Ernesto Tamara. En un arranque de sinceridad, la canciller alemana Angela Merkel confesó la semana pasada al diario británico "Financial Times", que en la Cumbre del G-20 que se lleva a cabo en Londres desde este jueves 2 de abril, "no resolveremos la crisis económica ni la cuestión del comercio mundial. Tendremos que encontrarnos de nuevo para avanzar en estos temas".
Otro de los temas importantes que la Cumbre dejará de lado, es la propuesta china de comenzar a discutir el fin de la hegemonía del dólar en el comercio mundial, aunque no ha propuesta una moneda alternativa. También la iniciativa de los países latinoamericanos, de reactivar la Ronda de Doha, reformar los organismos internacionales de crédito y rechazar el proteccionismo de los países industrializados, enfrentará la resistencia de norteamericanos y europeos poco dispuestos a abandonar ahora esa práctica.
Si uno de los objetivos de la cumbre, que reune a algunas de las naciones con mayor desarrollo económico, es crear confianza en los mercados financieros, la discusión sobre los diferentes puntos de vistas para enfrentar la mayor crisis económica desde el fin de la Segunda Geurra Mundial, será seguramente evitada.
La forma de enfrentar la crisis divide a Europa de los Estados Unidos, especialmente por el planteo de Alemania, Francia e Italia, de aferrarse a las tesis liberales de dejar que el mercado resuelva la situación y sólo apostar a nuevas reglas para regular el mercado financiero.
Alemania, considerada la locomotora de la economía de la Unión Europea se niega a aumentar los estímulos a la economía como se había acordado en la Cumbre del G-20 celebrada en Washington en noviembre pasado con el argumento de no generar déficit fiscal.
Berlín ha destinado 81.000 millones de euros a respaldar el mercado financiero y se resiste cumplir las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) de aprobar paquetes fiscales para inyectar recursos públicos a las economías, equivalentes como mínimo, al 2% del Producto Bruto Interno (PBI) de cada país.
Al hacer una evaluación hace un par de semanas sobre el cumplimiento de esas recomendaciones, el FMI sostuvo que sólo un puñado de países del G-20 había alcanzado esa meta entre los que se encontraban China, EE.UU, Arabia Saudita y España.
Alemania, Francia e Italia, insisten en que la prioridad debe ser acordar mecanismos para regular el sistema financiero y no aumentar el gasto público como plantea Estados Unidos, aunque el presidente Barack Obama apunta ahora en las dos direcciones.
La postura contraria a los criterios keynesianos del gobierno norteamericano es resistida también por otros gobiernos de la Unión Europea -con la excepción de España y Gran Bretaña- y se reflejó tanto en las declaraciones del presidente de la Comisión Europea, el portugués José Manuel Durão Barroso, como en el presidente de turno de la Unión, el primer ministro checo Mirek Topolanek, y en la declaración de los ministros de Finanzas de la Unión, expresada por su presidente el luxemburgués Jean-Claude Juncker.
Sin adelantar un rechazo directo al planteo norteamericano de inyectar dinero a la producción, los jefes del Ejecutivo de Alemania y Francia estamparon en una carta a sus colegas europeos cuales deben ser los objetivos de la Cumbre de Londres. "La máxima prioridad es forjar la nueva arquitectura financiera global", afirmaron la canciller alemana Angela Merkel y el presidente francés, Nicolas Sarkozy, en una carta conjunta.
El ex maoísta y ahora defensor a ultranza del neoliberalismo, y presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, añadió, "para la regulación del sector financiero, es ahora o nunca", insistió.
A las mismas conclusiones llegaron los ministros de Finanzas de la Unión, siempre cuidadosos a la hora de abrir sus carteras para entregar dinero a la producción. En la reunión celebrada 10 días antes de la Cumbre, los jefes de finanzas europeos rechazaron la iniciativa norteamericana.
El ministro luxemburgués Jean-Claude Juncker, rechazó directamente los llamados de Estados Unidos a inyectar más dinero. Según Juncker el programa de recuperación europeo representa un nivel de gasto de entre 3,4 por ciento y 4 por ciento del Producto Interno Bruto, y las finanzas públicas están comenzando a sufrir.
Por ello, planteó el funcionario, deben tenerse en cuenta los efectos de esos programas en 2009 y 2010 antes de decidir gastos adicionales.
Estados Unidos y Europa estiman de distinta manera las inversiones destinadas a la producción. Los europeos se quejan de que tienen mayores gastos fiscales que Estados Unidos en las prestaciones sociales por desempleo, y sostienen que ello debe contarse dentro del 2% del PBI de inversión que recomienda el FMI.
A su vez, el presidente en ejercicio de la Unión, el primer ministro checo Mirek Topolanek, se saltó todas las prudencias protocolares al asegurar ante el Parlamento Europeo, que el paquete de medidas concebido por Estados Unidos es "el camino al infierno". Topolanek dejó bien claro lo que piensa: "El mayor éxito de la Unión es la negativa a ir por esa vía".
Considerado un ultraliberal en materia económica, Topolanek es un adversario declarado de la intervención del Estado. Topolanek celebró que la U.E hubiera decidido no seguir la senda marcada por Obama. "Los norteamericanos necesitarán liquidez para financiar todas sus medidas y las financiarán con la venta de bonos. Ello socavará la estabilidad de los mercados financieros internacionales", aseguró.
