inicio | opinión | notas | cartelera | miscelanea sueca | suplementos | enlaces 01-Mayo-2009

Festival de caporal en Eskiltuna
Los "suecos" bailan por Bolivia

 
Eulogio Limachi. Desde Malmö a Eskilstuna. Ya son las últimas horas de la tarde de este jueves 9 de abril, se siente una brisa gélida y al mismo tiempo el sol lanza sus últimos rayos antes de desaparecer en el horizonte. Cerca de mí se oyen voces juveniles que poco a poco van llegando con bultos y mantas para dormir, y algunos con absoluta celeridad suben sus trajes de baile y sus sombreros al bus, porque pronto partiremos con rumbo a Eskilstuna. Se calcula que arribaremos como a las dos de la madrugada.


Cruzamos dejando calles y ave-nidas de esta hermosa ciudad por-teña, a través de las ventanas del bus se ven casas y edificios, plazas y parques, desde ya adornadas con las primeras flores de la tem-porada, los árboles esqueléticos se están llenando con hojas fron-dosas, los narcisos de pascua ya están de amarillas.
Estoy sentado en el lado iz-quierdo, sujetado con el cinturón de seguridad y todo, de repente me viene a la memoria momentos de mi infancia, cuando como escolares hacíamos viajes a pasar un día de campo. Mis compatriotas más cer-canos a mi asiento sueltan algunos comentarios de buen humor, y algunos al igual que yo van miran-do las calles. De pronto una amiga se levanta de su asiento se me a-cerca, y en voz baja y entrecortada me da la noticia de que el presidente Evo Morales entró en huelga de hambre.


Somos más de medio centenar que viajamos, veo a mi lado a un niño, parece juguetón, y en la pri-mera fila están sentadas cuatro niñas, alegres y llenas de vida, co-mo si fueran flores de la primavera. La mayoría de los pasajeros no pasan de los treinta años, y algunos tienen más, se les nota en el rostro.


Ya son más de dos horas que dejamos Malmö, hemos cruzado el campo verdoso, los bosques y po-blaciones pequeñas. Y cuando en las pantallas muestran las imá-genes del carnaval, y la música de las bandas hacen eco, me recuerda el viaje a Oruro. Me levanto sigiloso y escudriño detenidamente a los pasajeros del bus, a mi criterio to-dos son "suecos", y al mismo tiem-po son bolivianos. Muchos nacie-ron aquí, en esta tierra de los vikin-gos.


Después de un largo trecho, un señor alto de cabeza blanquea-da, bigotes ralos, envuelto con u-na bufanda palestina, toma en sus manos la quena y organiza un gru-po de músicos para improvisar al-gunas tonadas. Tocan aires latino-americanos del altiplano y antes de acabar su repertorio cantan a todo pulmón la clásica cueca Viva mi Patria Bolivia, en cada estrofa elevan la voz y hasta los pasajeros lo acompañan; se siente un am-biente emotivo, ¿será porque he-mos llegado como exiliados?, al entonar "quiero a mi patria Bolivia, como la quiero yo", uno siente& y estas estrofas me trasladan imagi-nariamente a mi llajta. Me vienen a la mente un cúmulo de imágenes de mi tierra, desde los tiempos de los golpes de Estado hasta la lle-gada del pueblo al gobierno me-diante las marchas y concentra-ciones.


Pasada la media noche nos encontramos en Eskilstuna, en esta ciudad también viven los com-patriotas, como en toda la geografía de Suecia. Estamos acogidos en Rekarnegymnasiet, es un colegio que albergará a más de 600 visi-tantes. Este establecimiento es bastante grande, en los atrios se divisan caras conocidas de los bo-livianos que viven en Estocolmo, Gotemburgo, Uppsala y de otras ciudades. La noche es algo fría y oscura. Maletas y mochilas ador-nan las salas semioscuras como si fueran fantasmas o lechos. Algu-nos noctámbulos lanzan risas y carcajadas, abrazos y besos, pláti-cas y gestos de buen humor a pe-sar del cansancio.
Hoy es Viernes Santo, el tiempo está muy bueno, con cielo des-pejado. Los hospedados como si fueran hormigas trabajadoras salen temprano de este recinto educacio-nal para tomar el desayuno y mu-chos de ellos se van por otro ca-mino para pulir los últimos detalles del concurso de danza del caporal. Se dice que más de la mitad de los visitantes bailarán para ganar los primeros puestos en esta compe-tencia de Caporales 2009, aquí en Eskilstuna.


