inicio | opinión | notas | cartelera | miscelanea sueca | suplementos | enlaces 9-Noviembre-2007

El tráfico de niños africanos nos recuerda
Sudán una guerra olvidada

 

escribe Ernesto Tamara

El intento de la Organización No Gubernamental El Arca de Zoé de sacar clandestinamente del Chad a más de 100 niños africanos para entregarlos en adopción -previo pago de una suma- a familias francesas, volvió a centrar la mirada en esa región africana, y especialmente en la zona de Darfur, del vecino país Sudán, de donde provenían los niños.

Más allá de las justificaciones -algunas difíciles de creer- de que intentaban salvar la vida de esos niños, supuestamente condenados a morir de innanición o en el conflicto, destaca la visión paternalista, por usar un término suave, de la sociedad europea sobre Africa, donde las personas pasan a ser objetos, y donde los juicios emitidos en Europa son verdades absolutas que los africanos deben aceptar. Ninguno debe ser consultado por nada y las decisiones que se adopten en Europa son siempre las mejores y se deben imponer a toda costa.

Es que así ha sido siempre la política europea sobre Africa. Desde que Fray Bartolomé de las Casas estableció que los nativos americanos tenían "alma" y que no debían ser explotados de la manera que lo hacía la colonia española, provocando inconscientemente el auge del esclavismo, Europa ha tratado al continente africano como un coto de caza, de personas y de recursos naturales.

Africa fue el último continente en iniciar el proceso de descolonización, y todavía quedan enclaves colonialistas, y resabios de esa política. Esta semana se desató una crisis política entre España y Marruecos ante el anuncio de los reyes de España de visitar las ciudades de Ceuta y Melilla, dos territorios coloniales en Africa.

Las negociaciones comerciales entre Africa y la Unión Europea intentan mantener la relación de dependencia de las ex colonias con las viejas metrópolis, y todavía la presencia de tropas europeas en Africa condicionan las políticas de los gobiernos en la región y la dirección en la que parten sus recursos naturales.

En los últimos 20 años, después del debacle del sistema socialista europeo, se desencadenaron en Africa decenas de conflictos que provocaron la muerte de millones de personas y el desplazamiento forzado de otros tantos. Sólo para mencionar algunos, Liberia, Congo, Ruanda, Somalia, Etiopía. En casi todos ellos, se buscaba un nuevo reparto de los recursos naturales, diamantes, coltan -mineral fundamental para la fabricación de las nuevas generaciones de celulares-, petróleo, gas, y agua potable o para la agricultura.

La compleja situación en Sudán y en la región de Darfur, limítrofe con Chad, tiene muchos de los elementos de una política neocolonial y refleja la dificil lucha de los países africanos en obtener una independencia real, tanto política como comercial.

A la hora de valorar la situación, los grandes medios de comunicación social buscan simplificar en una lucha entre el gobierno en el norte de Sudán, controlado por árabes musulmanes, y el sur negro, cristiano y animista. Una simplificación que aunque no refleja la realidad, sirve a los intereses de las potencias extranjeras que quieren sacar tajada de los recursos del país, y jutifican la ideología de las guerras en Medio Oriente que promueve la derecha norteamericana.

Una división étnica y cultural que proviene de la política colonial impuesta por Gran Bretaña cuando Sudán era una de sus colonias.

Entre tantos intereses nacionales y extranjeros en juego, 200.000 personas han muertos en los últimos 5 años y más de 2,5 millones de personas han sido desplazadas de sus hogares.

La diversidad de los factores en juego ha ayudado a que el conflicto en Sudán haya sido durante años olvidado. La insistencia de Estados Unidos de condenar al gobierno de Jartum ha provocado que sectores de izquierda intenten no coincidir con las valoraciones norteamericanas y se hayan llamado a silencio. Los negocios petroleros entre Sudán y la República Popular China ha sido también otro factor. El hecho de que las petroleras europeas y norteamericanas intenten ingresar a ese país en sustitución de los chinos es otra parte de los intereses en conflicto. Tampoco se puede ignorar la disputa local por tierras fértiles, que cada vez son menos, y el acceso al agua, que enfrentan a distintos grupos sociales.

Un enviado del diario español El País resumía el domingo la situación: "los patrones que servían para tratar de explicar el conflicto han quedado viejos. Ya no sirve la idea de que luchan árabes armados por el Gobierno sudanés contra guerrilleros africanos unidos. Los rebeldes se han dividido en al menos 20 facciones -muchas con el mismo nombre y apenas una letra nueva para diferenciarse- y algunos árabes se han desprendido de la tutela de Jartum. Ahora luchan todos contra todos. Hay tantas armas en la zona -llegadas de Jartum, pero también de la frontera de Chad, hasta anteayer enemigo acérrimo de Sudán, de Libia y de otros lugares- y la región es tan grande -del tamaño de Francia- que la situación se ha vuelto totalmente ingobernable".

