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La administración de Estados Unidos ha aprovechado la crisis en Ucrania para desplegar una «campaña de denigración» contra Rusia, denunció el ministerio de Asuntos Exteriores ruso.

«Rechazamos las insinuaciones públicas sin pruebas que lanza día tras día la portavoz del Departamento de Estado, Marie Harf. En sus comparecencias ante la prensa ha despachado una cesta de clichés antirrusos que Washington trata de imponer a la opinión pública internacional», señaló la cancillería rusa.
Moscú acusó a EEUU por hacer acusaciones muy graves contra Rusia y aludir a «pruebas presuntamente en su poder (…), ninguna de las cuales se ha presentado, lo que no es sorprendente, porque los hechos que podrían sostener esas mentiras sencillamente no existen».
«Entre otras cosas, desde la tribuna del Departamento de Estado han afirmado que Rusia quiere entregar sistemas de defensa antiaérea a los milicianos (prorrusos) de Donetsk y Lugansk. Por si fuera poco, se ha denunciado fuego de artillería contra militares ucranianos desde territorio ruso», enumera el ministerio.
Rusia no tiene duda de que al contrario de lo que sostienen en Washington, son los Estados Unidos quienes «comparten plenamente (con Kiev) la responsabilidad por el derramamiento de sangre» en el este de Ucrania.
«No hay duda de que fueron precisamente los EEUU quienes apoyaron el golpe de Estado en Kiev para luego, de hecho, empujar al régimen allí constituido a un ajuste de cuentas con la población rusahablante, que exige que se respeten sus legítimos derechos», denunció la cancillería.
El ministerio de Exteriores ruso lamenta que «en Washington reproduzcan día tras día las afirmaciones infundadas que fluyen como un torrente desde Kiev. Tampoco hacen ascos a sus propias invenciones en la misma dirección. El objetivo es claro: enmascarar las verdaderas razones de lo que sucede en Ucrania y cubrir las espaldas a sus protegidos de Kiev y a sí mismos».
EEUU acusa a Rusia de desestabilizar Ucrania y apoyar con armas a los separatistas prorrusos que se han sublevado contra Kiev en el este del país.
Tras el presunto derribo del Boeing 777 malasio con 298 pasajeros a bordo en una zona controlada por los prorrusos, Washington se ha puesto a la cabeza de los países que cargaron enseguida toda la responsabilidad sobre los separatistas y ha apuntado a Moscú como cómplice necesario en la tragedia.