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22-Agosto-2003

 

El euro, un proyecto neoliberal de Europa

 

escribe Diana Mulinari

Sigo tratando de imaginarme a las dos adolescentes enfrentando el infierno del fuego en una sección de psiquiatría de adultos del Hospital de Växjö. Las dos muchachitas se encontraban en este anexo porque en la clínica de niños y adolescentes no las podían ayudar. Estaban al cuidado de un personal con muy poca experiencia dentro del área de salud mental, porque la Sección de Psiquiatría ha sufrido serios recortes de recursos y el personal con experiencia expresa su resistencia buscando otros empleos más humanos. Alguno de los tantos enfermos desesperados prendió fuego y murieron las dos adolescentes. Y uno sale al sol y disfruta del verano en agosto y trata de no pensar que se nos murieron dos muchachitas. Perdón, que una política neoliberal, basada en repetir hasta el cansancio que no hay más recursos, al mismo tiempo que los ricos se hacen cada vez más ricos, nos mató a dos adolescentes.

Para decirlo de otra manera y decirlo hasta el cansancio: los recortes al presupuesto en las áreas de salud, educación y vivienda nos cuestan, y nos cuestan mucho, demasiado. Releo lo que he escrito. ¿Es demasiado melodramático? ¿Le falta objetividad? ¿Se podría contar lo acontecido en la comunidad de Växjö como un accidente de trabajo? Muy probablemente, pero si algo podemos aportar nosotros como latinoamericanos al debate de la izquierda en Suecia es la rabia, ciega y sabia, que nos inspira el poder y sus consecuencias.

Hay dos Suecias. Una es la de Göran Persson que bronceado nos educa sobre las bondades del euro y nos infantiliza cuando nos quiere asustar: si votamos NO el 14 de septiembre viene el cuco y nos lleva. Hay otra Suecia: la de las muchachitas que murieron asfixiadas en el Hospital Psiquiátrico de Växjö, porque la comuna no tiene recursos y hay que mantener el presupuesto balanceado, ellas que seguramente nunca disfrutaron del euro porque las vacaciones las pasaron encerradas en una clínica psiquiátrica.

Nos estamos acercando a las elecciones en un país donde la información de la Bolsa en el noticiero de la televisión ocupa tanto tiempo como el bloque de noticias internacionales. En un país donde a principios de los ochenta la izquierda sufrió una derrota tan brutal como silenciosa, reconocida por muy pocos. En un país donde se necesita mucha imaginación (y una fantasía irresponsable) para reconocer algo de ideas socialdemócratas en la política que han llevado sectores de la elite socialdemócrata en el poder, identificados con la tercera vía de Tony Blair.

Para decir verdad, que la derecha neoliberal aliada con una elite socialdemócrata argumente fervorosamente por el SI no me extraña, ni siquiera me indigna. Es cierto que los sectores neoliberales comenzaron con las privatizaciones, con la consigna del famoso derecho a elegir, pero también es cierto que los cambios estructurales, cuya consecuencia ha sido el desarme del estado de bienestar, se hicieron y se siguen haciendo con retórica socialdemócrata.

Hagamos memoria

A principios de los ochenta los sectores en el poder económico y político, apoyados por una creciente porción de la clase media, decidieron que la justicia y la igualdad que había en el país eran profundamente aburridas. Y que en Europa se divierten mucho más porque pagan menos impuestos, pueden explotar sin culpas a las trabajadoras inmigrantes (y además no pelearse con el esposo/amante por el tema de la igualdad de género, ya que en Europa uno puede tener servicio doméstico), todo está siempre abierto (en este país aburrido tenemos leyes que protegen a los trabajadores, bueno teníamos, ahora con esto de la flexibilización hay cosas siempre abiertas como en el resto de Europa.) Hay que entenderlos, tiene que ser terrible vivir en un país donde uno no podía sentir el placer de mandar su hija a una escuela especialísima con pedagogías avanzadas , o la alegría de saberse diferente porque uno tiene su propio ginecólogo con quien conversar sobre el último veraneo. Para los sectores privilegiados la justicia siempre es aburrida. Y durante estos últimos veinte años han construido una Suecia más divertida.