Después del almuerzo, en esta sala, denominada Lokomotivet donde ya apareció la primera danza de los caporales, gritos de júbilo, aplausos, retumban en todas par-tes. Aparecen luego los Yawar Mallku, San Simón Stockholm, Antawara, Chasqui, Andinos, Raíces, Pachamama, y muchos otros más, así como dentro y fuera del escenario se ven a los caporales en todos lados. La televisión y la prensa escrita de esta ciudad vino para esta primera parte de la danza de los caporales dando una aten-ción especial a esta actividad cul-tural que es la decimotercera en su edición que se realiza en Suecia. Roberto Rodríguez de 29 años, que baila en el grupo San Simón de Estocolmo nos cuenta que viene de Lima, Perú. "Bailo hace muchos años, desde 2001, mis amigos me llevaron al ensayo y después ya no dejé, la danza en sí llama la aten-ción a los jóvenes", nos indica aseverando.


El sueco Martin Magnusson (25) empezó a bailar el caporal desde 2004 con su chica, él opina que la cultura sueca está muerta y que los jóvenes bolivianos deberían de estar orgullos de su cultura. A él le gusta la danza del thinku, y dice que gracias al grupo habla el es-pañol y recomienda que deberían de aprender los jóvenes sus idio-mas nativos como el quechua o el aymará.


Al día siguiente. Estamos en las finales, yo aún sorprendido de la destreza y la agilidad de los jóvenes que bailan, y por mí daría el primer premio a todos y a cada uno de ellos, así sean bolivianos, suecos, árabes, africanos, latinoa-mericanos& porque lo bailan con todas las exigencias en el arte de bailar el caporal. Porque tampoco es de extrañar de que muchos de ellos ya lo hubieran bailado bailado según nos cuentan en Oruro, la capital folclórica de Bolivia.


Hombres y mujeres bailan el caporal, en pareja o mixto, y los niños y niñas también se expresan con este baile mientras se espera el resultado de los jurados calificado-res. El escenario está lleno de ner-viosos bailarines, y en cada nomi-nación el público y los "artistas" estallan en gritos de alegría, sus representantes levantan los tro-feos en alto en señal de triunfo y orgullo.


Cerca de la media noche, de es-te mismo día, el Lokomotivet se convierte en una pista de baile pa-ra todos los participantes de este acto preparado por Bolivianska Föreningen i Eskilstuna, que apro-vecharon en programar en estos días de feriado. Se nota que los bolivianos somos alegres, y al escuchar los ritmos de la morenada se levantan y bailan, y al son de los huayños convierten la sala con danzas en forma de serpentina to-mados de las manos y al mismo tiempo como si fuera un juego para decir al mundo que a pesar de muchos años de vivir en el exterior no hemos perdido nuestra identi-dad, somos bolivianos cuando se trata de nuestra cultura, de nuestras tradiciones y de nuestros problemas en ese país tan lejano y al mismo tiempo tan cercano.
Los hijos de los bolivianos que han nacido en Suecia ya son jóve-nes, ellos son como la columna vertebral de todos los bolivianos que radicamos acá, y porque no decir en toda Escandinavia. En una consulta a Marcela Vásquez, quién es querendona de su folclore, de Oruro, y de su país, señala: "Me gusta sus esmeros, el tiempo que han dedicado para poder ganar un buen puesto, porque los jóvenes llevan las costumbres y el folclore de sus padres en su sangre y co-razón".


Se nota que los bolivianos se sienten felices y contagian esa ale-gría natural a mucha gente de otras nacionalidades y a los propios sue-cos. Y también compartimos nues-tros problemas que tenemos en nuestro país, y hasta el baile del caporal para nosotros es un relato de una historia larga y trágica de sometimiento y de resistencia.



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