Fracaso de la conferencia de paz

El pasado fin de semana volvió a fracasar el intento de sentar en una misma mesa a todas las fracciones en conflicto. El intento realizado en Siria fue clausurado con una nueva convocatoria para diciembre próximo, en lugar a designar.

"Las negociaciones directas entre el gobierno sudanés y los movimientos rebeldes que se oponen al acuerdo de Abuya comenzarán en diciembre", afirmó el portavoz de la delegación gubernamental, Abuzaid Hassan.

El acuerdo de Abuya, cuyo nombre formal es Acuerdo de Paz de Darfur, fue firmado el 5 de mayo de 2006 en la capital nigeriana entre el gobierno sudanés y una de las principales fracciones rebeldes, mientras que otros grupos insurgentes rechazaron firmarlo. Hassan señaló que la primera etapa de las negociaciones de paz, que se han desarrollado desde el sábado en la ciudad costera libia de Sirte, tiene como objetivo realizar una valoración, y agregó que las partes acordaron que las conversaciones deben continuar.

Naciones Unidas y Unión Africana participaron el pasado sábado en la apertura de conversaciones en la ciudad libia de Sirte, que contó con una amplia presencia internacional y de medios de comunicación, pero en la que faltaron los principales líderes rebeldes.

El enviado de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Jan Eliasson, dijo que se dará más tiempo a los grupos rebeldes que están boicoteando las pláticas para que se preparen a negociar con el gobierno de Sudán.

El Ejército de Liberación de Sudán y el Movimiento por la Justicia y la Igualdad decidieron no asistir a las conversaciones después de que la ONU y la Unión Africana invitaron a otros grupos rebeldes de los que aquellos dicen que no tienen mucho apoyo popular.

"Sin ellos no se puede hacer la paz", señaló el líder libio, Muamar el Gadafi, en la inauguración de la conferencia, firmando así su acta de defunción.

"Me niego a declarar que el proceso de paz está interrumpido. Las negociaciones sustanciales comenzarán cuando las partes estén preparadas", dijo Eliasson.

Los pesimistas, en cambio, creen que "cualesquiera fueran las condiciones propicias existentes, ahora se desvanecen", señaló Alex de Waal, del independiente Consejo de Investigación en Ciencias Sociales, con sede en Nueva York.

"Muchos de los dirigentes rebeldes reclaman más tiempo para trabajar una posición común y otros arguyen que no tiene mucho sentido hablar con un gobierno en crisis sin el SPLM (Movimiento de Liberación Popular de Sudán)", explicó.

"No es un buen momento para negociar, pero la UA y la ONU presionan para que comience" el proceso, apuntó.

La mención al SPLM tiene que ver con una crisis que causa confusión en filas gubernamentales.

Las autoridades sudanesas firmaron un acuerdo histórico con esa organización en 2005, que puso fin a la guerra civil más prolongada de África. El pacto permitió que miembros del SPLM se integraran a la coalición de gobierno y su líder se convirtió en el primer vicepresidente de Sudán.

Pero a principios de octubre, el SPLM retiró a sus ministros del gabinete y alegó que antiguos enemigos demoraban una serie de protocolos clave del acuerdo de paz, en especial los vinculados al retiro del ejército y la gestión de algunos campos petrolíferos importantes.

Con el retiro del SPLM, muchos rebeldes se preguntan si la composición del gobierno es adecuada para las negociaciones.

"A los efectos prácticos, ese gobierno ya no existe", señaló una declaración del ala Unidad del Ejército para la Liberación de Sudán emitida la semana pasada.

Al comenzar las pláticas el sábado, el gobierno sudanés anunció un cese al fuego unilateral.

Pero una funcionaria de la ONU dijo a la cadena informativa británica BBC que cientos de personas están siendo desalojadas por la fuerza por soldados y policías sudaneses de un campo de refugiados en Nyala, la capital del Darfur Meridional.

La funcionaria, que pidió no ser identificada, dijo que hombres y mujeres vigilados por soldados estaban siendo introducidos a camiones. Funcionarios sudaneses dijeron que los refugiados estaban siendo trasladados a un campamento más seguro.

A los representantes de la ONU se les impidió hablar con los refugiados.

Resabios coloniales

Después de alcanzar la independencia del colonialismo británico en 1956, Sudán ha conocido sólo siete años de paz en los enfrentamientos entre el norte islámico y el sur no musulmán.