La muerte en un incendio de las dos adolescentes en Växjö, la privatización y el desmantelamiento del Estado de Bienestar y la represión policial que la acompañó, son parte de la Suecia hoy. Suecia es también un país donde (a pesar de la retórica socialdemócrata) las diferencias de clase van en aumento y se pueden medir (como a principios de los años treinta) en los dientes mal atendidos de la gente. Suecia es el país cuya política exterior exige a gritos democracia en Palestina y Cuba, al mismo tiempo que acepta la política intervencionista de Bush y Blair y las torturas a los luchadores populares en toda Europa. Suecia es el país donde no hay recursos para los ancianos, pero sí hay recursos y de sobra para encarcelar y expulsar del país a los refugiados ilegales.

Como les dije. Que estos prehistóricos de la acumulación capitalista disfrazados de modernos globalizadores no sepan ya que hacer para que votemos SI el 14 de septiembre no me asombra. Lo que sí me asombra/me alucina es que todavía haya sectores progresistas que desde la izquierda confundan un proyecto económico neoliberal con una utopía socialista.

Yo entiendo que, si uno es de izquierda, no es agradable ser parte del primer mundo y que se ahorran horas de terapeuta o de borrachera si uno se cree que los malos, los de la deuda externa que sufren nuestros países, son los otros. Yo entiendo también la seguridad infantil que da sentir que el imperialismo son los yanquis malos. Claro, así podemos seguir viviendo tranquilos, no vaya a ser que tengamos que reconocer que parte de nuestro bienestar aquí (y nuestra solidaridad con el llamado Tercer Mundo) está hasta cierto punto basado en la transferencia de recursos que la Ericsson, la Volvo y la Alfa Laval producen con sus inversiones en Latinoamérica.

Los progres del SI

Lo que no entiendo o no perdono es el desprecio que muestran los progres por el SI frente a la creciente cantidad de estudios que expresan la profunda transnacionalización del capital. El euro no nos puede proteger de la especulación del capital internacional, porque el euro es una de las expresiones más genuinas del capital internacional. En política como en el amor es importante poder diferenciar lo real de lo deseado. La izquierda por el euro tiene un deseo, y es que el euro nos permita influir en la política económica europea. Como deseo es simpático, si no fuera que dicho deseo se contradice profundamente con una de las cláusulas fundamentales de la Unión Monetaria Europea. El euro no nos va a permitir cambiar la política económica europea porque al votar SI, votamos cláusulas constitucionales que incluyen la subordinación de todas las decisiones económicas a tomarse en el país a una política económica neoliberal europea, expresada en la exigencia rigurosa de que las economías nacionales estén balanceadas, aunque el costo de ese balance se pague con el sufrimiento de la gente.

Tampoco el euro va a asegurar la paz entre las naciones europeas, primero porque históricamente no hay ninguna relación entre la misma moneda y la falta de conflicto armado (Israel/Palestina; Yugoslavia). Y segundo porque el capital financiero llevará la guerra adonde sus intereses estén amenazados. Eso sí, como el ejército y las bombas van a ser europeos, la población civil será bombardeada en nombre de los derechos humanos y los derechos de la mujer, lo que es muy diferente que si lo hacen los gringos, que como todos sabemos no son tan civilizados y cultos como los europeos.
Pero lo que más me indigna es cuando se argumenta utilizando la solidaridad internacional y el Tercer Mundo. Y te quieren convencer de que la Unión Monetaria Europea es la abanderada en la lucha contra el capital internacional. Nada menos que la EMU, cuya cláusula central es el derecho fundamental del capital a moverse libremente. Y es claro que la tienen que agarrar por ahí: es medio difícil convencer a nadie que ha vivido las consecuencias de la política neoliberal, de que vamos a estar mejor con la EMU, porque ya nos lo dijeron cuando entramos en la Unión Europea y seguimos igual o peor. Así que en una maniobra digna de un cuento de Kafka nos quieren convencer que un SI a la Unión Monetaria Europea es un si a la solidaridad y a la cooperación internacional.

