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La guerra de los sobornos |
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escribe Cándido Si los medios determinan la naturaleza de los fines, como han sostenido desde Maquiavelo a Aldous Huxley y filósofos y politólogos posteriores, esta guerra que Estados Unidos va a perpetrar en las próximas semanas contra el pueblo iraquí, será una auténtica guerra sucia. Y no tanto por las armas químicas y biológicas que el imperio utilizará como lo hizo antes en las guerras que ha protagonizado, desde Vietnam a Afganistán, sino por los argumentos ideológicos y morales empleados para captar aliados (mercenarios). Estos serán sus cómplices en su determinación de aniquilar al demonio de turno y a algún millón de futuros demonios (léase niños iraquíes). (En toda guerra mueren inocentes, se lamentó ante la Cámara de los Comunes esta semana, ese repulsivo maestro de la hipocresía llamado Tony Blair). Con el repudio universal en contra como telón de fondo, con una inesperada reacción de dignidad y clarividencia política de algunos dirigentes europeos, con una creciente oposición del pueblo norteamericano, el Gran Guerrero Bush ha tenido que abrir sus arruinadas arcas, y fabricar de apuro billetes verdes para convencer a sus potenciales aliados. La inversión más costosa de la historia en el mercado de la compra de aliados, ha sido la de Turquía. También la más crudamente reveladora de la naturaleza profundamente inmoral de esta guerra. Consciente de su importancia estratégica y con varias aspiraciones pendientes -la aceptación en la Unión Europea- entre otras, el gobierno de Ankara, mantuvo durante semanas en la parrilla de la incertidumbre a los emisarios imperiales. El regateo sobre la danza de billones (de dólares) en concepto de ayuda y préstamos, para utilizar el territorio turco como puente y estacionamiento de soldados para la guerra contra Irak fue una típica escena de negocio entre mafiosos. Hasta que, por fin, con distendida sonrisa de satisfacción, informadores(as) de las televisiones del Reino Unido, España y Suecia, (controladas ¿por quién?) entre otros, anunciaron la buena nueva del acuerdo con firma imperial incluida, porque los turcos saben por experiencia propia y ajena, Afganistán y Kosovo, las más recientes en qué han quedado las generosas promesas de ayuda para la reconstrucción después de la devastación, formuladas por los Bush, padre e hijo. Salvado ese obstáculo no pequeño, ahora prosigue la noble misión de sobornar a otros jefes de Estado, acuciados por el brutal empeoramiento de sus condiciones sociales y el creciente descontento popular, causados en gran medida por el propio imperio a través de su instrumento financiero, el FMI y otros organismos. Los esfuerzos se encaminan ahora frontalmente a la compra de los votos de otros aliados representados en el Consejo de Seguridad, con vistas a las próximas decisiones de este organismo sobre la guerra contra Irak. En casi todos esos países, México, Chile, Angola, Camerún y Guinea, considerados el grupo de los indecisos, sus habitantes se han manifestado por amplia mayoría, contrarios a la guerra que prepara Bush. Un grupo de celestinos encabezados por Aznar y Blair, más gran parte de los periodistas no controlados, constituyen la avanzada de esa innoble tarea corruptora. Porque según dice el diccionario de la lengua de la Real Academia Española, sobornar es corromper a alguien con dádivas para conseguir de él una cosa. Aunque la cosa sea en este caso el exterminio de un pueblo bajo las bombas. Y otras imprevisibles consecuencias de la locura de este moderno Nerón empeñado en prenderle fuego al planeta. |
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