El conflicto entre el Gobierno y los grupos rebeldes cristianos y animistas del sur del país es aparentemente una lucha entre el intento del primero de imponer el Islam en el conjunto de la sociedad y los movimientos que se resisten. Sin embargo, en este país rico en petróleo y tierras fértiles, que alberga a 600 subgrupos étnicos, las raíces del conflicto se encuentran en la competencia por recursos -algunos de ellos cada vez más escasos debido a la agricultura intensiva-, y en el racismo de los que se identifican como árabes hacia los negros africanos.

La religión es, en realidad, un instrumento de legitimación y un factor de cohesión.

Las tensiones entre comunidades se remontan al siglo XIX cuando árabes y musulmanes del norte realizaban expediciones hacia el sur para capturar esclavos entre la población de origen africano.

Todos los gobiernos poscoloniales de Jartum, democráticos o no, han intentado "arabizar" Sudán en diversos grados y en algunos casos extender el modelo de Estado islámico y centralizado a todo el país.

Sin embargo es bueno destacar que el concepto de árabe no quiere decir no negro, se trata de la identidad cultural más que étnica.

En el norte se encuentra la mayor parte de la actividad comercial y agrícola, así como las redes de transporte ferroviario terrestre y marítimo. El sur se halla aislado, pero es rico en petróleo y recursos hídricos.

Yalid Medani, del Instituto Brookings, de Washington, sostiene que la situación sudanesa no puede describirse sólo como una dictadura islamista del norte que reprime a un sur cristiano. Para Medani, el colonialismo británico utilizó políticas sectarias -entre ellas la práctica partición del país después de la Primera Mundial- como forma de controlar a los 19 grandes grupos étnicos y los alrededor de 600 subgrupos que habitan Sudán.

Gran Bretaña decretó entonces que el sur del país sería una zona cerrada, con la idea, que nunca llegó a materializarse, de secesionarla. Esa región quedó bajo la influencia religiosa de misioneros cristianos. Después de la Segunda Guerra Mundial, Londres realizó una descolonización apresurada y decidió que y el norte debían unirse. Sin embargo, para entonces la división se había profundizado. En 1955 estalló una guerra civil.

Durante la transición a la independencia, Gran Bretaña apoyó a los partidos conservadores sudaneses que eran sus aliados. Una vez en el poder, los líderes árabes del norte utilizaron la religión para tratar de construir un Estado unificado.

Pese a su posición estratégica -puente entre África central y el Mar Rojo-, su control sobre gran parte del caudal del Nilo y sus abundantes recursos naturales -entre ellos vastos yacimientos de petróleo-, la guerra civil sudanesa ha atraído escasa atención de los Estados de la comunidad internacional, que la han considerado un problema interno.

Sin embargo, el derrumbe del bloque soviético en Europa, la importancia del control de los recursos energéticos en el mundo, ha modificado la stuación.

En 1989, el general Omar Hasán al Bashir tomó el poder en Sudán, respaldado por los países árabes.
Actualmente, según un informe del ministerio sudanés de Economía, los Emiratos Arabes Unidos se han convertido en los primeros inversores en el país, seguidos por Arabia Saudita.

Desde entonces, el régimen de Jartum se ha empeñado en someter en extender las leyes musulmanas al todo el país y con ello llevar el poder de los terratenientes del norte, que están perdiendo tierras con la desertificación, hacia el sur, donde además se encuentran yacimientos de petróleo y al parecer uranio y oro..

Para muchos observadores, detrás del gobierno de la Junta Militar de Al Bashir está el Frente Nacional Islámico (FNI) y su líder, Hasán al Turabi.

El Ejército Popular para la Liberación de Sudán (EPLS), rama militar del Movimiento Popular para la Liberación de Sudán (MPLS), es la principal organización rebelde. Surgió en 1983 como reacción al presidente Yaafar el Numeiri, quien decidió imponer la ley islámica y trasladar las escasas fuentes de desarrollo del sur al norte.
Numeiri bloqueó los planes para explotar localmente el yacimiento de petróleo de Bentiu -descubierto en la región meridional del Alto Nilo por la compañía estadounidense Chevron- y, en su lugar, construir un refinería en Port Sudán, al norte del país, comunicada con el pozo por un oleoducto de 1.400 kilómetros.

Los sudaneses sureños veían crecer a sus compatriotas del norte mientras sus vidas cambiaban irreversiblemente a peor.

El EPLS, liderado por John Garang, un cristiano dinka adiestrado en Estados Unidos cuando todavía era miembro de las Fuerzas Armadas del Estado, dirigió sus primeros ataques contra las prospecciones de Chevron, que desde 1983 decidió suspender indefinidamente sus operaciones.

