de mis tetas y con el ritmo de mis caderas que, acompañados por el meneo de mis retrepadas nalgas, darán un vaivén a mis polleras cuyos adornos de flores y pájaros se moverán en un frufrú cada vez que mi contoneo deje babeando a los suecos, quienes jamás vieron a una kacha-chola moviéndose como una diosa, con la belleza de su rostro, la armonía de su cuerpo y enseñando el trasero hasta la espalda...

¿Y la wiphala? pregunté.

Con la wiphala, cuyos colores se parecen a los del emblema de los gays, formaré un hermoso arco iris en los cielos de Estocolmo...



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