|
||||||
Blanca Luz Pulido, poeta mexicana |
||||||
escribe Juan Cameron Al vuelo, el noveno libro de la poeta mexicana fue editado en septiembre anterior por Ediciones de Educación y Cultura, en la localidad de Puebla. La cuidada edición -de cuatro mil ejemplares en rústica y una breve tirada encuadernada- reúne poemas y fotografías cuyo modelo son las aves, motivo que ha desarrollado con estilo, cuidado y perseverancia durante los últimos años. La diáfana claridad atrapada en su nombre pareciera enfocar, a Blanca Luz Pulido, hacia una imagen de colores y formas determinadas. Este destino le hace posible jugar, en el campo de la semántica, dentro de la rosa cromática con líneas que delimitan claramente una superficie de la otra. Pura imagen, después de todo, en representación de la realidad exterior, que induce también a la poeta hacia una escritura limpia y vibrante. Estas condiciones, tal vez, la hayan llevado a escribir y fotografiar el vuelo. Pero no se trata ahora del vuelo onírico (volvemos una vez más a Bachelard), sino del trazo simbólico que el ave imprime en el paisaje como espejo o reflejo de la mirada interior. Porque, como también dice el filósofo francés refiriéndose a los pájaros, «el movimiento del vuelo da, en seguida, en una imagen fulminante, una imagen dinámica perfecta, acabada, total» (ibid. El aire y los sueños, ya citado). Al respecto, Blanca Luz señala, respondiendo a Juan Ramón Jiménez: «En dónde cantan/ los pájaros que cantan/ sino en el agua/ de luz de las mañanas». Varios han destacado ya este tratamiento preciso del lenguaje. Baste citar a la poeta y ensayista Alicia García Bergua, encargada del prólogo de Al vuelo, quien señala: «con un oficio poético impecable, Blanca Luz Pulido nos va desplegando al desconocido panorama de los pájaros que ha observado en varias regiones de México, haciéndonos partícipes de esa paciencia inmensa de observar otro mundo cercano y elusivo». Este dibujo en la textura más transparente favorece, en palabras del escritor Fernando Acevedo Osorio, el hallazgo de «imágenes frescas y claras metáforas». Esto es efectivo, puesto que sin mayor dificultad estas se cruzan en el ramaje del texto: «Cierro los ojos,/ guardo en ellos las alas,/ las horas trashumantes y grávidas/ del trópico...» Más allá, la calandria resulta ser un «ensayo de oro, nieve y ébano». Pulido divide su reciente libro en tres cuadernillos -Pájaros, Migraciones y Otros vuelos- cuyos tratamientos abarcan desde la interpretación del ave particular allí señalada, luego su referencia significativa, para culminar con temas similares de una aparente relación vivencial cuyos tópicos -música y palabra- se vinculan a lo aéreo en el coto de lo simbólico. Si bien en el primero de ellos en apariencia describe las condiciones externas del material significante, existe en este grupo de poemas un segundo plano que toca en forma tangencial o, en cualquier caso, entrega en forma de trabajada imagen: «A punto de transformarse/ en otro pájaro,/ un canto a la distancia le responde./ ¿Es un cenzontle también/ o es la sombra/ que en mi recuerdo/ multiplica el laberinto/ que teje y desteje/ las notas de su aliento?» Tal característica se hace evidente en los siete poemas del cuadernillo siguiente. En éste aparece de manera más explícita la condición semántica del vuelo. Los sentidos de libertad, alegría, fluidez aparecen anexados a la persona, trátese ya de la poeta, los sujetos del texto o del lector. De este ejercicio emerge una profunda vinculación con lo pánico, una suerte de goce vivencial que determina a la autora. En todo caso debe aclararse que las condiciones del vuelo no implican de ningún modo un acercamiento del individuo a la divinidad; tal sería un aprovechamiento religioso. El individuo es la divinidad cuando vuela. «Como si fueran aves/ las palabras/ se reúnen en familias./ Y sólo puedes oír/ las que se dejan ver» aclara Pulido. Y luego nos dirá, ya en Otros vuelos, que «a la menor postergación escapan/ el ave/ la palabra/ en el silencio de lo amenazado,/ en el vacío de lo inaudible,/ sin dejar una sola nota para el canto». Por cierto la condición de pájaro (lo aéreo) será el estado de silencio a que llegue el poeta cuando el ave (lo terrestre) abandone la tierra de la palabra. Por eso, y en sentido contrario, afirma en el último fragmento: «Si has de llegar, canta;/ que la rama advierta/ tu peso y tu presencia». En este reciente libro, Pulido aparece con una visión más optimista y serena. Como si acaso la luminosidad del vuelo le indicara un nuevo paso frente al medido pesimismo mostrado en Raíz de sombras; ese de «la noche feraz, la noche cómplice/ que despliega su sombra como un manto/ sigiloso y ambiguo, torva noche/ agazapada en las márgenes del día/ anticipando su reino silencioso». Blanca Luz Pulido nació en Ciudad de México, en 1956. Estudió Lengua y Literatura Hispánicas en la UNAM y fue miembro del Tercer Programa para la Formación de Traductores del Colegio de México. Ha publicado Fundaciones (1979), Ensayo de un árbol (1982), Raíz de sombras (1988), Estación del alba (1992), Reino del sueño (1996), Cambiar de cielo (1996), Los días (2003), Pájaros (2005) y Al vuelo (2006) Traductora y ensayista, tiene además estudios de caligrafía y de restauración y encuadernación de libros y en la actualidad forma parte del Sistema Nacional de Creadores de Arte del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. |
||||||
|
||||||
|