Hasta diciembre de 1996, la ofensiva rebelde, encabezada por el EPLS y cuya principal base étnica son los ganaderos dinkas, estaba localizada en las regiones más meridionales del país. Pero el 12 de enero de 1997, el EPLS abrió u nuevo frente al noreste, con el apoyo de la Alianza Democrática Nacional (ADN), que coordina las actividades de toda la oposición al régimen islamista de Jartum.

La ADN está integrada por los dos más grandes partidos tradicionalistas del norte: el Umma y el el Khatimiyah. La alianza entre el EPLS y el ADN es inestable. El primero lucha por un Sudán secular; la segunda quiere derrocar al gobierno pero mantiene sus prevenciones hacia el sur.

La escalada de tensión que se registra desde octubre de 1996 entre Sudán y sus vecinos africanos hace temer que este conflicto desestabilice toda la región del Cuerno de África y sumerja al mayor país del continente en una desintegración similar a la que soportó Somalia a principios de los años 90.

En 1997, la guerra entre el Gobierno sudanés y las fuerzas rebeldes ha traspasado las provincias del sur pa extenderse a las fronteras orientales con Eritrea y Etiopía. Uganda; los dos primeros apoyan a los insurgentes.

A la vez, Uganda acusa al Gobierno de Sudán de proporcionar apoyo al grupo armado milenarista Ejército de Resistencia del Señor. Se está produciendo, así, un creciente internacionalización del conflicto.

Lucha por los recursos naturales

La guerra entre el Gobierno y los grupos rebeldes cristianos del sur es, en gran medida, una lucha control de los recursos naturales de Sudán. El colapso de la economía del norte por la sistemática explotación del suelo ha obligado a las élites mercantiles norteñas -los Jellaba- a expandir sus actividades económicas hacia el sur.

Es allí donde se encuentran las fértiles tierras de Renk, la zona petrolífera de Bentiu y los yacimientos de níquel y uranio. Sólo el 5% del suelo sudanés es cultivable, lo que agudiza la lucha por el territorio útil.

El cultivo mecanizado de las tierras en el noreste del país se inició a mediados de los años 40 y se desarrolló en décadas posteriores gracias a préstamos fáciles en petrodólares de los países de Oriente y la maquinaria de Occidente. Obsesionados por transformar Sudán en el granero del mundo árabe, los Jellaba se concentraron en el cultivo intensivo del algodón, el sésamo y el sorgo. En 1981, el sorgo se convirtió en el cereal más lucrativo de Sudán, en la base alimentarla del país y en su segunda principal exportación -después del algodón-, impulsado por los subsidios de Arabia Saudí, que pagaba 220 dólar tonelada de grano sudanés frente a 170 dólares por el sorgo importado de Tailandia.

Pese al rápido aumento del volumen de las exportaciones, la deuda externa de Sudán creció, en parte debido a la bajada del precio de las materias primas en los mercados internacionales durante los años la crisis del petróleo. La intervención del Fondo Monetario Internacional (FMI), que negoció programa de ajuste, mantuvo el ritmo de la producción sudanesa. Las tierras de agricultura mecanizada y de regadío crecieron desde medio millón de hectáreas en 1968 hasta 7,5 millones en la actualidad, aunque su explotación está en manos de un 1% de agricultores privilegiados.

El impacto medioambiental y la degradación ecológica provocados por la agricultura intensiva han sido devastadores. Un 95% de los bosques del este de Sudán ha desaparecido para dejar espacio a los cultivos masivos y, al ritmo actual de la erosión, todos los bosques de la zona nororiental del país se habrán esfumado al finalizar el siglo. Por el contrario, las ricas y extensas sabanas y bosques meridionales -habitado por pastores y pequeños agricultores que dependen de las lluvias y practican una economía de subsistencia- se han mantenido más o menos intactos por el aislamiento histórico de la zona y su pobre infraestructura vial.

Son estas riquezas las que interesan a Jartum, que en las últimas tres décadas apenas ha invertido en infraestructuras ni en transportes.

Organizaciones humanitarias de defensa de los derechos humanos acusan al Gobierno de Sudán de practicar el genocidio, de desplazar masivamente a grupos humanos, condenándolos al hambre por falta de recursos, y de capturar niño para adoctrinarlos religiosa y militarmente. Según algunas estimaciones, alrededor del 85% de la población del sur de Sudán ha sido desplazada.

