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Aprender siempre del pasado, para entender mejor el presente y proyectar el futuro es la enseñanza de la historia. Con ese objetivo recordemos lo esencial de la fatídica consigna de «caminar con el testamento bajo el brazo» que el dictador García Meza aplicó muchas veces en el corto tiempo que pudo mantenerse en el poder con apoyo de la fuerza bruta.

Eran las 6 de la mañana del día 17 de julio de 1980, cuando una radioemisora difundió desde Trinidad, Beni, la proclama golpista del Gral. Luís García Mesa Tejada. Difundirlo desde allá era un «despiste» porque el centro de operaciones era la ciudad de La Paz, donde la mayoría de la población apenas se despabilaba o dormía todavía por las libaciones de la verbena del 15 y los festejos del 16 de julio.

El golpe truncó los sanos propósitos de la primera mujer Presidenta de Bolivia Lidia Gueiler Tejada, de quien se dijo que era familiar del golpista Mesa Tejada. Pero el golpe no sólo pretendía cortar las pequeñas fisuras democráticas que se abrieron luego de la caída del dictador Banzer Suárez; tenía raíces más profundas que sondeamos ahora.

Objetivos del golpe del 17 de julio de 1980

1. Mantener el poder político del Estado en las Fuerzas Armadas para frenar el «resurgimiento del comunismo» como les habían enseñado en la «Escuela de las Américas» donde el imperio preparaba a los ejércitos contrainsurgentes de América Latina.

2. Las FF.AA. debían mantener el sistema político autoritario o dictatorial para evitar el rebalse democrático con presiones populares.

3. Para ello había que terminar con los nuevos líderes que se perfilaban como probables dirigentes de un proceso democrático o revolucionario si las condiciones lo permitían.

4. Las corrientes fascistas dentro del ejército boliviano, mantenía relaciones a nivel de otras FF.AA. latinoamericanas en el marco del «Plan Cóndor» como se llamó al nivel operativo de la Doctrina de la Seguridad Nacional (DSN).

5. Los objetivos «anticomunistas» mantenían su vigencia en Bolivia según los militares golpistas que había que concluir; empero, los objetivos estratégicos del imperio consideraban un cambio de la DSN por la Guerra de Baja Intensidad (GBI) para completar el logro de los objetivos estratégicos imperiales.

6. En el golpismo confluyeron corrientes fascistas, narcotraficantes y la ultraderecha civil. Todos con apoyo militar, civil y financiero de la dictadura militar argentina que aún se mantenía en el poder.

Fue así que, como consecuencia del Golpe a Lidia Gueiler, las fuerzas armadas retomaron el poder que Banzer ya estaba perdiendo; se cortaron las fisuras democráticas, se asesinó a Marcelo Quiroga Santa Cruz, Carlos Flores, Gualberto Vega  y a otros dirigentes políticos, sindicales y universitarios, operaron con apoyo de la dictadura argentina, pero no entendieron el cambio que se proponía el Imperio norteamericano que consideraba que las dictaduras costaban mucho dinero y se sobrepasaban en las violaciones de los derechos ciudadanos que se mantenían masivas, develando al autor imperial que se preciaba de defensor de los derechos humanos, ficción increíble porque sus dictaduras no le permitían camuflarse.

La transición de la DSN a la GBI y sus consecuencias en Bolivia

Cuando el imperio pasa de una fase a otra en su geoestrategia, lo hace esencialmente en tres elementos: 1) reacondiciona sus objetivos táctico-estratégicos; 2) modifica el uso y las tácticas de intervención en los países subalternos o dependientes; y 3) predispone los cambios a realizar en cada país objeto de la intervención.

Como solamente la cúpula política y militar con  la que opera el imperio en cada país, estaba informada de esta transición, la mayoría de golpistas no sabía de este proceso, por eso fue muy fácil para la opinión pública nacional e internacional calificar de «golpe del narcotráfico» en Bolivia porque sus nexos fueron muy visibles en la época, todo lo demás queda un tanto encubierto. Veamos:

El principal objetivo imperial de limpieza de luchadores político revolucionarios de Bolivia, así como de otras países, parecía haberlos cumplido con la destrucción del ELN en nuestro país y a otros luchadores políticos y sociales, igual que en Uruguay con los Tupamaros; o los similares de Argentina, Chile, Perú e inclusive de Brasil.

Este fue el objetivo militar cumplido por las dictaduras militares. Faltaba lo estratégico en la economía, lo social y todo lo superestructural (leyes, instituciones, cultura, religiones, etc.). Ese otro objetivo eran las privatizaciones de todo lo público económico y social; el «achicamiento del Estado» como lo trasuntaba Jaime Paz para ejecutar las privatizaciones a precio de «gallina muerta» con el actual candidato de la ultraderecha Samuel Doria Medina y otros. En lo militar ni los misiles chinos se salvaron de migrar a los Estados Unidos para copiar y mejorar la tecnología china e imponer la rigurosa tutela y sometimiento al ejército boliviano a la que estuvo acostumbrado.  

Pero el golpismo no se rendía y cumplió con muchas víctimas la amenaza de caminar con el testamento bajo el brazo .

Los toques de queda, los allanamientos selectivos a viviendas de dirigentes políticos, sindicales y universitarios, las requisas constantes de documentos por barrios en la ciudad de La Paz, la amenaza de intervenir a las parroquias y conventos católicos para buscar a «delincuentes subversivos» (como es el caso del autor de estas líneas), fue la señal más objetiva de la brutalidad del golpismo de los García Mesa y Arce Gómez, que, en el tiempo que llevan de prisión, más viven en el Hospital Militar que en Chonchocoro donde deberían estar.

Pero ¡cuidado! Los resabios de este pasado trágico se reciclan ahora.

Samuel Doria Medina, el autor de la frase de vender las empresas públicas «a precio de gallina muerta», es candidato presidencial de la ultraderecha; Juan del Granado, uno de los principales abogados en el juicio a García Meza y Arce Gómez, ahora no tiene empacho en plantear que «en la segunda vuelta» se aliaría con Doria Medina, con Rubén Costas el separatista y con todo el entorno civil golpista, desplazados y resentidos del proceso de cambio. Los demás candidatos, con matices, pertenecen a este proceso de reciclamiento de esa derecha desplazada que felizmente no encontró formas ni medios para unificarse y proponer abiertamente la alternativa del retorno del neoliberalismo como lo hizo Vargas Llosa en el Perú. El camuflaje de demócratas, muy poco o nada les servirá en la pugna electoral que les permitiría un reciclamiento político. 

Acabar con el reciclaje y recomponer la relación del pasado con el presente, es la tarea del momento.

Este recordatorio de aquel 17 de julio, después de 34 años, que nos sirva de orientación para cumplir el objetivo histórico de enterrar en esta oportunidad política de las elecciones a los resabios de la derecha camuflada de democrática.

Debemos estar atentos para cuando al imperio se le ocurra renovar su experiencia ya derrotada en Bolivia del «golpe suave» o el «ZunZuneo» con «smart forcé» (fuerza inteligente) con guerra mediática de por medio, la derecha actual en vías de reciclamiento, con el porcentaje de votos que obtenga, lo ofrecerá al imperio para que este pudiera pasar de la baja intensidad a la media o alta intensidad en América Latina, o en cualesquier país en los que no se resigna haber perdido su hegemonía.

Una victoria contundente sobre estos resabios del pasado, sería la mejor respuesta del pueblo para evitar volver a caminar con «el testamento bajo el brazo».