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“Hace cuarenta años que todos saben que existe el ébola. ¿Pero sabe cuál es el problema? Sólo mata africanos”.

(Melvin Korkor, médico liberiano contaminado por el ébola)

Hace unas semanas, el médico liberiano Melvin Korkor dio una entrevista esclarecedora sobre la epidemia de ébola que ya mató más de mil personas en el oeste de África y motivó que la Organización Mundial de la Salud (OMS) decretara estado de emergencia sanitaria internacional.

Korkor contrajo el ébola cuando atendía pacientes contagiados en Monrovia, pero sobrevivió. Los otros cinco médicos que atendían en el mismo hospital, murieron a causa de la enfermedad.  ”Vi a todos mis colegas morir a mi lado”, cuenta Korkor al diario ”O Estado de Sao Paulo”.

Además de ser un relato escalofriante sobre la situación de la salud pública en los países afectados por la epidemia, la entrevista a Korkor plantea una interrogante mucho más inquietante: ¿por qué la comunidad internacional no actuó antes para contener el ébola?

La conclusión del médico liberiano es simple: No existe solución para la epidemia porque sólo mata africanos. ”Si esta enfermedad existiera en los EEUU o en Europa, mañana habría una solución para ella. Hace cuarente años que todos saben que existe el ébola. ¿Pero sabe cuál es el problema? Sólo mata africanos”, dice Korkor.

La afirmación se ve aún más cierta si observamos que fue después de la confirmación de dos casos de contagio por ébola de ciudadanos de los EEUU, que el país tomó medidas y anunció la producción de una vacuna y un suero experimental. Las noticias dicen que la vacuna podría ser utilizada en humanos ¡dentro de dos años! Pero si existían los medios para producir una vacuna en tan poco tiempo, ¿por qué esperar a que se perdieran mil vidas para que el país que maneja esa tecnología tomase la iniciativa de producirla? La afirmación de Korkor vuelve a imponerse: El problema es que el ébola sólo mata africanos. Esas vidas son despreciables para la comunidad internacional, están fuera del mundo de la producción y del consumo, no tienen ninguna utilidad para el mercado, por lo tanto, no valen la ”inversión”.

 Pero más allá de la total negligencia por parte de los países desarrollados en el combate al virus del ébola en Africa, mostrado en forma aún más clara con el cambio radical de postura a partir del contagio de ciudadanos europeos y estadounidenses, la entrevista a Korkor revela otra situación desesperante: el virus se difunde gracias a la pobreza. ”No estamos esperando un remedio. Por lo que todavía estamos luchando hoy es para que los hospitales tengan comida. Sólo eso ya salvaría muchas vidas. Sólo comida. Según el médico, los hospitales apenas pueden garantizar una comida diaria a los pacientes infectados. Es evidente que, además de la vacuna y el suero experimental, no faltará toda la comida que sea necesaria para salvar las vidas de los ciudadanos de los países desarrollados.

La entrevista a Korkor es, por lo tanto, ilustrativa. Un médico contagiado que se salva milagrosamente del virus mientras ve a sus colegas de profesión morir uno tras otro, y que percibe que la epidemia sólo fue posible porque África y los africanos están relegados a una condición de total abandono por parte de los países, que, por siglos y aún hoy, han saqueado las riquezas del continente.

Es así que África ha sido doblemente olvidada. Primero por la miseria a la que fue sometida y que permitió la proliferación de un virus altamente mortal, especialista en matar africanos. Segundo, porque la epidemia sólo fue posible porque, además de la pobreza, se valió de la negligencia del resto del mundo para con aquellas personas.

Puede parecer una exageración, pero Korkor tiene razón: el ébola es también producto de un orden mundial injusto, crue, inmoral y altamente fatal.