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Suecos en Chile |
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escribe Carlos Vidales Cuando comencé a preparar estas líneas, imaginaba que podría concentrar mi atención en dos ciudadanos suecos cuyas actividades en Chile, durante el período de la Independencia, ofrecen un cuadro bastante ilustrativo de las relaciones entre Suecia y Chile en aquella época turbulenta. Llevaba ya escritas dos páginas cuando tropecé con lo que he dado en llamar El extraño caso de los 27 Príncipes Chilenos y como el asunto me pareció curioso e interesante me decidí a exponerlo aquí. El Reino de Araucanía En abril de 1705 llegó al cuartel general del Rey sueco Carlos XII, en preparativos de su ofensiva contra Alemania después de haber puesto de rodillas a Polonia, un emisario portador de un despacho enviado por el ministro sueco en La Haya, Palmqvist. Por medio de este documento se informaba al rey que un negociante inglés, de apellido Crocson, se había presentado mostrando credenciales de representación otorgadas por 27 príncipes chilenos, quienes le habían dado la misión de iniciar relaciones comerciales con el Reino de Suecia. Anunciaba que dos navíos ricamente cargados con especias orientales y productos sudamericanos, además de 800 doblones de oro, se hallaban navegando hacia Europa y que los 27 príncipes chilenos solicitaban autorización del rey sueco para vender esta carga en sus dominios. Decían que no querían comerciar con ninguna otra nación y agregaban que estaban interesados en comprar de este país papel, hierro, armas, material de guerra y otras cosas que podrían necesitar. Solicitaban, para estos efectos, que los navíos en cuestión fueran autorizados a hacer puerto en Carlburg o en Stade, o incluso en la isla de Koster, cerca de Noruega. Sabemos, por documentos de archivo, que el rey Carlos XII remitió el asunto para consulta a la Secretaría de Comercio y allí, por alguna razón que ignoramos, se han perdido los rastros de la diligencia. Si hubo o no venta de armas, no podemos saberlo. Pero tal vez resulte más fructífero hacer una breve reflexión sobre este curiosísimo episodio. En verdad, no era esta la primera vez que los caciques mapuche de Chile intentaban comprar armas en Europa para adelantar su indomable guerra contra el dominador español. Ya a comienzos de 1614 se habían capturado a los holandeses documentos que demostraban que ciertos negociantes de Amsterdam estaban en trance de formar alianzas políticas y comerciales con los jefes indígenas de la Araucanía para estos efectos. España debió luchar durante más de dos siglos, tanto en los mares y costas como en las antesalas de las cancillerías europeas, para neutralizar estos intentos, a veces holandeses y a veces ingleses, de socavar su imperio colonial en la región austral. Pero lo que resulta notable es que una empresa contrabandista inglesa, la de Mr. Crocson, haya concebido la idea de establecer nexos comerciales y políticos entre el Reino de Suecia y los príncipes mapuche de la Araucanía. El momento en que este proyecto se manifestó no puede pasar indavertido. Se libraba entonces una verdadera guerra mundial, la Guerra de Sucesión Española. Se combatía en toda Europa, en los mares de la China y de la India, en el Caribe y en el Pacífico Sur. Los corsarios ingleses y holandeses acosaban a las flotas españolas en las Filipinas, frente a La Serena, en las cercanías de Cartagena de Indias, El Callao, La Habana y Veracruz. Los ingleses fundaban establecimientos comerciales en las costas de Nicaragua y los holandeses proveían de armas y dinero a los indígenas Cunas y Guajiros de la Nueva Granada. No se necesitaba ser un genio de los negocios, por tanto, para suponer que los indómitos mapuche, guerreros invictos durante dos siglos de combates con las huestes castellanas, podrían interesarse en comprar algunos de los artículos bélicos que se producían en estas latitudes. Marinos, aventureros, naturalistas Muchos otros suecos tuvieron contacto directo con Chile y los chilenos, antes de la independencia. Aquí solamente me limito a mencionar los casos más interesantes. Varios marinos suecos, al servicio de los ingleses o de los holandeses llegaron a las costas chilenas durante los siglos 17 y 18. Por ejemplo, el teniente de navío Axel Lagerbjelke (1703-1782) desembarcó en las costas de Coquimbo en 1724, lo cual le valió conocer por dentro las cárceles españolas. Peter Berg, nacido en Uppsala, fue capturado por los españoles hacia 1760, en la región austral, se integró a la sociedad chilena, se casó con una criolla y llegó a ser alcalde de San Felipe. Dejó descendencia que vive hoy radicada en Chile, una parte de la cual dio forma criolla al apellido Berg cambiándolo por Beri. Las historias de estos pioneros de los contactos sueco-chilenos son apasionantes, pues en la mayoría de los casos establecieron vínculos con la población local, pese a las prohibiciones expresas de la corona española. Algunos llegaban movidos por el afán de aventuras, otros por el interés del lucro en prospecciones mineras o en comercio clandestino y otros, en fin, por la pasión de los descubrimientos científicos. Se puede aquí recordar que el botánico Daniel Solander (1733-1782) visitó la Patagonia en 1769 y obtuvo autorización para realizar sus excursiones científicas allí. El gran negocio de la independencia Igualmente apasionantes son las aventuras de don Mateo Arnaldo Hoevel, quien en realidad se llamaba Mathias Arnold Hävel cuando arribó a Talcahuano, en noviembre de 1805, a bordo de una nave contrabandista norteamericana: la fragata Grampus. Aduciendo averías y la necesidad de repararlas, los contrabandistas acostumbraban en aquellos años obtener permiso de entrada en puertos españoles por razones humanitarias y aprovechaban la ocasión para vender sus mercancías. El Grampus intentó, pues, vender su carga, pero las autoridades locales actuaron con rapidez, confiscaron el barco y la carga y encerraron en la cárcel a la tripulación. No contaban con el señor Hoevel, quien además de tener el título de sobrecargo era enérgico, audaz y muy simpático. Tenía entonces la nacionalidad norteamericana, aunque declaraba con orgullo que su nación de origen era Suecia. En efecto, había nacido en Gotemburgo en 1773. Hablaba una cantidad de idiomas, incluido el español, y sin duda debía hablar muy bonito, pues con sus argumentos obtuvo su propia libertad y la de toda la tripulación contrabandista. Viajó más tarde a España y logró la devolución del navío Grampus y una indemnización completa por la carga. Se estableció luego en Santiago, en cuyas cercanías compró un fundo (predio agrícola) con las ganancias obtenidas en sus manejos comerciales. En septiembre de 1810 participó en las reuniones y juntas que prepararon el histórico pronunciamiento del día 18, que daría lugar a la formación de la Primera Junta. Escribió entonces un informe detallado al presidente norteamericano, Madison, ofreciendo sus servicios como mediador diplomático en funciones consulares. Obtuvo el cargo y se desempeñó en él con habilidad, produciendo beneficios para el comercio norteamericano, para los círculos comerciales chilenos y para él mismo. Su fortuna crecía pareja con su renombre. En marzo de 1811 presentó al gobierno chileno una propuesta formal del gobierno de los Estados Unidos para establecer relaciones más estrechas y duraderas. |
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