Implicación de los países vecinos

El avance rebelde alarmó a las autoridades sudanesas, que llamaron a la yihad (guerra santa), apelando al sentimiento patriótico de los sudaneses para sufragar una guerra que cuesta 1,5 millones de dólares al día, y acusaron a los Gobiernos vecinos de Etiopía, Eritrea y Uganda de albergar bases insurgentes en sus territorios y de proporcionar apoyo logística a la guerrilla.

Las relaciones entre Etiopía y Sudán se agriaron en 1995, cuando el régimen de Jartum fue acusado de estar implicado en el intento de asesinato del presidente egipcio Hosni Mubarak en Addis Abeba, la capital etíope.

Por su parte, Eritrea -que recibió incalculables apoyos de sucesivos gabinetes sudaneses durante los año de la lucha independentista frente a Etiopía- se ha convertido en el oponente más implacable de los militares de Jartum. El Gobierno de Asmara sostiene que, en sus intentos por exportar el islamismo, los fundamentalistas sudaneses se han infiltrado en su territorio, han lanzado ataques contra la población civil han fomentado la inestabilidad fronteriza. Eritrea ha acogido abiertamente a la ADN, cuya sede está en Asmara, y a Sadeq el Mahdí, ex primer ministro sudanés y el disidente más destacado del régimen de Jartum.

Uganda, que no oculta sus simpatías por la guerrilla antiislamista de John Garang, ha servido de retaguardia a sus milicianos y los ha abastecido de armas y municiones.

Sudán se ha vengado del apoyo proporcionado por Uganda armando a los grupos rebeldes que desafían a las autoridades ugandesas, entre ellos, al Ejército de Resistencia del Señor (Lords Resistance Army).

El interés de Estados Unidos

Washington, que en 1997 está retomando posiciones en el África subsahariana, califica a Etiopía, Eritrea y Uganda, de "Estados en primera línea" por sus fronteras con Sudán, país al que considera el segundo impulsor del terrorismo internacional contra intereses estadounidenses, después de Irán. En consonancia con esto, en noviembre de 1996 la Casa Blanca concedió ayuda militar por valor de 20 millones de dólares a estos tres Gobiernos africanos que ejercen políticas de contención frente a Jartum. Según alguna fuentes, Israel, con el consentimiento de EE UU, también da ayuda al EPLS.

Desde que los extremistas islámicos de Sudán se vieron implicados en el fallido asesinato de Hosni Mubarak, la Casa Blanca ha endurecido su política hacia Jartum. En 1998 bombadeó una fábrica de medicamentos bajo el pretexto de que construía armas químicas. Pese a que después se comprobó que no era cierto, nunca existió una compensación.

Sin embargo la política de Estados Unidos hacia Sudán es ambigua. Mientras acepta la presión de los grupos religiosos cristianos que apoyan al sur, busca cambios en el gobierno de Jartum y deja abierta la puerta de infiltrar al gobierno a través de las inversiones.

Recientemente el gobierno del presidente Bush impidió que avanzara en el Congreso una ley para impedir inversiones norteamericanas en Sudán. El Congreso quería obligar a las petroleras norteamericanas a no negociar con el gobierno de Sudán.

Según funcionarios estadounidenses, antes que derrocar al régimen de Al Bashir, Washington busca aislar, presionar y contener a Sudán para obligar al gobierno militar a modificar su comportamiento.

Irán y China

Desde 1993, la Unión Europea decidió suspender la ayuda de 214 millones de dólares al año que concedía a Sudán en el marco de los acuerdos de Lomé IV. El Banco Mundial (BM) se niega a prestarle ayuda mientras el gobierno no pueda concretar el programa económico propuesto por esa institución. En marzo de 1994 también UE declaró un embargo sobre la exportación de armas a este país, pero no se ha practicado un control estricto para que se cumpla.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) mantiene una fuerte presión sobre el gobierno sudanés y le reclama control de su política fiscal, la reducción del gasto público y la liberación total de las tasas de cambio en las operaciones de importación y exportación.

Falto de crédito en la mayor parte de Occidente, Sudán ha vuelto su mirada al Este.

Además del respaldo del gobierno iraní, que hasta ha enviado a petición de Jartum mienbros de la Guardia Revolucionaria como asesores, Sudán ha firmado acuerdos petroleros con la República China y Malasia.

Las empresas estatales China National Petroleum y Petronas de Malasia, junto al grupo canadiense Arakis Energy Corporation, firmaron recientemente un acuerdo de explotación petrolífera con Sudán por valor de 1.000 millones de dólares. Pekín está además interesado en la prospección aurífera de la región de las Colinas Rojas, cercana Mar Rojo, donde el oro es de mejor calidad que el surafricano.



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