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02-Enero-2004

 

Erna Alfaro en torno a Gabriela Mistral
El espejo y la ola

 

escribe Juan Cameron

G.M., la primera publicación de la artista plástica Erna Alfaro Saa, la ubica con pertenencia al campo de la literatura femenina chilena. Tomada la figura de Gabriela Mistral como un ícono -similar al de Frida Kahlo- se recrea en los textos de Alfaro, tanto en la eufonía de su lenguaje como en la similitud de la búsqueda.

La voz de Gabriela Mistral tiene, en la poesía chilena, una marca muy particular. Es la voz de la piedra y de su natural fluir natural desde los riscos a la vaguada. Allí hay al menos dos valores esenciales para la poesía. El de la ola sintáctica, sobre la cual transcurre, y el del espejo, que detiene y fotografía la imagen en la conciencia para entregar sus significados en un solo cuadro. Es lo que Johannes Pfeiffer denominaba sonido y sentido.

GM (Editorial Cuarto Propio, Santiago, 2003) el texto de Erna Alfaro, se incrusta en esta escritura más allá de un simple homenaje y, por supuesto, más allá de un reconocimiento o buscada influencia mistraliana. Erna quiere ser Gabriela, o más bien, la escritura de Gabriela a través de su propia escritura.

¿Y porqué ocuparla como modelo? La respuesta inmediata, la más fácil, es sostener que Gabriela Mistral resulta un ícono del feminismo austral así como Frida Kahlo lo ha sido a partir de la América morena. O que su inmensa poesía fue arrancada del cauce natural para clasificarla, no más, como poesía de mujeres; y es necesario poner las cosas en su lugar.

Erna Alfaro, señala a partir del epígrafe, la condición de desarraigo sostenida en la obra mistraliana. En uno de los más intensos textos de la poeta, La extranjera. Erna ha practicado el oficio de escribir desde hace bastante tiempo. Por su trayectoria en la Escuela de Bellas Artes de Viña del Mar, y en su larga permanencia en Brasil, se le conocía como grabadora; un nombre dentro de una promoción cruzada por la historia y las despedidas. Tal vez por eso su escritura contenga ese desarrollo estético tan difícil de encontrar en un libro inaugural.

Hay en ella una intensa fluidez, que muestra respiración y circulación propias como cuerpo de la escritura. Al menos, lo indica en el segundo epígrafe, también de Gabriela: Entro en mi casa de piedra/ con los cabellos jadeantes,/ ebrios, ajenos y duros/ del Aire. Allí está la clave de la poesía, la naturaleza fónica del decir cantando mostrada a partir de su primer trabajo: De un pueblo perdido. De allá viene (...) de exquisita construcción algunas. En él reafirma la condición permanente de extranjera al vincular en el espejo de la palabra, el Montegrande de Chile con el colorido de México, de las exóticas plantas de anchas hojas, esplendor de las serpientes y del jaguar.

La poeta disfruta del lenguaje, lo transparenta para fundirse en las significaciones atentas a saltar sobre el ojo del lector, sobre el escenario dispuesto por éste. Gabriela es un niño vagando en un sueño, murmura para gozar la sílaba acentuada, la sílaba consonante que marca el ritmo en ese silencio y luz del Norte.

Hay una imagen envolvente en su trabajo: GM, la sigla apenas, el logo de ese ideal buscado en su escritura, puede ser la metáfora para transmitirnos su experiencia íntima o la memoria de ella. Toda escritura es memoria, memoria del ojo, memoria de la imagen reproducida y tolerada como recuerdo. Eso puede ser, para este lector, el recurso utilizado. En forma más directa la Mistral, en este trabajo, es símbolo de sí misma, grafía de un germen que ella reconoce como gestión de vida.

No es que el símbolo Gabriela sea Erna Alfaro; es más bien su voluntad escritural en este trabajo: Pero ni tanto, ni tanto (...) No hay una hojita de llantén, ni llama de boldo, ni torcaza volando, nada, aclara.

En consecuencia, Gabriela resulta ser el espejo donde Erna quisiera ver; quisiera verse. Como nos dice, ella siente que el cuerpo se le arranca con todas las palabras que juntó para este niño todavía. Existe una entidad más allá de lo real, una alternativa de lo no realizado, tal como el hijo suicida de Gabriela o las palabras de Yin Yin al horadar ese cuerpo de piedra y silencio.

Erna Alfaro nos propone en GM una mirada ética, un avanzar a la raíz de la sintaxis -de todas las palabras que el ojo alcanza en el instante- para comprender el mundo y comprendernos. Es ésta una formulación profundamente modernista en oposición, se entiende, al efluvio posmoderno del todo vale, del todo es poema y, mejor aún si se aleja de lo poético.

Germen y materia, podría anunciarse al observar el título de este trabajo; o gen y mujer. La perfecta armonía que su autora consigue, tiene un elemento de valoración, tal vez demasiado importante para los postulados de la segunda vpz que las colegas latinoamericanas rescatan en la actualidad. Pero, podemos reclamar también desde la poesía, esta armonía existe como elemento precipitador del sonido y del sentido, como canto e idea al mismo tiempo y como perfección del mensaje y su función en el esquema comunicativo. Esto es el poema; aunque, en lo inmediato, el elemento tierra señalado por ella se instale en su discurso a partir del titulo.



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