inicio | opinión | notas | cartelera | miscelanea sueca | suplementos | enlaces 01-Mayo-2009

Reflexiones sobre la crisis (4)
Poeta, revolucionario, profeta

 
Carlos Vidales. Debo agradecer a Yves, uno de mis mejores amigos franchutes, la idea y el motivo de esta nota. Aparte de corregir mis lamentables traducciones del francés, Yves me ha recordado que un poeta revolucionario profetizó en 1871, con extraordinaria claridad, el Gran Crack, la bancarrota del capitalismo.
Hay dos clases de profetas:
1- Los que profetizan interpretando señales del cielo, movimientos de los astros y revelaciones divinas. Son los astrólogos, visionarios místicos, oráculos, brujos y "reyes magos". A mí me gustan mucho porque me encanta burlarme de ellos y de sus delirios, nacidos de los caprichos de los dioses y de la danza de los astros. Por eso comencé esta serie de reflexiones burlándome de Nostradamus.

2- Los que profetizan interpretando la realidad social, el curso de la historia y las conductas humanas. Son los constructores de utopías, los críticos demoledores del orden social, los revolucionarios. A mí me gustan mucho porque me enseñan que en todas las épocas ha existido la llama sagrada de la rebelión contra las injusticias y la heroica voluntad del ser humano de construir un mundo mejor. A este grupo admirable pertenecen el profeta Isaías, Espartaco, Bakunin, Carlos Marx, para solamente mencionar algunos nombres de una legión interminable.

Eugène Pottier es uno de estos fundadores del porvenir. Nació en París en 1816 y murió en 1887. Dibujante y diagramador de impresos, publicó en 1830, a los catorce años de edad, su primer poema (Viva la Libertad) con ocasión de los sucesos revolucionarios de ese año en Francia. En 1840 vio la luz su canción Ya es hora de que cada uno reciba su porción. Participó activamente en la revolución de 1848, esa formidable conmoción social producida por una terrible crisis económica, que se convertiría en antorcha del proletariado europeo y que luego sería analizada por Carlos Marx en su obra La lucha de clases en Francia. Aplastada la insurrección en un terrible baño de sangre, Pottier dedicó sus esfuerzos a la fundación de una casa impresora que sería la base de la Cámara Sindical de Diseñadores Gráficos, fundada en 1867. Ese mismo año ingresó Pottier a la Primera Internacional. Al producirse el movimiento revolucionario de La Comuna, en 1871, tomó parte activa como dirigente y combatiente, siendo elegido miembro del comité republicano por el 2° arrondissement (distrito), en la Comisión de Servicios Públicos. Se batió en los feroces combates de las barricadas durante la Semana Sangrienta (22 al 28 de mayo de 1871) que terminó con el aplastamiento de La Comuna y el fusilamiento en masa de 30.000 revolucionarios.


Pottier logró escapar de la masacre y de la cruel represión, pero mantuvo su ánimo entero. Escondido y fugitivo, todavía en París, compuso la letra de una canción que hoy es entonada en el mundo entero por millones de socialistas, comunistas, socialdemócratas, anarquistas y libertarios: La Internacional.
Pero hoy no hablaré de La Internacional porque eso requiere una nota más extensa. Lo que hoy quiero contar, porque así me lo ha recordado mi amigo Yves, es que durante los días de combates en las barricadas Pottier compuso muchos poemas que años después (1887) fueron reunidos y publicados bajo el título de Cantos revolucionarios. Entre esos cantos hay uno, verdaderamente profético, titulado El Gran Crack. Pottier describe en él, en primer lugar, el proceso de insaciable acumulación de capital a costa de los trabajadores, por medio de la "bomba de succión" de la plusvalía, que caracteriza al capitalismo. Aquí lo traduzco libremente en prosa:
"El gran crack está próximo, pero la inmensa bolsa de los succionadores de oro se llena y se llena hasta el punto de romperse, por efecto de una bomba de succión.


La masa que trabaja hasta extenuarse se seca en la miseria como un trapo retorcido. La bomba de succión sigue bebiendo gotas de oro fundido de esa miseria negra.
Prontamente se acumula el capital, como montaña enorme, del trabajo no pagado. La bolsa se hincha y el pistón que rechina no se traba nunca.


¡Todo se vierte en oro líquido, el cerebro vaciado, la médula de nuestros huesos, los gases, los mares, las nubes, los ahorros de los ingenuos!


Este robo se perpetúa, esquilma y prostituye a este viejo mundo podrido. Humanidad sufriente, esta bomba de succión es la Propiedad".


Enseguida se refiere Pottier al caos financiero y la pérdida de control del circulante como resultado de esta codicia insensata y habla del diluvio de "cupones desgarrados" (acciones que han perdido su valor), y de las "volteretas fulgurantes" de los contratos en papel sellado, quemados a causa de las llamadas "pérdidas secas" (en inglés, Deadweight Loss, situaciones de crisis producidas porque el margen de utilidades es igual al margen de costos, lo que da ganancia = cero).


Como se ve, Pottier enseña, en su canción, nociones de economía política y señala como fuentes originales de todas las crisis capitalistas, a la propiedad privada sobre los medios de producción y al proceso de acumulación de plusvalía que le es inherente.


Pottier concluye:
"¡Bravo!, la bancarrota, sobre la Bolsa en derrota, hace rodar sus marejadas a puerto. Vemos crecer las olas; los piratas de dos mundos se precipitan al fondo del mar.
¡Al fuego los presupuestos borrachos! Que se quemen a la vez los bancos y los grandes libros de contabilidad. El cielo se pone rosado y esta apoteosis sorprende a los atónitos burgueses.
¿Qué pueden responder? ¡El suelo cruje y se hunde bajo sus pasos espantados; y sobre la tierra comienza la farándula inmensa de los siervos liberados!"


Así cantaba el autor de La Internacional, poeta, revolucionario y profeta. Y que Yves me perdone mi mala traducción.


(Continuará)



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