Tal vez tengan razón, si uno se quiere solidarizar con la banca transnacional y el capital financiero. Acaso el FMI y el Banco Mundial no están abiertos al mundo y en su nueva etapa de cooperación y desarrollo hasta reconocen la democracia y la igualdad de géneros? El 14 de septiembre también se llevará a cabo la reunión cumbre de la OMC en Cancún, donde la Unión Monetaria Europea ha cumplido un rol central en imponer exigencias a los países del Tercer Mundo que limitan el derecho a la autodeterminación de los pueblos y obligan a la periferia a aceptar las demandas de las multinacionales del centro. La EMU es también impulsora del desarrollo de una política para la agricultura que -hay que reconocerlo, con una retórica más simpática que la de Bush- ha desarmado las economías de subsistencia en los países de la periferia y aumentado el hambre y la miseria.

Por qué voto el NO

Solamente los extremistas como yo (y la mayoría del pueblo sueco de extracción obrera, sectores importantes de la socialdemocracia y muchísimos jóvenes y mujeres) no entienden que hay que ser realista y que las cosas se pueden cambiar desde adentro.

Yo soy realista. Y siempre fui internacionalista. Es por eso que votaré NO el 14 de septiembre, porque no me confundo. La EMU es un proyecto neoliberal del capital transnacional. Los ricos no son más generosos cuando son más ricos. La EMU es una unión monetaria, no es Amnesty. Su relación con el Tercer Mundo está basada en las inversiones que permitan aumentar las ganancias del capital transnacional. Su relación con el Tercer Mundo está basada en el derecho que se toman (debe ser por eso que nos descubrieron y colonizaron) de mantener una Europa amurallada para que no entren los indeseados del Tercer Mundo y exigir un Tercer Mundo violentamente abierto (e indefenso).

Votar SI es votar por un nacionalismo europeo racista y xenófobo, es votar por la explotación de la mano de obra inmigrante y por la militarización de la protesta popular. El fascismo avanza en Europa. Suiza, Dinamarca, Austria e Italia tienen gobiernos democráticos en donde están representados partidos xenófobos y neonazis. En todos estos países la derecha fascista avanza producto de la derrota histórica de una socialdemocracia que traicionó sus propios sueños. Ser internacionalista en este contexto es votar NO en solidaridad con la izquierda que resiste y pelea en las calles, que esconde refugiados ilegales y que denuncia al Banco Mundial. Ser internacionalista en este contexto es votar NO en solidaridad con las crecientes protestas populares contra el ALCA en toda Latinoamérica.

Hay muchos que piensan, que votar NO va a cambiar muy poco, que las élites dominantes van a hacer lo que quieren, como quieren y cuando quieren independientemente del resultado. Y tienen razón, si lo que hacemos es simplemente votar NO y volvemos a casa . Sólo votar NO, no es suficiente. La transnacionalización del capital y la nueva etapa de acumulación capitalista no se paran con un voto (ni con miles). Votar NO tampoco va a cambiar la política neoliberal que ha golpeado de manera violenta (y estructural) a las bases del Estado de Bienestar, ni va a aumentar el diálogo democrático, casi inexistente. Votar NO es simplemente un comienzo, una forma de empezar a juntarnos y resistir. Es una oportunidad de poner un freno a la política neoliberal que se está implantando en el país, y que se profundizará con nuestra entrada en el EMU. Es darse el lujo y sentir el placer de echarle una piedrita al engranaje neoliberal, de causarles desarreglos que los obliguen a retrabajar su estrategia política. Y nos de el tiempo necesario para pasar de este proyecto defensivo que es votar NO a un proyecto ofensivo, porque un cambio radical en nuestra política económica y social no es solo justo y eticamente correcto, sino profundamente necesario.

La izquierda por el SI, es la que piensa que estamos bien a pesar de todo y la que se resiste a desarrollar una política de confrontación con el poder económico y político porque podríamos estar peor. Es la que se resigna y nos quiere hacer creer que otro capitalismo, porque es europeo, solidario y humano es posible. Son los buenos, los responsables, los realistas. El 14 de septiembre yo voy a ser muy mala, terriblemente irresponsable y poco realista y voy a votar NO. Porque estoy convencida que otra izquierda (y quizás también otra socialdemocracia) es posible.



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