Por su parte, el gobierno anfitrión busca acercar posiciones. "Propongo que nosotros en Europa asumamos un papel central para sustituir lo que alguna vez se llamó el viejo consenso de Washington por una nueva economía de principios para nuestras épocas", dijo el primer ministro británico Gordon Brown al Parlamento Europeo.
Brown dijo que confía en que la cumbre reiterará el compromiso para "hacer lo que corresponda para crear el crecimiento y los empleos".
Aceptando la posición europea Brown pidió que se fortalezca la regulación financiera, pero al mismo tiempo dio un leve respaldo a la posición norteamericana al reclamar que cada país destine más dinero a la economía.
Soros pesimista
El magnate financiero George Soros, no se mostró muy optimista al evaluar lo que pueda resultar de la Cumbre de Londres, al exponer ante Comisión de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense el pasado 25 de marzo.
"A menos que se presenten medidas prácticas para ayudar a los países en la periferia del sistema financiero global, los mercados van a sufrir otro período de hundimiento como pasó el 10 de febrero del 2009, cuando las autoridades no pudieron crear medidas prácticas para recapitalizar el sistema bancario estadounidense", dijo Soros.
"En realidad necesitamos tanto estimular como regular, pero el estímulo es urgente y las reformas regulatorias tomarán tiempo en ser implementadas" dijo Soros en lo que parece ser un claro respaldo a las propuestas del presidente Barack Obama.
"La urgente tarea tiene que ser desarrollada principalmente por el Fondo Monetario Internacional, imperfecto y en apuros como está, ya que es la única institución disponible", indicó.
Apuesta al FMI
La propuesta de otorgarle un renovado papel al FMI en la crisis no proviene sólo de Soros. En la reunión de los ministros de Finanzas del Grupo de los 20 (G-20) celebrada el 14 de marzo, se acordó reactivar el crédito, aunque otorgándole el papel de distribuidor y regulador del mismo al FMI.
Los ministros europeos acordaron proporcionar nuevas reservas al FMI, de actualmente 250.000 millones de dólares, para alcanzar el doble de esa cifra. Estados Unidos por su parte quiere llevar esa reserva a 750.000 millones. El objetivo es reactivar el crédito para impulsar el comercio, pero siempre condicionado al control del FMI.
Cualquiera de las cifras es considerada insuficiente por los economistas, y especialmente por el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, que reclama que la Cumbre del G-20 otorgue un estímulo de un billón de dólares para las naciones más pobres.
Especialmente, sostienen, si se tienen en cuenta las necesidades de los casi 250 millones de desempleados que se estiman para este año, globalmente, y la mitad de la población mundial con altos niveles de pobreza, sobre todo en países subdesarrollados.
La ONU pide más
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, dijo que pedirá a los líderes que asistan a la Cumbre del G-20 en Londres un estímulo de 1 billón de dólares para las economías más pobres y vulnerables del planeta.
El máximo responsable de la ONU dijo que acudirá a la cita en la capital británica con una agenda de cuatro puntos, que incluye el rechazo al proteccionismo, el desarrollo de una economía ecológica, la reforma de las reglas financieras globales y la adopción de un paquete de estímulo para el mundo en desarrollo.
"Este plan de estímulo debe ser de un tamaño considerable, en proporción al problema, y debe incluir ayuda a los países más pobres, créditos de los bancos multilaterales y aportaciones de liquidez", apuntó.
Ban no precisó una cifra exacta, pero en una carta a los líderes de las 20 principales economías del mundo indica que la cifra de 1 billón de dólares es el monto que los países en desarrollo necesitan para superar la crisis en 2009 y 2010.
En el documento, el secretario general considera que un cuarto del billón de dólares se necesita para proteger a los países más pobres y a las personas.
Al mismo tiempo, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) reclamó que la Cumbre aborde también un reconocimiento de los temas laborales y la protección social.
El director general de la OIT, Juan Somavía, recordó que se estima que este año 38 millones de personas se sumarán al número de parados, cuando el año pasado el aumento del número de desempleados fue de 14 millones, llevando a la tasa de desempleo mundial por encima del 7 por ciento. El director de la OIT cuestionó también el destino de los paquetes fiscales para enfrentar la crisis.
"Las medidas tomadas hasta ahora no están teniendo un gran efecto y, de los recursos puestos en juego, una cantidad no suficiente de ellos tiene que ver con la generación de empleos, con la protección social y con los temas de las personas", dijo Somavía.
Raymond Torres, director del instituto de la OIT destacó que si se acordaran medidas para reactivar la economía y las mismas fueran bien coordinadas, e implementadas en los siguientes tres meses, el mercado laboral podría empezar a recuperarse recién desde el inicio del próximo año. Pero si son postergadas por seis meses, la recuperación del mercado laboral lo más pronto que se afianzaría sería recién el 2011.
"Es muy difícil reducir el desempleo a largo plazo una vez que se ha instalado, es muy difícil promover la transición desde la informalidad al empleo formal una vez que se tiene alta informalidad", dijo.
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