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La película «Olvidados», realizada bajo la dirección de la boliviana Carla Ortiz y el reconocido cineasta mexicano, Carlos Bolado, es un trabajo que le hace bien al cine boliviano, por la solvencia que  tiene en el reparto de artistas nacionales como Milton Cortez, Cristian Mercado, Jorge Ortiz y Bernardo Peña, así como los actores internacionales, el argentino Rafael Ferro, el mexicano Damián Alcázar yuna constelación de artistas latinoamericanos que  engranaron en este proyecto para rodar esta singular producción con un argumento que  se siente aún latente en la psicosis colectiva de América Latina.

Como el efecto del lente, de un gran angular a un teleobjetivo, la trama de la película nos conduce irremediablemente a los suplicios inhumanos que se sentían desde aquellas  celdas dantescas con imágenes  de primer, primerísimos planos que laceran los sentidos,  asesinatos a golpes, con descargas eléctricas y la trayectoria de proyectiles hasta impactar en el cráneo de las víctimas, quienes se desangraban a borbotones.
Admito que más de una vez cayeron lágrimas discretas al sentir los alaridos y el suplicio inhumano que emanaba desde las sombras de aquellas soterradas galeras, que exudaban a antropofagia, a   muerte, donde el  medroso  verdugo fuertemente armado, aplicaba sobre el indefenso cuerpo de su cautivo/a, los métodos más desquiciados y bestiales de la tortura como la picana, el simulacro de muerte para quebrantar el indomable valor de los presos y ese pestilente submarino con heces fecales para reavivar los suplicios.
Este espanto que es el desencanto del hombre en ese estado de naturaleza hobbesiano dejó muchas heridas abiertas en nuestro abigarrado continente que vivió una especie de período onírico, de militarismo prusiano, cuando irrumpían las tramoyas golpistas y ese proyecto maquiavélico de quebrantar y cercenar todo vestigio de insurgencia social y marxista, compartiendo secretos de Estado y presos políticos entre los gobiernos dictatoriales de Argentina, Chile, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia, sustentados por la injerencia norteamericana en esa aciaga década del 70.
Esta macabra idea denominada «Plan Cóndor», se constituyó en una organización clandestina internacional para la práctica del Terrorismo de Estado en países donde instauraron  gobiernos de facto en correlación a la Agencia Central de Inteligencia norteamericana, CIA. La Escuela de las Américas en Panamá fue el centro de adiestramiento militar para matar gente.
Sólo con el olvido la muerte se consuma y a los que se les arrebató la vida por disentir y pensar diferente, lejos de segar sus vidas, los inmortalizaron, porque no están olvidados, están vigentes en el pueblo, en esa memoria colectiva, en las abuelas de la Plaza de Mayo con la alegoría de la perseverancia de no renunciar jamás a la causa de sus hijos confiscados. Esta desgarrado-ra realidad en la cual hace énfasis el argumento de la película, demuestra las miserias del hombre, de aquel Jano de dos caras encarnado en la dicotomía irracional de ser torturador y a la vez padre abnegado del hijo que le arrebató de su víctima, desenlace que lleva a Juan, general boliviano retirado, a confesar esta desaforada realidad en una misiva a su hijo, antes de su último estertor.
Sin embargo  este  sugerente título a la película «Olvidados», es sugestivo cuando la realidad nos demuestra que todos aquellos protagonistas y activistas políticos que lucharon por la democracia en esas épocas de los golpes militares en Bolivia, hoy  en el ocaso de sus vidas siguen siendo ignorados con sus justas demandas de resarcimiento en un piquete  en la ciudad de La Paz; de la misma manera, el clamor del pueblo aún no se hace eco en la empecinada búsqueda  por encontrar el cuerpo de Marcelo Quiroga Santa Cruz que al igual de otros, siguen desa-parecidos; seguimos ignorando la desclasificación de los secretos del Estado  Mayor de entonces y seguimos sintiendo a esas sombras y alaridos de hombres y mujeres que se quedaron enmudecidos en la soledad de aquellas gélidas celdas clamando justicia, porque hoy, sus verdugos de ayer, siguen fungiendo de demócratas. Habría que preguntarse ¿qué hacía Tito Hoz de Vila  invitado a este premier de la película «Olvidados» en el cine Center de Cochabamba?; teniendo un pasado abyecto cuando de hinojos y reverencia le seguía  a su mentor, el general Hugo Bánzer Suarez , protagonista y torturador de aquel Plan Cóndor. ¿Será que el pueblo olvida este pasaje de la historia? (1)
Carla Ortiz, actriz de cine con una amplia trayectoria, es a la vez una prometedora directora de cine que da a luz a su primogénita obra y más allá de la calidad artística y técnica de  este trabajo, para sus colaboradores, ella fue el alma máter de este film, porque esta obra tiene el realce en su mensaje al proponer  conciencia en el registro de la historia de nuestros países y situar a los protagonistas  que tomaron el cielo por asalto, el sitial que les corresponde para que las nuevas generaciones no cometan los mismos errores. Carla muy emotiva sugiere que no busca vendetta,  sino  vivir un mundo mejor, evitando esos descabellados deslices que tanto daño hicieron en el continente.
El tiempo y el olvido  es el único remedio para curar las heridas del alma y los mortales somos los únicos sujetos que pueden seguir tropezándose en la misma piedra o seguir asistiendo como calesita recurrente a un nuevo desfile de la indiferencia si no prima la razón y la conciencia. Estela Rivero, titular de Culturas de la Gobernación, sutilmente sostenía en la premier de «Olvidados», que  solamente rompiendo el olvido, recuperaremos la memoria  tan larga de este proceso y que hoy la vamos experimentando en esta revolución cultural.
Nuestra joven cineasta tiene a su flor predilecta, de la cual su empresa fílmica lleva el nombre, «La flor de loto»; una singular flor acuática que apacible y galana se la ve en el remanso de esa fuente de inspiración que ocupa su tiempo, sus sentimientos y la denomina Bolivia. En buena hora.