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23-Julio-2004

 

Luis Alberto Crespo, poeta venezolano
Una voz tangencial y profunda

 

escribe Juan Cameron

La reciente edición antológica de la Obra Poética del venezolano Luis Alberto Crespo da cuenta de un valor poco conocido con anterioridad, al menos en las naciones del sur, y de la difusión que su país hace de sus más importantes creadores. Crespo participó con notorio éxito en el XIV Festival de Poesía de Medellín, celebrado en Colombia en junio reciente.

La voz tangencial de Luis Alberto Crespo dibuja una situación sin describirla; sensaciones casi, que a lo largo de sus libros y de toda su obra conforman un estilo muy propio: Oigo el adentro/ En vez del corazón// Ese gemido/ como si lo triste fuera una fiesta.

Ubicado en esta tierra, el motivo vital de toda esta escritura no puede ser otro sino lo ontológico. A cada paso pareciera sorprenderse frente a lo más mínimo de la existencia. Los elementos de la naturaleza, como los de su propio pensar, cobran fuerza en versos precisos, en un hecho determinado que lo toca: Ha muerto una hoja/ y todavía busca su espíritu// Es humano sentir de los tallos/ que se lastiman. Pero hay un yo siempre presente que determina ese trazado.

Su Obra poética, aparecido recientemente este 2004 por la Editorial El Otro y el Mismo, en Mérida, reúne en una selección antológica páginas de las diecisiete obras de este autor, nacido en 1941, a quien se reconoce como uno de los más interesantes intelectuales venezolanos en la actualidad. Como bien señala en el prólogo Enrique Arenas, esta observación del mundo se determina en la sequedad de su tierra natal, Carora, en el estado de Lara. Una reflexión ante el universo, más bien, nacida desde su reflexión y de la inestable frontera de lo mítico.

Pero están los lugares, sitios constitutivos de un lar al que lejanamente evoca sin caer en lo discursivo o en lo nostálgico. Más bien estas condiciones germinan desde su propio texto, de imágenes acumuladas con la destreza de un acuarelista para simular, más que el paisaje, la pura sensación del mismo: El castaño sangrío pateaba tierra en mi cara/ me precipitaba de mí hasta los ojos cerrados/ y en la pena había monte. Esta condición es notoria en sus primeros trabajos, precisamente en Si el verano es dilatado, en cuyas páginas da razón sobre su origen y las palabras elegidas señalan un campo extenso, un pueblo, un lugar añorado a pesar de su oficio: El salón se tiraba al suelo desde el zaguán. Después de almuerzo/ abría el segundo portón y dejaba la puerta caliente. Las figuras del padre, de los parientes, de alguien que regresa frecuentan sus primeras obras y vuelven, hacia las posteriores -como en La íntima desmesura, del año anterior- más difuminadas e insertas en su propia existencia. Asumidas como propias lo acompañan y preparan para el siguiente paso, el definitivo: Recojo un poco del suelo con que hablo/ y me sostengo (...) para que no desaparezca si el regreso me abandona/ si se me acabara el país/ y tuviera que darle forma con mi sudor/ y mi boca.

Para algunos críticos es la aridez de Carora la determinante de este clima de ensueño tan propio en la poética del venezolano. Para otros, a semejanza de otras literaturas del continente, esta escritura nace del silencioso y oculto decir propio de épocas dictatoriales -como la de los 50 en su país- la cual lo habría inducido, en plena juventud, a traficar entre sombras y reflejos los más fuertes conceptos opcultos entre líneas. Como sea, La íntima desmesura, tal vez una de las obras más logradas de Crespo, contiene ambas ideas en piezas de singular valor y profundidad. Escribo entre desapariciones/ en esta página sin orillas, nos dice el poeta. Y haciendo cuerpo todo el transcurrir en el entorno, a ratos pareciera desdoblarse en un recurso logrado y atractivo. Sujeto y objeto de un mismo texto, se proyecta al lector a través del encierro proporcionado por el oxímoron: Llegamos a mediodía/ y no estábamos (...) ¿Dónde puse mi sombrero de abandonarme/ mi sombrero en mí? (...) Salgo a encontrarme (...) que me miro irme y otras, son construcciones reiteradas en este libro y también en el más reciente Tórtola de más arriba.

La magia que naturalmente nace de este estilo fue bien captada y recibida por el público del XIV Festival Internacional de Poesía celebrado en Medellín, Colombia, en junio reciente. Sus lecturas en el Municipio de Copacabana, en la Biblioteca del Barrio Aures o en el teatro Junín, de la central Avenida La Playa, entre varias, fueron largamente aplaudidas por el público asistente.

Para muchos, la publicación de Obra Poética pone a disposición de los lectores más exigentes, la madura creación de este poeta americano, tal vez uno de los más interesantes entre los aparecidos durante las décadas recientes.

Luis Alberto Crespo es también periodista, traductor, ensayista y documentalista. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura con su libro Costumbre de Sequía (1977) y es autor, entre otros poemarios, de Si el Verano es Dilatado (1967), Cosas (1968), Novenario (1973), Rayas de lagartija, Costumbre de sequía, Más afuera, Duro y Solamente. Dirigió El Papel Literario del diario El Nacional y actualmente está a cargo del departamento de Cultura de la agencia Venpres. Ha escrito, además, numerosos guiones literarios y textos sobre la extensa geografía de su país.



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