Escribe Cándido.
La dramática situación a que se enfrenta el mundo por causa de un imperio que se asemeja a un pato sin cabeza dispuesto a sembrar el terror y la muerte en medio de sus convulsiones, ha tenido como contrapartida, inesperada después de dos décadas de neoliberalismo global y pensamiento único, la irrupción, también global, de los pueblos dispuestos a enfrentar la nueva barbarie. Las manifestaciones del pasado 15 de febrero contra la guerra del imperio y sus vasallos, han tenido una dimensión mucho más amplia que la enunciada.. Ha puesto al desnudo la esencia inhumana del imperio más cruel de la historia, su arrogancia y desprecio por los valores que dice defender. La indecencia de coaccionar y sobornar a pequeños países que integran el Consejo de Seguridad, para conseguir su voto a sus planes de agresión a Irak, que estaría moralmente invalidada en caso de lograrse, el escándalo del control de las comunicaciones telefónicas y electrónicas de los delegados de dichos países, descubiertos días atrás, la irrespetuosidad hacia los inspectores que trabajan en Irak por encargo de Naciones Unidas, no hacen más que poner en evidencia la podredumbre moral y la metodología gansteril de la pandilla que pretende ser líder del mundo.
La otra consecuencia, positiva en cuanto esclarecedora, de la situación actual del mundo, es que la derecha mundial, que se apropió en su propaganda de los conceptos de libertad, derechos humanos, democracia, ha demostrado su verdadero rostro. Vasallos del imperio, al que, por su condición de gendarme planetario, consideran la garantía del mantenimiento de sus privilegios, se han lanzado a la tarea de desacreditar toda resistencia a los designios imperiales. Hemos podido leer en estos días, artículos infames sobre los manifestantes a los que califican de Idiotas útiles al servicio de Sadan Hussein. Descalificaciones de los gobernantes europeos que han tenido en esta crisis histórica, un comportamiento digno -sin que ello los exima de culpas anteriores- a los que acusan de romper la unidad frente a Sadan Hussein por negarse a los planes infames de la guerra del imperio.
Pero el punto más alto de la degradación moral de estos escribas ha sido la condena de los hombres y mujeres de distintas países que han ofrecido su propia vida en esa protesta. Y están en Bagdad, como escudos humanos no para apoyar al líder iraquí sino para ser consecuentes con sus principios y para demostrar la más alta forma de solidaridad, la de correr la misma suerte que aquellos con los que se solidarizan.
Valores que respetables cualquiera sea la ideología que representen, pero que resultan ininteligibles para la derecha neoliberal y proimperialista.
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