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Para comprender La Ley de la Selva |
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escribe Juan Cameron La estricta formación moral propuesta por Rudyard Kipling es un reflejo de su época. En la actualidad, esta concepción unitaria entre política y moral constituye un oxímoron o, cuando menos, una justificación ingenua de la dominación del mundo. Muchos autores, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX, ven en Rudyard Kipling al vocero del más violento capitalismo anglosajón. El costarricense Rodrigo Quesada Monge califica su obra como el enfoque providencialista del imperialismo británico, sobre la obligación de los pueblos colonizados de pagar por los beneficios que reciben del poder imperialista. Sin embargo, podemos ahora afirmar, Kipling actuó siempre de acuerdo a su conciencia. Su visión del entorno y el afán de conquista corresponden al más rancio liberalismo europeo y al pensamiento y la política propia de la época victoriana. Es, por tanto, un hombre de orden, libre y jerárquico a la vez, dispuesto a educar a sus semejantes en los más altos valores del espíritu, dentro del mundo que él considera perfecto. Este modus vivendi lo señala como norma -un peculiar Arte Poética- en su texto Si... Una serie de consejos al modo de Si puedes conservar tu cabeza cuando a tu alrededor todos la pierden y te cubren de reproches// o Si puedes esperar y no sentirte cansado, se proponen como un medio para transformarse en individuo y, a partir de allí, conquistar la Tierra. En su novela, Kim de la India, de 1901, el autor inglés reafirma el crecimiento individual para luego servir a lo colectivo. El personaje, hijo de un soldado y de una sirviente irlandeses, nace -como su autor- en la India, Tras convertirse en un shela, discípulo de un santo tibetano, va en busca del río sagrado y, en este peregrinar conoce a Mahbud-Alí. Este afgano lo vincula al servicio secreto inglés, a cuyo servicio, Kim, aplica los conocimientos de su maestro en beneficio de la corona británica. Kipling perteneció a esta institución en calidad de honorable miembro correspondiente, una condición que, señala Gabriel Veraldi en La novela de espionaje, iba del santo al crápula, del glorioso intelectual al obrero ilustrado y se trataba de agentes voluntarios no retribuidos, quienes actuaban por mera convicción. Según André Maurois, estamos ante el mayor escritor inglés de nuestra generación y el único escritor moderno que ha creado verdaderos mitos perdurables. Tal vez el novelista francés intuía las claves tras esa extensa obra, en la cual destaca El Libro de las tierras vírgenes. Esta obra, señalada como literatura infantil o juvenil, conforma un sistema pedagógico de carácter valórico, aunque también encierra esa metáfora referida a prácticas más allá de lo literario o simplemente político: Es la hora del orgullo y la fuerza,/ garra, colmillo y zarpa,/ ¡Escucha la llamada! ¡Buena caza/ para todos los que guardan la Ley de la Selva! En tal enseñanza el autor recomienda no ser como los monos, quienes roban las palabras oídas al pasar y carecen de líder y de memoria. Similares a los gobiernos transitorios saltan sobre los templos que habitan sin reconocerlos. Individuos curiosos, carentes de perseverancia, débiles frente al fuerte y fuertes frente al débil, representan el estereotipo del necio. ¿No es acaso la imagen de los pueblos «no desarrollados? La búsqueda de la verdad es, sin embargo, una constante en su obra. Quien la halle conquistará la tierra. La definición de aquella está en el texto La Ley de la Selva: «tan antigua y tan cierta como el cielo» (el cosmos) y el lobo que la observe prosperará. Pues como la enredadera que se enrosca al tronco del árbol/ la Ley lo abarca todo./ Porque la fuerza de la manada está en el lobo, igual que la fuerza del lobo está en la manada. La pregunta es: ¿Quienes constituyen la manada? La disciplina del secreto y la discreción, son también valores constantes. Si haz de cazar antes de la medianoche, nos indica, hazlo en silencio para no despertar a los otros ni a las presas, pues de lo contrario tus hermanos no tendrán para comer. Es decir, además de ser generoso con quienes corresponde, practica la caridad; y nunca, nunca, mates al hombre. La concepción del mundo de Rudyard Kipling señala, evidentemente, que la vía para el desarrollo los pueblos es la educación, el respeto a la vida y el principio de igualdad. A nivel político sostiene que la responsabilidad del hombre «civilizado» reside en hacerle comprender a los otros la equivocación en admirar el brillo sobre la superficie y no el verdadero orden del mundo; es necesario convertir al necio en magnánimo. De tal modo, desde su punto de vista moral (y político), su literatura cumple con el objetivo propuesto: el de entregar un mensaje en pro del desarrollo armónico de la humanidad. Kipling nació en Bombay en 1865. A los seis años de edad es enviado a Inglaterra. En 1882 regresa a la India para trabajar en la Civil and Military Gazette de Lahore, publicando sus primeros libros entre 1886 y 1889. Sus historias sobre la vida de los ingleses en las colonias acrecientan su fama literaria. Luego viaja al Asia y a los Estados Unidos donde, en 1892, contrae matrimonio con Caroline Balestier. En 1903 se traslada a Inglaterra y, en 1907 se le otorga el Premio Nobel de Literatura constituyéndose en el primer escritor inglés en obtener tal galardón. El reconocimiento se fundamenta en consideración al poder de observación, original imaginación, fortaleza de ideas y notable talento para la narración que caracteriza las creaciones de este autor famoso en todo el mundo. Fallece en Londres el 18 de enero de 1936. |
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